Muerte de una fundadora de Abuelas Plaza de Mayo

  21 de agosto de 2018 · 

El testimonio de Chicha Mariani

Un relato de entereza, fuerza y lucha

Por Nora Veiras

Chicha Mariani integra ese colectivo de mujeres que salieron a la calle a partir de la tragedia: la desaparición de su nieta primero y luego su hijo. Casi la mitad de su vida la dedico a buscar a Clara Anahi. Acaba de morir a los 94 años sin haber  podido abrazarla. El genocida Miguel Etchecolatz, responsable del operativo en el que asesinaron a su nuera y robaron a la bebé, mantuvo oculto esa información prorrogando la tortura. En 2014, entreviste a Chicha para el programa Notas Verdaderas, que se difundia por QM Noticias. Un relato de la entereza, la fuerza, la lucha, los principios innegociables de esta fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. 

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A los 94 años murió Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo

Donde esté, seguirá buscando a Clara Anahí

Se convirtió en un símbolo de la lucha de la búsqueda de los niños robados por la dictadura. A su nieta la secuestraron cuando tenía tres meses durante un operativo en La Plata. Había sufrido un ACV.

Por Ailín Bullentin

A los 94 años y tras más de 40 de búsqueda incansable para encontrar a su nieta Clara Anahí, arrebatada por los genocidas de la última dictadura cívico militar, falleció en la ciudad de La Plata la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo María Isabel Chorobik de Mariani. Estaba internada desde hacía diez días tras haber sufrido un ACV. La despiden hoy desde las 7.30, en calle 7 entre 47 y 48. 

Hasta el 24 de noviembre de 1976, Chicha, un sobrenombre que llevó desde siempre y que se volvió símbolo de la lucha por la búsqueda de los niños robados durante la dictadura, era docente de secundario. Desde esa noche, su vida cambió para siempre: en un megaoperativo de un centenar de represores del Ejército y la Policía Bonaerense fueron acribillados dentro de una casa ubicada en la calle 30 al 1116 de La Plata Diana Teruggi, la nuera de Chicha; y otros cuatro militantes de Montoneros. De esa casa y tras ese operativo la patota se llevó a Clara Anahí, de tan solo tres meses, con vida. Al padre de Clara Anahí e hijo de Chicha, Daniel Mariani, los genocidas lo encontraron y asesinaron en agosto de 1977.  

A los 94 años y tras más de 40 de búsqueda incansable para encontrar a su nieta Clara Anahí, arrebatada por los genocidas de la última dictadura cívico militar, falleció en la ciudad de La Plata la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo María Isabel Chorobik de Mariani. Estaba internada desde hacía diez días tras haber sufrido un ACV. La despiden hoy desde las 7.30, en calle 7 entre 47 y 48. 

Hasta el 24 de noviembre de 1976, Chicha, un sobrenombre que llevó desde siempre y que se volvió símbolo de la lucha por la búsqueda de los niños robados durante la dictadura, era docente de secundario. Desde esa noche, su vida cambió para siempre: en un megaoperativo de un centenar de represores del Ejército y la Policía Bonaerense fueron acribillados dentro de una casa ubicada en la calle 30 al 1116 de La Plata Diana Teruggi, la nuera de Chicha; y otros cuatro militantes de Montoneros. De esa casa y tras ese operativo la patota se llevó a Clara Anahí, de tan solo tres meses, con vida. Al padre de Clara Anahí e hijo de Chicha, Daniel Mariani, los genocidas lo encontraron y asesinaron en agosto de 1977.  

Para entonces, y después de recorrer instituciones y hospitales, de hacer averiguaciones de manera individual, Chicha comenzó a intentar ponerse en contacto con mujeres que estuvieran en su misma situación: sin saber el paradero de sus hijos ni de sus nietos. Supo de la incipiente existencia de Madres de Plaza de Mayo en donde encontró a Alicia “Licha” de la Cuadra. Junto a ella y diez más fundaron en noviembre de 1977 Abuelas de Plaza de Mayo. El organismo, que la tuvo como presidenta, se forjó al calor de la esperanza de localizar a los más de 400 bebés y niños robados en pleno terrorismo de Estado, objetivo con el que recorrieron el mundo en búsqueda de apoyo. 

