BORIC Y EL PLAN B
Autor: MANUEL CABIESES DONOSO
1 de diciembre, 2021
Estamos fritos.
Otra vez obligados a votar por un candidato presidencial que no representa nuestras esperanzas de ruptura con el neoliberalismo. Sin embargo, entre Kast, ultra derechista, y Boric socialdemócrata, no podemos equivocarnos. El 19 de diciembre votaremos para mantener a raya al fascismo y permitir que la Convención Constitucional proclame la nueva República.
Las izquierdas liberal y reformista consiguieron reagruparse en torno a la coalición Apruebo Dignidad. La Nueva Mayoría de los años 2014-18 renace con un nuevo socio: el Frente Amplio. La derecha a su vez ha rescatado de las cenizas al Chile Vamos piñerista, ahora bajo la batuta de Kast y su Partido Republicano. La izquierda revolucionaria, entretanto, vaga como alma en pena enredada en inútiles polémicas destinadas a fantasmales auditorios. La institucionalidad de la dictadura, entretanto, carcomida por la corrupción, permanece en pie debido a la ausencia de alternativa.
Por ahora no es posible hacer otra cosa que votar por Gabriel Boric. La abstención, el voto blanco o nulo no son escapatoria válida para la conciencia de los demócratas. Favorecen a Kast cuyas huestes llevaron el 2017 a Sebastián Piñera (y sus tres mil millones de dólares) por segunda vez a la Presidencia de la República con 36,64% de los votos. El peligro inmanente es que se repita el fenómeno y Kast gane con un porcentaje mínimo de votos y elevada abstención. La segunda vuelta (o balotage) es una elección distinta: se miden dos candidatos cuyos programas y discursos han sufrido mutaciones. La pesca de votos y el cambio de imagen está en pleno proceso haciendo oscilar la báscula de las encuestas.
La abstención es la gran amenaza al propósito de detener al fascismo encarnado por Kast. En la primera vuelta (21 de noviembre) votaron 7 millones 115 mil, o sea 47,34% de un padrón electoral de más de 15 millones. Kast ganó en 10 regiones, Boric en 4, Provoste en 1 y Parisi en 1. La victoria de este último en Antofagasta fue la gran “sorpresa” porque es una región simbólica del proletariado chileno. Cuna del movimiento obrero, de sus partidos y sindicatos, “Antofagasta hace mucho tiempo que dejó de ser sociedad, hoy es solo mercado”, afirma un sociólogo. Además advierte el apoliticismo y sentimiento anti inmigrantes que caracteriza a la región minera (1).
Se trata de un fenómeno de reversión socio-cultural que abarca todo el país. El modelo neoliberal ha utilizado las técnicas del marketing para lavar el cerebro de la población. El consumismo es la forma moderna de cohecho que permite al capitalismo regular la democracia. En Chile hay miseria y salarios de hambre. Más de 81 mil familias viven en 969 campamentos que carecen de servicios básicos como agua potable y alcantarillado. Hay un millón de cesantes y más de 600 mil jóvenes no estudian ni trabajan. La droga alcanza todas las esferas de la sociedad y domina territorios poblacionales incluyendo autoridades municipales, policiales y judiciales. La delincuencia es un azote que siembra el miedo azuzado por la TV que de la crónica roja hace el material central de sus informativos de mayor sintonía. Somos obedientes esclavos de 30 millones de celulares, 6 millones de automóviles e infinidad de electrodomésticos gracias al crédito. El primer trimestre de este año marca ventas récords de autos 0 kilómetros. Las campañas on line de las grandes tiendas en los Black Friday, Red Days, Cyber Monday, Halloween, etc., guían el comportamiento de este enorme bazar en que se ha convertido Chile. Centenares de miles de vendedores ambulantes inundan calles y plazas. Es el oficio de los miserables al servicio de mafias que controlan calles y veredas. Se han desatado las compras de Navidad y los planes de veraneo en Brasil y Punta Cana -pagados en cómodas cuotas mensuales- que relegan a segundo y tercer plano las elecciones del 19 de diciembre. Los retiros de fondos previsionales y los bonos del Estado -Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)- han inyectado miles de millones de dólares al consumo, reactivando el aparato productivo y comercial. El año cerrará con un aumento del PIB de más de 3 mil millones de dólares.
