Repercusión del 8M

  Si hay miedo, no hay éxito

El 8M, las amenazas y el despliegue policial

 

Daiana García

13 marzo, 2020

La del domingo fue la primera marcha del 8 de marzo del gobierno de Luis Lacalle Pou y también la primera convocatoria masiva. A pesar de las amenazas y los rumores de represión, más de 350 mil personas inundaron 18 de Julio, una asistencia histórica. Las autoridades evalúan el operativo como “exitoso”, pero en el movimiento social consideran que el despliegue policial –200 efectivos, un helicóptero y tanquetas– fue exagerado para una movilización que siempre ha sido pacífica.

Todo comenzó unos cuantos días antes. Todas sabíamos que este 8 de marzo no sería igual, porque se trataría de la primera manifestación masiva, a una semana de que asumiera el nuevo gobierno. Sin embargo, era difícil imaginar lo vertiginoso del cambio. Las horas previas a la marcha se vivieron con preocupación; las mujeres intercambiamos recomendaciones y precauciones frente a la posibilidad de la represión, pero no sólo. La alarma se fundaba también en otra posibilidad: que algún integrante de los grupos antiderechos cumpliera sus amenazas: el grafiti de la Facultad de Psicología (“Feminazis se les terminó el recreo. Si se hacen las locas el 8/3, palo y palo”) y la publicación del colectivo Varones Unidos (que se define como defensor de la comunidad masculina y está expresamente en contra de la agenda feminista), que a la foto de la pintada en el baño universitario añadió: “Las feminazis que orinan frente a la catedral y usan ‘matá a tu padre’ como eslogan, se ofenden por este graffitti con marcador en la puerta de un baño. Al menos esperen a ver lo que preparamos para este año”. Estas expresiones demostraron que no sólo causan polémica y espanto, sino también que son representativas de ciertas subjetividades antifeministas, que tienen representantes en el nuevo Parlamento.

LA PREVIA. Pero hay más. Se sabía que el nuevo gobierno había manifestado su preocupación por la falta de carros lanzaguas para reprimir en manifestaciones masivas (véase “Pálpitos”, Brecha, 28‑II‑20). Luego vino la nota de Búsqueda en la que, de forma anónima, el Ministerio del Interior expresaba preocupación porque veía la marcha como “la primera prueba” en torno a la seguridad. Esto, durante la misma semana en la que brotaban denuncias de abuso policial y empezaban a verse oficiales a caballo patrullando en la capital.

Los días previos a la marcha fueron distintos a los de otros años. Empezó a circular un sinfín de recomendaciones por si era necesario correr o por si terminábamos en una comisaría: ir con calzado cómodo, no alcoholizarse ni consumir drogas, no marchar solas, no llevar mochilas pesadas, tener los teléfonos con carga. Circularon una lista de lugares donde refugiarse si la cosa se ponía fea y la idea de llevar limón, un viejo remedio casero para paliar los efectos del gas lacrimógeno. Para quienes tenemos menos de 40, pensar en esto antes de asistir a una marcha es inaugurar un hábito, porque, si bien en los últimos años hubo represiones (durante el desalojo del Codicen en 2015 y la manifestación contra Upm 2 en 2019), estas no fueron una estrategia sistemática frente a la protesta.

La preocupación creció cuando el domingo vimos que el operativo era atípicamente grande. Un helicóptero vigilaba desde las alturas, y había tanquetas estacionadas en algunos puntos céntricos y un despliegue policial visiblemente mayor que los de otros años. Tanto es así que muchas mujeres marcharon sin sus hijos e hijas, y otras tantas con dificultades de movilidad no participaron “por si pasaba algo”. Hace un año, era impensado que el temor apareciera al asistir a la marcha del 8M.

Con tanta información previa, era difícil distinguir entre la precaución y la exageración. Lo cierto es que las más jóvenes estrenamos una sensación: el miedo a marchar. Sin embargo, había un argumento que bajaba la pelota al piso: como todos los años, Beatriz Argimón asistiría sin seguridad. En Río Negro y 18, con una pancarta que rezaba “paridad”, firmada por el Centro de Estudios y Formación Josefa Oribe, la vicepresidenta esperaba para marchar. La acompañaban otras mujeres nacionalistas y de otros partidos de la coalición, entre ellas, la candidata a intendenta Laura Raffo.