Dedicó una década a la constitución y fortalecimiento de Abuelas, que llevaban a cabo la búsqueda de los niños robados a pie y a pulmón: recorrían hogares y guarderías, hacían guardias en las casas de los posibles familias de apropiadores. Lideró los caminos que las Abuelas se abrieron hacia la posibilidad de poner la genética al servicio de la búsqueda. En 1989 dejó la institución pero no abandonó la lucha. Creó la Fundación Anahí, desde donde continuó andando con la esperanza siempre puesta en poder hallar a su nieta. Dedicó su vida a esa lucha, en la que estuvo acompañada por otras abuelas, como Elsa Pavón y Licha de la Cuadra, por jóvenes abogadas y abogados y militantes de derechos humanos de La Plata, sobre todo. 

Convirtió la casa de la calle 30, cuya fachada continúa agujereada tal cual la dejaron los cazadores de la última dictadura, en museo y su propia casa en el núcleo de todas las actividades que tuvieran como objetivo central encontrar a Clara Anahí. Allí recibía cartas con información, así como correos electrónicos. Una vez anuladas las leyes de impunidad y comenzados los juicios de lesa humanidad no se cansó de exigirle a los genocidas enjuiciados que dijeran lo que sabían del paradero de su nieta. Que aportaran datos. Fue víctima en varias oportunidades de la saña con la que represor de la Bonaerense Miguel Osvaldo Etchecolatz –responsable del operativo en que su nieta fue secuestrada– sostuvo que sabía dónde estaba Clara Anahí, sin aportar un dato. “Tengo esperanzas de que va a aparecer, aunque yo no la vea”, dijo en una de las tantas entrevistas que ofreció a lo largo de su lucha.

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  22 de agosto de 2018

Entrevista inédita a María Isabel “Chicha” Mariani

“Una siempre quiere hacer más”

En esta entrevista, días antes de sufrir el problema de salud que la postró, Chicha Mariani sostenía que “nunca hay que bajar los brazos”. También reconocía que había días en que escondía la cabeza en la almohada y lloraba.

Por Gerardo Szalkowicz

Se fue sin encontrar a Clara Anahí. No pudo cumplir el sueño que soñó cada segundo de sus últimos 42 años. Pero deja un vendaval de enseñanzas, un manual de coherencia y tenacidad que la transformaron en uno de los principales íconos de la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia. Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, falleció el lunes a los 94 años. Días atrás nos había recibido en su casa y la palabra “esperanza” fue la más repetida durante la conversación. “Nunca hay que bajar los brazos”, sentenció, con un optimismo a prueba de balas, desilusiones, achaques físicos y mentales.

Durante el diálogo, Chicha habló claro, pausado y pedía perdón cuando la memoria le ponía obstáculos al relato. Se acercaba la fecha de un nuevo cumpleaños de Clara Anahí (fue el pasado 12 de agosto) y se imponía la pregunta sobre las sensaciones que la atravesaban: “A veces siento un gran desaliento, porque siempre pienso: ¿y si hubiera hecho esto? ¿Y si fallé no haciendo lo otro? ¿Pude haber hecho más? Una siempre quiere hacer más. Sale a la mente, al corazón, lo que no se pudo hacer. Son épocas muy difíciles, a esta altura cuando vos sabés que no podés hacer tanto como antes. Pero igual se puede hacer, así que lucho desde aquí. La esperanza nunca la hemos perdido. La esperanza siempre está”.

Se fue sin encontrar a Clara Anahí. No pudo cumplir el sueño que soñó cada segundo de sus últimos 42 años. Pero deja un vendaval de enseñanzas, un manual de coherencia y tenacidad que la transformaron en uno de los principales íconos de la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia. Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, falleció el lunes a los 94 años. Días atrás nos había recibido en su casa y la palabra “esperanza” fue la más repetida durante la conversación. “Nunca hay que bajar los brazos”, sentenció, con un optimismo a prueba de balas, desilusiones, achaques físicos y mentales.

