Tres opiniones sobre la “hazaña” de las firmas contra la LUC

Una nueva epifanía desbordó el

manantial de los sueños

Por Federico Fasano Mertens

14 julio 2021

La historia está borracha. Este 8 de julio el pueblo uruguayo decidió embriagarla de alegría apelando a la magia, al ingresar 797.261 voluntades a la Corte Electoral para que resplandezca la democracia directa.

Esta hazaña sin precedentes fue la acumulación más difícil, sorpresiva e impensable de la izquierda uruguaya en su traumática historia. Superó la proeza del 1 de octubre de 1992 cuando le torció la mano al padre del actual presidente pulverizando su hiper ley que pretendía entregar a los privados la riqueza de la Nación, desarmando la potencia de las empresas públicas. En esa oportunidad, 693.688 ciudadanos, forzaron el llamado a un referéndum que impidió la entrega de los activos estatales, siendo el primer referéndum en el mundo donde la privatización fue derrotada.

Se nos dirá que el padrón electoral del 92 tenía 335.078 menos habilitados que en el 2021, pero aun así, sumando el 25% de esa diferencia, las voluntades de esa época hubieran ascendido a 777.457 ciudadanos, cifra menor a las firmas presentadas este 8 de julio en la Corte Electoral, sin contar que es mucho más engorroso ir a pedir las firmas, hacerle tres pruebas de impresiones digitales y repetirlas ante los errores de pulsión, que acudir como en el 92 a pedir el referéndum en una urna, que fue el método elegido.

Vale la pena destacar que en el 92 no había pandemia, existió una intensa campaña pro referéndum liderada por el joven diario La República que destinó 120 tapas consecutivas al tema con el apoyo todos los días de la recuperada CX30 Radio Nacional que integraba el Multimedio Plural, hubo además cadenas de televisión para ambos bandos, prohibición que se decretó en esta oportunidad, hubo muchos wilsonistas y batllistas indignados contra la entrega de nuestra principal riqueza que apoyaron el referendum y además para ahondar la comparación no se perdieron 5 de los 12 meses de plazo en discusiones bizantinas sobre si se impulsaba o no el referéndum, como ocurrió en esta instancia. Todos estos apoyos no existieron para concretar la proeza de hoy, por lo que reafirmo que ha sido la gesta de mayor éxito en la historia de la izquierda uruguaya. Aclaro, no la más importante, como las jornadas del 5 de febrero de 1971, las de la huelga general de 1973, la del plebiscito del 80, la del hito electoral del 31 de octubre del 2004 donde cesó la hegemonía centenaria de los partidos tradicionales, la del referéndum de 1992, pero sí la más dificultosa y casi imposible por la carrera de obstáculos interpuestos, doblegados in totum contra toda esperanza.

Incluso superando el plebiscito del 80, donde eran todos los partidos políticos unidos, con escasas excepciones, enfrentados al despótico proyecto militar y a sus cómplices civiles.

Fracasó mi prognosis. Firmé y aporté firmas, pero nunca creí que llegaríamos a las 700 mil voluntades necesarias para reemplazar el descarte inevitable del 4% de los firmantes. Cuando acudí con Sonia Breccia a firmar en Maldonado nos llamaron del Comité para decirnos que a ambos nos habían rechazado las firmas por imprecisión en las huellas dactilares. Tuvimos que firmar de nuevo, esta vez en la sede del Pit-Cnt, para asegurar su validez. Esta precisión en las huellas dactilares que exige una adecuada fijación en el formulario fue otra dificultad que tuvo que ser sorteada por la infatigable militancia.

Pero sabido es que la lucha que se pierde es aquella que se deja.

No pretendía que esas firmas resultaran ser como uno de los éxitos más extraordinarios del pueblo uruguayo como el plebiscito del 80 o el referéndum del 92. Pero resultó serlo.

Era imprescindible una nueva epifanía para resucitar a la izquierda uruguaya. Se obtuvo.

Ser grande es casarse con una gran querella. La izquierda volvió a probar su grandeza. La historia es una hazaña de la inconformidad. Todos los 8 de julio habría que festejar en nuestro país el día de la inconformidad.

Parecía que el debilitado músculo de la izquierda uruguaya se había empachado de espinaca.

Fue un manantial de los sueños desbordándose, exultante magia primitiva, que se convirtió en pura poesía. Poesis para los griegos significaba hacer que ocurriera algo extraordinario. Esa fue la poesía que recitó el 8 de julio el pueblo uruguayo, contra todo pronóstico, contra toda pandemia, contra todo bloqueo mediático, contra toda mezquindad utilizada en forma soez para evitar la democracia directa.