Argimón tiene una larga historia de lucha por los derechos de las mujeres. Es fundadora de la Bancada Bicameral Femenina y la Red de Mujeres Políticas, que han sido vitales para que en el Parlamento se discuta y se legisle con perspectiva de género. Sin embargo, a la altura de Cuareim, dos señoras, que sabían de su presencia, sostenían una pancarta que decía: “Argimón traidora del feminismo”. A pesar de los méritos del pasado, muchas no le perdonan su presente: integrar un gobierno en cuyo gabinete hay sólo dos mujeres y pactar con Cabildo Abierto, un partido abiertamente antifeminista. Tampoco le dejan pasar la nueva candidatura de Carlos Moreira a la Intendencia de Colonia. Una periodista de El País difundió en Twitter que Argimón debió retirarse de improviso debido a los cánticos de los “grupos más radicales”, lo cual ella desmintió: “Eso no es verdad, marché con total tranquilidad con mis compañeras”.

EL OPERATIVO. Para el Ministerio del Interior y el jefe del operativo, Robert Paz, fue “un éxito”: sin incidentes ni detenciones (véase entrevista). Sin embargo, los diversos colectivos feministas coinciden en que fue exagerado y rechazaron la dimensión del despliegue. Para María Noel Sosa, de la Coordinadora de Feminismos, la diferencia fue clara respecto de otros años: un vallado que llegaba hasta la calle frente a la Iglesia del Cordón, con una veintena de policías del lado de afuera; puntos que antes no se habían protegido, como el Banco República, y una presencia más visible de la Guardia Republicana en las calles. La Coordinadora reforzó la zona de la iglesia con una cinta de “Pare” y un cordón de manifestantes, ya que podía ser un punto de conflicto. Sin embargo, Sosa aclara que esta decisión no se implementó para preservar la iglesia, sino para cuidar a las compañeras que marcharan.

Tamara García, de la Intersocial Feminista, otro de los colectivos más importantes que participaron en la marcha, fue una de las 50 mujeres sindicalistas que estuvieron a cargo de la autodefensa en ese bloque. Si bien no hubo una coordinación general de la marcha ni con el propio ministerio, García explicó a Brecha que las 50 mujeres estaban desplegadas en toda la movilización y que, en el que caso de que hubiera habido algún tipo de represión, la prioridad habría sido el bloque antirracista y el colectivo de las mujeres con discapacidad, que en estas situaciones están más expuestas. Si bien la organización sabía que no había que entrar en provocaciones, estaba segura de que debían estar preparadas; por eso decidió tener un grupo de compañeras abogadas disponibles para actuar rápidamente en casos de abuso. A su juicio, hablar de “operativo exitoso” es incorrecto cuando hubo un despliegue innecesario para los antecedentes de una marcha que siempre fue pacífica.

La marcha del domingo fue distinta no sólo en las horas previas y en su transcurso, sino también al final. En conversación con Brecha, García contó que en la Intersocial estaban avisadas de que los desvíos de tránsito este año los haría el Ministerio del Interior (y no la Intendencia). La diferencia se sintió al finalizar la movilización: otros años se ha permitido que 18 de Julio se desagotara gradualmente, mientras que este año enseguida comenzaron a pasar los ómnibus con escolta policial. Una forma hostil de liberar la avenida.

GANAR IGUAL. Para Sosa, la marcha salió bien, pero no por el operativo montado, sino porque han “aprendido a organizar una huelga feminista”: “Es el cuarto año que la hacemos”. La militante es consciente de que en las horas previas floreció el temor sembrado días antes, pero destaca que, a pesar de eso, “hubo niñas, bebés y colectivos de discapacidad”, e incluso la manifestación fue “más grande ante la amenaza”. De alguna forma, el miedo no se robó la fiesta, una de las maneras de vivir el 8M: “Hubo circo, danza, folclore y percusión”. Para la vocera de la coordinadora, esa es la prueba de que “la calle es nuestra” para seguir luchando por “vidas libres y gozosas”. Si bien es cierto que algo se rompió, porque el miedo a la protesta también es violencia, históricamente, ante la amenaza, la resistencia se redobla.

Con Robert Paz, jefe del operativo del 8M

“En lugar de cuestionarlo habría que aplaudirlo”

—¿Qué evaluación hace del operativo?

—El operativo fue exitoso. Nos hicieron llegar las felicitaciones de las autoridades ministeriales y de la jefatura. Cuando se planifica un operativo y se cumplen los objetivos se entiende que el trabajo fue bien realizado. Si tenés incidentes, hechos de violencia o detenciones, es un problema. Sin embargo, no quiere decir que en ese caso el operativo fuese malo. De la planificación depende prever lo que pueda pasar, hay cosas que podés evitar y otras que no, y para las que no, tenés que tener una respuesta para corregirlas. Todas esas cosas se tienen en cuenta en el despliegue.