Durante el diálogo, Chicha habló claro, pausado y pedía perdón cuando la memoria le ponía obstáculos al relato. Se acercaba la fecha de un nuevo cumpleaños de Clara Anahí (fue el pasado 12 de agosto) y se imponía la pregunta sobre las sensaciones que la atravesaban: “A veces siento un gran desaliento, porque siempre pienso: ¿y si hubiera hecho esto? ¿Y si fallé no haciendo lo otro? ¿Pude haber hecho más? Una siempre quiere hacer más. Sale a la mente, al corazón, lo que no se pudo hacer. Son épocas muy difíciles, a esta altura cuando vos sabés que no podés hacer tanto como antes. Pero igual se puede hacer, así que lucho desde aquí. La esperanza nunca la hemos perdido. La esperanza siempre está”.

Clara Anahí Mariani Teruggi tenía tres meses cuando fue secuestrada y desaparecida, el 24 de noviembre de 1976, durante un operativo que supervisó personalmente Miguel Angel Etchecolatz, por entonces director de Investigaciones de la Policía Bonaerense.

Ese día, un descomunal despliegue de fuerzas militares y policiales irrumpió en la casa de Diana Teruggi y Daniel Mariani, en las calle 30 entre 55 y 56 de La Plata. Allí también funcionaba una imprenta clandestina del periódico Evita Montonera. Fueron asesinados Diana y otros cuatro militantes. Diana fue acribillada por la espalda y cayó cubriendo con su cuerpo a su pequeña hija Clara Anahí. La casa es hoy un Sitio de Memoria y aún conserva las huellas de la ferocidad represiva.

María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani comenzó ese día la eterna búsqueda de su nieta. Fue una de las fundadoras y segunda presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. En 1989 se fue de la organización y creó la Asociación Clara Anahí.

–¿Cómo hizo para no bajar los brazos después de tantos años sin respuestas?

–Las heridas que se ocasionaron, los sufrimientos, a veces las alegrías también, te van formando una personalidad muy especial. Mirá, a veces escondo la cabeza debajo de la almohada y lloro ahí. Pero todo lo que despierta la búsqueda, la sensación de injusticia de lo que una ha tenido que sufrir, te da unas alas que ninguna otra cosa te puede dar. Es como un motor que se lleva junto con todo lo que una perdió. Lo que te da el amor, el amor que sale de lo más profundo. La fuerza que tenés es el amor por los nuestros y los ajenos.

–¿Qué aprendizajes o enseñanzas de vida le gustaría transmitir?

–Que nunca hay que bajar los brazos. Y estar siempre alerta, jamás permitir que se viole un derecho humano porque detrás vienen otros. Educar a los chicos, hacerlos partícipes de los problemas. No dejar que la inercia o el cansancio o la decepción nos abarque. Y no parar nunca, esa ha sido una premisa en mi vida. Siempre se aprende, no hay que cerrar nunca ningún camino, hay que hacer todo lo que se pueda, hasta el final.

Cada tanto a Chicha se le escapaba un ¿dónde está Clara Anahí?, la pregunta omnipresente en sus días y sus noches. “En cada segundo”, aclaraba. Y reafirmaba la ilusión que nunca la abandonó: “Yo siempre pienso que la voy a encontrar, la busco tanto y de tantas maneras que tengo la esperanza… Sí, yo pienso que la voy a encontrar”.

Algún día Clara Anahí va a aparecer. Y desde algún lado se asomará la sonrisa de esta enorme mujer que hizo de la esperanza una bandera y que, días antes de emprender su último viaje, nos regaló como despedida aquella frase de Martin Luther King que aferró como lema de vida: “Aunque el mundo se termine mañana, yo plantaré mi manzano”.

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  Murió Chicha Mariani, una de las

fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo

22 de agosto de 2018

La activista no llegó a encontrar a su nieta, que fue secuestrada por la dictadura cuando tenía tres meses.

Una de las principales referentes de la lucha por la búsqueda de los bebés y niños robados durante la dictadura argentina, María Isabel Chicha Chorobik de Mariani, murió en la noche del lunes. La activista y defensora de los derechos humanos había sufrido un accidente cerebrovascular diez días antes y estaba hospitalizada desde entonces.