La ética democrática de este formidable esfuerzo político se engarzó con la estética maravillosa del maracanazo social de los últimos 4 días, donde se obtuvieron 100 mil firmas en solo 96 horas.

No dejaron cuerda sin templar. El cambio de estrategia pasando de la militancia pasiva a la activa, de la mesita en la plaza al casa por casa, tuvo un resultado asombroso. Parecido al empujón final del balotaje donde nos ganaron por solo 28.666 votos.

Qué cosecha compañeras, qué vendimia compañeros. Duele el alma de tanta alegría. Alguien dijo “échate a volar y tendrás alas”, que bien aplicado este aserto a esta gesta memorable.

No me resigno a olvidar en esta hora de inmenso gozo, los versos del genio de Ruben Darío en su fermental Cantos de Vida y Esperanza: “Unanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos, formen todos un solo haz de energía ecuménica”.

Nuestro pueblo quizás no leyó a Max Weber, pero actuó como si lo hubiera leído: “Es una verdad probada por la historia que solo persiguiendo lo imposible se alcanza lo que en cada etapa es posible”.

No entendió la coalición gobernante que no hay democracia sin demócratas y que la democracia no termina en las urnas, comienza después de las urnas. Cara puede costarle su distracción.

Después de la hazaña viene ahora la digestión de la victoria. La Corte Electoral no tendrá más remedio que aceptar el referéndum. Tiene 330 días corridos para que se exprese la ciudadanía. Son 150 días hábiles para constatar las firmas más 120 días corridos para convocar la consulta. El último plazo es junio del año próximo, pero puede ser antes si trabajan a tiempo completo.

El referéndum del 2022 será la tercera vuelta nacional de esta historia: octubre de 2019 primera vuelta, noviembre de 2019 segunda vuelta. Como si fuera una elección de medio término como tienen Argentina, México, Venezuela y EE.UU.

Será un referéndum muy disputado. Gobierno conservador contra oposición progresista.

Neo-liberalismo versus democracia real. Derecha contra izquierda. Para derrotarlos se necesitará descubrir la urdimbre conceptual del país. El porqué del cómo. Apelar al Gramsci en busca de las claves para acceder a la dirección moral e intelectual de la sociedad. Reencontrar la espesura de la realidad social y hacer resurgir los dolores que se ocultan en ella.

Será un ensayo general de los próximos comicios del 2024.

Para recorrer el difícil tránsito de los mitos a la historia no basta la voluntad ni la militancia, es necesario no caer en la perezosa tentación de creer, solo en el fair play, o en la levedad del conflicto.

La democracia no es solo consenso. Es conflicto más consenso. El adversario histórico es poderoso, astuto, muchas veces tramposo y cuenta con todos los medios para imponerse. No neguemos el conflicto, no seamos ingenuos, sin dejar de ser principistas. Seamos conscientes de que la verdad es un terreno en disputa. En 15 años de gobierno no supimos construir un poder suficiente para persuadir culturalmente y acceder a una cuarta oportunidad. Para oponer la fuerza cívica ciudadana a la nueva coalición dominante se precisan más que 800 mil firmas. Se requiere una inversión intelectual y estratégica que reconozca la hondura de la disputa.

No olvidemos que la disputa será idea contra idea. La mitad del país contra la otra. En estas firmas no fueron pocos los ciudadanos que pusieron su rúbrica para que el pueblo se pronuncie, para que el pueblo se entere, para que se transparente una ley aprobada entre gallos y medianoches a espaldas de un debate profundo y docente sobre su contenido. Y algunas de esas firmas no estaban contra una ley que desconocían. Habrá que persuadirlos, con razones y explicaciones claras, precisas, docentes. Y sobre todo con mucho respeto y mucha paciencia.

Las democracias producen sorpresas pero su más alta constatación es la reflexión de las sociedades civiles. Las luchas civiles no se ganan sin la existencia de antagonistas. No olvidemos la lección de los últimos tres lustros, donde la ingenuidad y la ausencia de construcción de poder, no nos permitió ni siquiera disponer de una batería de medios de masas para bregar en igualdad de condiciones en la batalla cultural, en la que fuimos desbordados por un manipulado desencanto.

La hazaña del 8 de julio puede reparar la transitoria derrota histórica.