—¿Cuántos efectivos se destinaron al operativo? Se cuestionó que el número fue excesivo.

—Hubo cuestionamientos de ese tipo, pero es más problemático que haya muy poca gente y que ante una situación anormal no se pueda responder adecuadamente a que tengas todos los recursos y no sea necesario utilizarlos, si es así, mucho mejor. Hubo alrededor de 200 efectivos, es decir uno cada mil y pico de personas.

—¿Por qué entre esos 200 había una importante presencia de personal femenino?

—Fue en la misma proporción que tiene la Policía hoy, que entre hombres y mujeres andan dos a uno, algo así era lo que había.

—En otras oportunidades en las que se ve fuerza de choque, en los partidos de fútbol, por ejemplo, no es común ver tantas agentes de Policía. ¿Fue una decisión en función de que se trataba de la marcha por el 8 de marzo? ¿Era parte de la estrategia por si había que reprimir?

—Me lo han preguntado varias veces, y esto te lleva a reflexionar. Si una de la consignas es por igualdad, por no discriminación, por igual salario, por acceso a cargos gerenciales, entonces en ese caso la Policía es un ejemplo, las mujeres cobran lo mismo que los hombres. Si a una persona que trabaja en la misma actividad no la dejas hacer determinadas tareas, la estás discriminando. Las agentes de la Policía estaban haciendo el mismo trabajo porque tiene las mismas capacidades. En lugar de cuestionarse estas cosas habría que aplaudirlo, porque todo lo que se está reclamando, la Policía lo está cumpliendo.

—¿Es cierto que mientras se desarrollaba la marcha hubo un grupo de efectivos marchando en paralelo por la calle San José?

—Es parte del operativo. Si prevés que puedan ocurrir una gama de situaciones a las que tenés que dar una respuesta y tenés gente en un puesto fijo, no los vas a desafectar de ahí, tenés que tener otra gente para atender una eventual situación. Además, se tuvo la precaución de que estuvieran lo menos visibles posible, que no se sintiera como una ostentación de fuerzas. La idea era que todo fuera normal, como, de hecho, lo fue. Uno está acostumbrado a recibir cuestionamientos cuando hay cosas que no salen bien, pero no cuando las cosas salen bien: cuando no hubo detenciones, no hubo incidentes, ni se cuestionó el accionar de ningún funcionario. Como sociedad deberíamos felicitarnos por eso, porque no es sólo el resultado de una planificación y de la puesta en práctica del operativo, también la gente tuvo conciencia, y las organizaciones les dijeron a sus manifestantes que fueran en paz, tomaron medidas.

—¿Cuánto incide en esta valoración exitosa el trabajo de los colectivos?

—Eso hay que reconocerlo, y está muy bien que así sea. Creo que de todas las cosas hay que tomar las buenas prácticas, como en los recitales de rock, cuando los artistas que tienen llegada promueven desde el escenario cuidarse entre todos. Es un manejo responsable y hay que valorarlo, hay que exhortar a que las cosas sucedan con tranquilidad.

—¿Qué situaciones hubieran derivado en una orden de represión?

—La Policía debe actuar ante la configuración de una figura delictiva.

—¿Si se manchaba la iglesia, por ejemplo?

—Es delicado. Ser jefe de operativo implica tomar ese tipo de decisiones y hacerse responsable de estas. Es parte del trabajo profesional del operativo. Ante qué situaciones se actuaría no son cosas a divulgar públicamente. En toda situación que configure un hecho delictivo por ley, la Policía tiene que actuar, si no, está en omisión. Ahora, la forma y hasta dónde, es lo que debe evaluarse para que el remedio no sea peor que la enfermedad, y el accionar policial tiene que ser proporcional y racional. Hay que medir, por ejemplo, si lo hacés en el momento o se toman acciones posteriormente.

—¿Qué filmaciones se hicieron en el marco de la marcha y con qué fines?

—No hubo ninguna, ni estaba previsto. Además, ¿con qué sentido? Se usó la tecnología con la que cuenta la Policía: las cámaras de calle y el apoyo del helicóptero.

—¿La dimensión del despliegue, la cantidad de efectivos, el uso del helicóptero y de las tanquetas son decisiones que le corresponden al jefe del operativo?

—La conformación del operativo la establece la Dirección de Planificación y Estrategia,1 yo ejecuto la orden.

  1. Brecha intentó comunicarse con los altos mandos del Ministerio del Interior, pero no obtuvo respuesta.

 

 

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