Chicha tenía 94 años de edad y 42 de lucha. Se dedicó a la docencia hasta el 24 de noviembre de 1976, cuando el rumbo de su vida cambió para siempre. Esa noche, funcionarios del Ejército y la Policía entraron en la casa de su hijo en La Plata y asesinaron a su nuera, Diana Teruggi, y a otros cuatro militantes de Montoneros. Además, los represores se llevaron a la hija de Teruggi, Clara Anahí Mariani, que sólo tenía tres meses y, según testigos, estaba viva. El padre de Clara Anahí e hijo de Chicha, Daniel Mariani, fue asesinado nueve meses después.

Ya para ese momento, la mujer había recorrido todos los hospitales e instituciones que pudo en busca de su nieta. Ante los intentos frustrados de encontrarla, decidió ponerse en contacto con otras mujeres que no conocieran el paradero de sus hijos o de sus nietos. En esa búsqueda encontró a Madres de Plaza de Mayo, que tenía apenas unos meses de existencia. Allí conoció a Alicia Licha de la Cuadra. Junto con ella y otras diez mujeres, en noviembre de 1977 fundó Abuelas de Plaza de Mayo.

La misión de la organización estuvo clara desde el principio: localizar a los cerca de 500 bebés y niños robados durante el terrorismo de Estado. Para lograrlo, las abuelas golpearon puerta por puerta los hogares de niños, las guarderías e incluso hicieron guardias en las casas de las posibles familias de apropiadores. En 1989, después de 11 años de trabajo constante, Chicha abandonó Abuelas, pero no dejó la lucha. Siete años después, creó la Fundación Anahí, en honor a su nieta. Dedicó su vida a la lucha por encontrarla, acompañada por otras abuelas, abogados y militantes de derechos humanos, especialmente de La Plata.

En 2006, cuando ya se habían anulado las leyes de impunidad y comenzaron los juicios contra los represores que habían cometido delitos de lesa humanidad durante la dictadura, Chicha denunció ante el Tribunal de La Plata los operativos que había llevado adelante el represor Miguel Etchecolatz. Uno de esos fue el que terminó con su familia. La activista no se cansó de exigirles a los enjuiciados que aportaran datos sobre el paradero de su nieta. Incluso, tuvo que soportar que el propio Etchecolatz dijera, en una audiencia de octubre de 2011: “Podría aportar datos y elementos de prueba sobre el destino de Anahí Mariani a quien pueda estar necesitándolo, porque fui testigo presencial de aquellas circunstancias generadas”. Evidentemente, nunca lo hizo. Para Chicha, esa no fue más que una “manipulación perversa”, según dijo en varias entrevistas.

Luego de conocer la noticia sobre su muerte, las Abuelas de Plaza de Mayo prometieron en un comunicado: “Seguiremos buscando a Clara Anahí”. La organización, de la que Chicha fue la segunda presidenta, la recordó como “una mujer fundamental en los inicios de la búsqueda de los niños y niñas apropiados por el terrorismo de Estado y un símbolo de la lucha por los derechos humanos”.

Distintos referentes de organizaciones políticas y sociales recordaron a la activista. El secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de Argentina, Claudio Avruj, escribió en Twitter: “Lamento el fallecimiento de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, incansable luchadora y un símbolo de los derechos humanos en nuestro país”.

Por su parte, el activista y premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel publicó una foto junto a la fundadora de Abuelas con el mensaje: “¡Hasta siempre, querida Chicha! El pueblo argentino sigue tu lucha y la búsqueda de Clara Anahí”. Más tarde, en Facebook, recordó la “entereza” de Chicha para “construir espacios de participación social y memoria”.

Para la diputada Victoria Donda Pérez, que es una de las nietas restituidas por las Abuelas, Chicha es ejemplo de “coherencia” y “tenacidad”. La también diputada y abogada Myriam Bregman destacó “su inteligencia y el enorme cariño” con el que trataba a quienes compartían “la pelea por condenar a los genocidas”. También afirmó: “Etchecolatz sí sabe dónde está Clara Anahí Mariani”.

Desde 1978, las Abuelas restituyeron la identidad de 128 personas, 40 en la última década, y siguen buscando. Chicha murió sin poder encontrar a su nieta.