No la desaprovechemos. El futuro nos está llamando. Consumemos la gran catarsis nacional pendiente. Las alegrías que nos quedan en este 8 de julio son también los 1.207 días que nos faltan para empuñar de nuevo el timón del Estado.

Asumamos el rol de obstetras de la historia y preparémonos desde hoy mismo a levantar la tapadera de las marmitas donde se cocina el porvenir.

Iniciativa por el referéndum contra

                     la LUC: un hito histórico

15 de julio de 2021 · 

Escribe Christian Mirza 

A pocos días de haber culminado la primera etapa, con la entrega de cerca de 800.000 firmas para habilitar un referéndum con intención derogatoria de 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC), varias reacciones se hicieron públicas y otros tantos analistas examinaron el hecho político más relevante desde el inicio del gobierno de coalición derechista. Las reacciones del oficialismo no sorprenden, sobre todo porque no esperaban un resultado tan contundente. Una primera idea que quiero subrayar es la siguiente: la eficaz articulación y conjunción de las fuerzas sociales y políticas logró una “hazaña” con el viento en contra, la mayoría de los medios de comunicación masiva en el mejor de los casos indiferentes, el gobierno colocando trabas (negando la cadena nacional, negando el corrimiento de los plazos de entrega de firmas) y en el marco de una pandemia. Desde mi perspectiva, esta es una lección concluyente. Toda vez que la izquierda social y la izquierda política se han propuesto una estrategia determinada en dirección a defender derechos, logros sociales o procurar avances políticos, han obtenido –casi siempre– muy buenos resultados.

Una segunda idea tiene que ver con otro ángulo de la relación entre los movimientos sociales y el Frente Amplio: el PIT-CNT ha “traccionado” fuertemente el proceso de recolección de firmas, por supuesto, junto con otros actores sociales, como la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, la Intersocial Feminista y varias organizaciones sociales más. La capacidad de convocatoria y movilización de los movimientos sociales guarda estrecha relación con su grado de legitimidad y credibilidad que, por otra parte, las encuestas de opinión pública no logran expresar. Asimismo, las estructuras organizativas de la izquierda política han demostrado, una vez más, contar con reservas muy significativas a la hora de movilizar a los miles de militantes a lo largo y ancho de todo el país. En todo caso, se trata de un gran triunfo de los militantes sociales y políticos, sin dejar de reconocer el papel y el formidable desempeño que tuvieron algunos dirigentes sociales y políticos.

La eficaz articulación y conjunción de las fuerzas sociales y políticas logró una “hazaña” con el viento en contra, la mayoría de los medios de comunicación masiva en el mejor de los casos indiferentes.

Una tercera idea se refiere a la decisión de algunas agrupaciones departamentales del Partido Colorado y del Partido Nacional, que genuina y efectivamente aportaron al ensanchamiento de la convocatoria. Si bien el peso cuantitativo tal vez no fue decisivo, su significado cualitativo simbólico es muy relevante, en la medida en que refleja la postura de corrientes –aunque minoritarias– aún presentes en los dos partidos tradicionales, que defienden la democracia directa y participativa de toda la ciudadanía.

Una cuarta idea refiere al escenario político resultante. En este sentido, se generó un hecho político de enorme impacto en tanto obliga al oficialismo a dar explicaciones y argumentar a favor de la LUC. Coincido con el analista Óscar Bottinelli en cuanto a que el actual gobierno se encuentra ahora en posición defensiva y exigido a modificar su agenda pública, lo que conducirá a un viraje sustancial del eje del debate a nivel nacional. Por otra parte, los “tiempos de gracia” o el crédito inicial adjudicados al oficialismo parecen agotarse.

Una quinta idea apunta a la etapa posterior a la validación de las firmas, etapa que ofrecerá otra oportunidad para explicar con más detalle y profundidad los alcances de los artículos más regresivos. Reconociendo las dificultades reales que la propia cantidad de artículos representa, el esfuerzo de difusión, argumentación y convencimiento de la ciudadanía se incrementará notablemente. El contexto económico y social es condicionante, pero no suficiente. La actitud de diálogo y respeto será, como lo fue, esencial para llegar a la meta en 2022. Asimismo, aquella complejidad señalada contiene aristas que facilitan la identificación y exposición de las razones para eliminar los 135 artículos del actual marco normativo. Se trata nada menos que una de las leyes que exhiben con relativa transparencia la propia cosmovisión de la derecha uruguaya en toda su amplitud. La derecha y los operadores mediáticos se apresuran ya a vaticinar los resultados, con encuestas hechas de apuro o, mejor dicho, con la misma urgencia que la propia ley. Será nuevamente la ciudadanía la que se habrá de expresar –por votación directa– para frenar el proyecto conservador y regresivo.