Hasta siempre

Nos conocimos con Chicha, en el 83, cuando crucé el río para hacerme de una información que guardaba en una lata de té, enterrada en los fondos de su casa en La Plata.

Alguien le había pasado el papelito en un apretón de manos mientras hacían la ronda en la Plaza de Mayo.

Recordaba con precisión que hablaba de un bebé pelirrojo y de inmediato su memoria enfocó la otra orilla del Plata. Como los mensajes delicados, este hizo un camino secreto. Pasó de boca a oreja hasta llegar a mí, que hasta entonces no había tenido ninguna pista de fuentes confiables.

Chicha nunca llegó a encontrar la lata de té enterrada y nos valimos de palabras y fechas probables, que su memoria había retenido.

Eran tiempos en que llegaba mucha información a los organismos de derechos humanos argentinos. Recién estaban saliendo a la luz pública los crímenes sucedidos durante la dictadura y, sin duda, el conocimiento del secuestro de niños conmovió no sólo a los argentinos, sino a la comunidad internacional.

Luego vino mi decisión de dejar Uruguay para radicarme nuevamente en Argentina y pasar a trabajar con Abuelas de Plaza de Mayo en su local de la calle Montevideo, en la ciudad de Buenos Aires, que Chicha Mariani presidía.

Cerca de 30 años después, visité a Chicha, en su casa de La Plata, con mi hijo Simón, el niño pelirrojo, del que nunca se había olvidado.

Fue el mejor homenaje que pudimos hacerle a esa vieja luchadora que aún retenía en su memoria los nombres y las historia de tantos y tantas niños y niñas que junto con su Anahí, seguía buscando.

Hasta siempre, querida Chicha.

Sara Méndez

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Réquiem para Chicha

Murió fundadora de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Fabián Kovacic

María Isabel Chorobik de Mariani fundó la agrupación Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, devenida en 1983 en Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Buscaba a su nieta Clara Anahí desde 1976. Falleció a los 95 años sin encontrarla.

El disco con el “Réquiem” de Giuseppe Verdi fue el único objeto intacto que emergió entre las cenizas la noche del 24 de noviembre de 1976, después de tres horas de bombardeo y metralla sobre la casa de la calle 30 en la ciudad de La Plata. Los generales Guillermo Suárez Mason, Ramón Camps y Miguel Etchecolatz comandaban furiosos el ataque, según recuerda Eduardo Galeano,1 la tarde en que María Isabel Chorobik de Mariani, “Chicha”, inició el camino que la convirtió en una abuela de Plaza de Mayo.

Los tres militares sabían que en los fondos de la casa funcionaba una imprenta donde se editaba Evita Montonera, la revista de la militancia peronista en ese tiempo. Diana Teruggi corría desde la casa hacia el fondo, atravesando el jardín, cuando fue alcanzada por la ráfaga de ametralladora que la mató al pie del limonero que había plantado con su compañero, Daniel Mariani, hijo de Chicha, y con quien tuvo a Clara Anahí. La niña perdió a su madre a los tres meses de edad. Nueve meses más tarde perdería también a su padre.

Para la segunda mitad de 1977, sin esperanzas de encontrar a su hijo, Chicha Mariani decidió buscar a su pequeña nieta y dedicó su vida a esa tarea. Supo desde el principio que no sería sencillo. Confió sus esperanzas a los obispos de la Iglesia Católica, pero en su primer encuentro con monseñor Emilio Graselli se dio cuenta de que sería en vano: no sólo le dijo que su nieta estaba en manos de una familia pudiente, sino que le advirtió que no sería él quien la ayudara a recuperarla.

Se encontró con otras abuelas en su misma situación. Alicia “Licha” Zubasnábar de la Cuadra fue la primera que le abrió los ojos, como solía recordar. Junto con Licha fundaron la agrupación Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, que devino en Asociación Abuelas de Plaza de Mayo con la llegada de la democracia, en 1983. “Buscar a los nietos sin olvidar a los hijos” fue la primera consigna que las diferenció de las Madres de Plaza de Mayo.