Christian Mirza es profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y fue director nacional de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social entre 2005 y 2010.

 Un choque frontal a la uruguaya

ESTEBAN VALENTI

Con la convocatoria al plebiscito sobre los 135 artículos de la LUC se iniciará un debate en serio, ante todo el país, sobre muy diversos temas y en realidad sobre la estrategia y la política de este gobierno, incluso más allá de la propia LUC.

14.07.2021

Los que la mayoría creyó imposible – me incluyo – se logró en un impulso final impresionante: se superaron las 800 mil firmas para realizar un plebiscito sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC). El gran protagonista fue el pueblo uruguayo, siempre pronto a dar sorpresas.

Este dato implica un cambio político de gran importancia en un panorama que venía bastante aplanado, con un gobierno cómodo, manejando la pandemia, con sus ritmos y su más absoluta y total arbitrariedad, incluso desoyendo opiniones profesionales muy destacadas y del propio Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). En una casualidad de la historia…el mismo día que se hizo el acto de homenaje-despedida al GACH se entregaron en la Corte Electoral las firmas recogidas contra la LUC.

Y el manejo de la pandemia, más allá de las duras polémicas de los últimos meses, incluyendo una interpelación parlamentaria, le era muy cómodo al gobierno. Las cifras que nos colocaron entre los 10 peores países del mundo en los indicadores de la peste, no afectaron en nada al gobierno, siguió impertérrito por su ruta y por otro lado mientras todos los datos económicos y sociales (caída del PBI, del empleo, de los salarios y jubilaciones, aumento de los índices de pobreza y miseria) con la sola excepción del aumento de las exportaciones, tampoco afectaron la imagen y el apoyo ciudadano al gobierno. Según las encuestadoras, rondaba el 60% y allí se mantenía.

A ello cabe agregar que sin ninguna base real y legal, violando la Constitución y dos leyes muy claras de 1992 (Puertos) y 2008 (Competencia) el gobierno entregó por decreto presidencial sesenta años de manejo indiscriminado de los contenedores en el puerto de Montevideo a la empresa belga Katoen Natie. La entrega de una de las llaves claves de la economía y la logística nacional, que no tiene precedentes históricos, porque se le agregó la última palabra en el Reglamento de atraque. Y nada, críticas, opiniones contrarias incluso dentro de la colación de gobierno y el gobierno inmutable. Se viene, como correspondía una interpelación.

Ahora todo ha cambiado, o mejor dicho todo puede cambiar, no es obligatorio, como casi todas las cosas de la política. Con la convocatoria al plebiscito sobre los 135 artículos de la LUC se iniciará un debate en serio, ante todo el país, sobre muy diversos temas y en realidad sobre la estrategia y la política de este gobierno, incluso más allá de la propia LUC.

El choque se basará en la capacidad de argumentación, información, explicación de parte de ambas partes sobre diversos temas, y sobre la marcha del país y su rumbo.

Incluirá aspectos legales y constitucionales, sobre los límites o no, que debe tener una LUC hasta incluir casi 500 artículos con los más diversos temas, pero lo más importante serán los contenidos, de la propia ley y sus cuestionados artículos como la orientación general del gobierno. Este último aspecto es inevitable.

La LUC es la clave de toda la política del gobierno, se complementa y se integra tanto con el Presupuesto Nacional, como con la Rendición de Cuentas. Además de marcar un nuevo método, que no había sido previsto o expuesto de forma abierta cuando se creó la LUC: el agrupar en tiempo y en contenidos los ejes principales de la política de un gobierno. Este que asumió el 1 de marzo del 2020, llevó esta condición de la LUC al extremo, con las únicas limitaciones – pocas por cierto – que le impusieron sus socios de la Coalición Multicolor.

Por ese rumbo arrollador siguió avanzando, tanto en los contenidos, como en las migajas entregadas a sus socios, como en ocupar todos los cargos posibles en el gobierno, desplazando figuras independientes e incluso integrantes de los otros partidos. El último ejemplo es el director de Uruguay XXI, Jaime Miller de Ciudadanos, Partido Colorado por Sebastián Risso del riñón blanco del gobierno. Y van…?

No es un empuje, un arranque, es una política que tiene claramente el objetivo de imponer en el país una polarización absoluta entre el Frente Amplio por un lado y el Partido Nacional del otro. Las demostraciones, tanto políticas, como ideológicas y del discurso son muchas y muy claras. Las encuestas son la demostración más categórica y aunque estamos lejos de las próximas elecciones, el objetivo es claro: consolidar la polarización a costa de sus propios socios en especial del Partido Colorado y naturalmente con el dominio total del Herrerismo dentro del Partido Nacional.

Una de las habilidades políticas en el debate, de parte de los adversarios de la LUC, debería tratar de no igualar, de no facilitar la labor “unificadora” que el gobierno tratará de imponer. No será tarea fácil, pero hay que hilar fino. Hay mucho por tejer, porque en política nunca hay que ayudar a los adversarios. Y hay mucha tela por tejer, basada en realidades, en tradiciones, y también en intereses diferentes. Del otro lado, los defensores de la LUC tratarán de blindar a todo el gobierno y sus partidos.

El que ya largó con todo, como no podía ser de otra manera, fue el ex presidente Julio María Sanguinetti, concentró todas las baterías en el tema de la seguridad, ya comenzó a disparar. Resolver esa contradicción entre los derechos y la seguridad será una de la claves para ganar el plebiscito por parte de los opositores. No del Frente Amplio, porque los que se oponen a la LUC no es solo el FA, es un amplio espectro de fuerzas sociales, de organizaciones diversas y hay que evitar de todas maneras que impongan el eje de la batalla: gobierno vs. Frente Amplio.

No se puede pretender argumentar e informar sobre 135 artículos, la otra clave es seleccionar las prioridades para dar el debate, para explicar, para obtener opiniones calificadas. Políticas, técnicas, profesionales, sociales y culturales. Pero hay que hacer una síntesis, clara y precisa: los 135 artículos plebiscitados de la LUC pretenden imponer un retroceso histórico en derechos y en avances sociales, que son la negación de la historia uruguaya, que vista en su conjunto permitió una acumulación positiva que hizo progresar al país.

El gran debate es sobre seguir avanzando, seguir progresando, seguir siendo Uruguay, o retroceder y abrir las puertas envejecidas del pasado.

El gobierno actual ganó las elecciones y nadie lo niega, incluso que aplique políticas diferentes a la de otros gobiernos, pero no debemos resignarnos a que en aspectos claves de la vida social y democrática, esas políticas sean un serio retroceso.

La LUC, en la mayoría de sus artículos fue votada por todos los partidos, eso demuestra la sensibilidad democrática, la diferencia con otras realidades nacionales de la región, muy diversas, pero no por ello debemos aceptar un repliegue general en las conquistas sociales, democráticas y culturales, incluso algunas previas a los gobiernos del FA.

Los errores, las insuficiencias, las debilidades que sin duda tuvieron los gobiernos del FA en sus 15 años, no invalidan los avances y conquistas que se expresaron en cifras muy contundentes y claras. El periodo más prolongado de crecimiento nacional y de mejora en los indicadores sociales. No se trata de reivindicar todo lo que hizo el FA en sus gobiernos, no es eso lo que está en discusión. No se trata de una pre-campaña electoral del 2024, es un plebiscito histórico donde los uruguayos ejercen su derecho a discutir a fondo el rumbo del país, los derechos conquistados y la posibilidad de seguir avanzando. Es decir la identidad misma del Uruguay, el progreso, el avance.

A partir de ahora deberemos desmenuzar los artículos cuestionados de la LUC en concreto, pero reafirmando los centros y el eje principal del plebiscito.

Juntar 800 mil firmas – que corresponde a un porcentaje insólito para convocar un referéndum – en otros países alcanza con el 10% – hacerlo en medio de una pandemia, con miles de activistas enfermos, en cuarentena o en situaciones peores, durante todo el proceso, es una confirmación más de la fuerza democrática de los uruguayos.

Las fuerzas populares en el Uruguay tienen amplia experiencia en birlar los cercos informativos y de los medios, no dejarse atrapar en el lamento y encontrar los caminos adecuados, que además son parte de la defensa de la democracia y del país con la mayor libertad de prensa del continente y uno de los más libres en el mundo. Esperemos que siga por ese camino y si no habrá que luchar. Ya sabemos que llorar no resuelve nada.

Una parte de los que firmaron, con un alto sentido democrático, lo hicieron para facilitar, para posibilitar el debate, pero posiblemente apoyen toda la LUC, pero eso no debe ocultar que hay cientos de miles de ciudadanos que se jugaron por esta batalla y son una fuerza ciudadana formidable para el plebiscito.

 

 

 

 

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