Las denuncias de Chicha llegaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) en Washington a fines de 1978 y fueron el primer antecedente para que en 1979, en plena dictadura militar argentina, la Cidh desembarcara en Buenos Aires, el mismo día en que la selección juvenil, con Diego Maradona a la cabeza, se consagró campeona mundial de fútbol juvenil en Japón. Aquel 7 de setiembre Chicha esperó paciente sobre la Avenida de Mayo junto a varias decenas de familiares de desaparecidos argentinos, uruguayos y chilenos, para entregar el primer informe sobre 3.556 casos de desapariciones forzadas. A su alrededor los bocinazos y la alegría por el triunfo mundial los hostilizaban. Eran los días en que, refiriéndose a la visita de la Cidh, el relator de fútbol José María Muñoz acuñó la frase “los argentinos somos derechos y humanos”.

Licha de la Cuadra fue la primera presidenta de la asociación, y Chicha Mariani tomó esa responsabilidad en diciembre de 1983, cuando Raúl Alfonsín asumió como presidente, electo tras siete años de dictadura. Viajó por el mundo solamente para divulgar su búsqueda y las de las Abuelas. En cada viaje compraba una muñeca para su nieta Clara Anahí, con la esperanza de encontrarla y verla jugar. Cuando el paso del tiempo le mostró que la niña ya no estaba para muñecas compró otros juguetes y los atesoraba en su casa, la misma que había sido destruida por el bombardeo militar de 1976.

En 1989, año de cambios mundiales, también las Abuelas sufrieron el cimbronazo de la época, y las diferencias internas llevaron a Chicha a fundar la Asociación Clara Anahí, con sede en su casa de La Plata, para seguir buscando a su nieta tras separarse de las Abuelas de Plaza de Mayo. La casa hoy alberga la sede de la asociación, fue reconstruida y convertida en monumento histórico nacional por decreto en 2004.

“Etchecolatz sabe dónde está mi nieta”, sentenció hace algunos meses. “Pero la justicia, en lugar de obligarlo a aportar esa información, lo premia con la prisión en una casa de veraneo”, se lamentó cuando los jueces decidieron enviar al ex segundo jefe de la Policía Bonaerense (en 1976) a residir en el apacible bosque de Mar del Plata. Chicha participó activamente en los Juicios por la Verdad, iniciados a mediados de los años noventa precisamente en los tribunales de La Plata. Fue durante esos juicios cuando tuvo la confirmación de que su nieta había sido rescatada con vida del ataque a la casa y entregada por la policía a otra familia. Pero el silencio contundente de los represores impidió más información y hasta ahora Clara Anahí sigue siendo motivo de búsqueda.

Apenas asumido el gobierno de Mauricio Macri y en medio de una serie de medidas hostiles contra los organismos de derechos humanos, en la Navidad de 2015 una cordobesa se presentó declarando ser Clara Anahí. Los medios y Chicha mostraron su sorpresa y felicidad, pero el análisis genético aportado por la joven resultó no ser correcto, y posteriores análisis oficiales descartaron el parentesco. Para muchos ese fue el momento en que comenzó a quebrarse la fortaleza de la abuela, y sus años golpearon duro. Pero en una entrevista en febrero pasado, con 95 años, todavía afirmaba: “No puedo darme el permiso de morirme, porque antes tengo que encontrar a mi nieta”. Todavía sus fuerzas la impulsaban a avanzar.

Aquel día en que sola se dispuso a juntar los escombros que había dejado el ataque a su casa y a depositarlos en cajas en la calle, los recolectores de basura las levantaron con delicadeza y cargaron el camión con el pasado de muerte que la dictadura acababa de dejarle. “María Isabel les agradece esta caricia, que es la única que ha recibido desde que empezó el dolor”, remata Galeano en su relato. El 20 de agosto, después de sufrir un Acv, quizá Chicha haya recordado aquellos basureros y la suave melodía del “Réquiem” de Verdi, mientras se preparaba para seguir buscando desde otro lado a su nieta, Clara Anahí.

  1. Memoria del fuego. Tomo III. Siglo XXI Editores, novena edición, Madrid, España, 1990. “Hincada sobre sus ruinas una mujer busca”, página 211.

 

 

 

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