La adicción al consumo produce despolitización y una abstención electoral superior al 50%. Pone de manifiesto la abulia de partidos políticos y organizaciones sociales de superestructuras burocráticas que han abandonado el trabajo de organización y formación política en la base social. La política está reducida al parlamentarismo y a las rencillas de menor monta en espacios mediáticos. Simulacros de batallas, carentes de contenido de clase y que no conducen a ninguna parte.
Este escenario de la próxima elección presidencial plantea una difícil definición. No será fácil alcanzar el triunfo de Boric y su desteñido programa, salvo un sorprendente despertar ante el peligro fascista. La situación plantea la necesidad de un Plan B que debería contemplar dos variables:
- a) Organizarnos para enfrentar un eventual gobierno de Kast en defensa de los derechos humanos y sociales; y
- b) Organizarnos para construir de una alternativa popular durante el gobierno de Boric.
Apoyar en lo inmediato a la Convención Constitucional y abrir con la nueva Constitución una salida democrática y popular a la crisis institucional. La bancarrota de las instituciones civiles y militares se acentuará en un gobierno de Apruebo Dignidad y sus aliados, acosado por la derecha ahora liderada por el fascismo y enfrentada a las contradicciones entre izquierdistas liberales e izquierdistas reformistas.
(1) Sociólogo César Trabucco, “El Mercurio” Sábado, 27/11/2021.
TESTIMONIO DE UN EX MINISTRO
CHILENO: EL CANDIDATO KAST
Y LA OPERACIÓN CÓNDOR
Por: Roberto Pizarro Hofer*
29 NOVIEMBRE 2021· ·
La propuesta del candidato presidencial de la extrema derecha recuerda mi experiencia personal con la Operación Cóndor, la que ahora intenta reeditar. La democracia, la paz y no violencia que anhelamos chilenas y chilenos se encuentra amenazada en varios ámbitos con la propuesta de Kast. Pero resulta particularmente preocupante que su política internacional, en vez de atender el mejoramiento de las relaciones vecinales, responder a las demandas por enfrentar el deterioro de los ecosistemas o favorecer la reducción del armamentismo, se concentre en la represión de personas que tienen ideologías distintas a las que el defiende.
Al leer el programa presidencial de Kast retornaron los dolorosos recuerdos personales y familiares que viví en Buenos Aires, hace precisamente 46 años atrás. En el apartado 33 de la página 27 del programa de Kast, bajo el título “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda”, se lee: “Nos coordinaremos con otros gobiernos latinoamericanos para identificar, detener y juzgar agitadores radicalizados”. Fue esa coordinación, de los aparatos represivos de los gobiernos dictatoriales del cono sur, la que favoreció mi injusta detención, tortura y encarcelamiento en Argentina, gracias a lo que posteriormente se conoció como la Operación Cóndor.
En la mañana del 25 de noviembre de 1975, cuatro policías de Coordinación Federal derribaron a patadas la puerta de mi casa, en el barrio de Caballito. Mi esposa y yo fuimos tratados violentamente por estos repentinos visitantes que nos golpeaban, destruían la casa y se robaban el dinero y las escasas cosas de valor que teníamos. Amarrados, nos llevaron a las oficinas centrales de la Policía Argentina, donde estuvimos vendados durante diez días, a pan y agua, con golpes, torturas y amenazas persistente. A la incertidumbre por no saber qué sucedía con mi esposa, se agregaba un dolor intenso por la condición de desamparo en que habían quedado mis hijos Rodrigo y Andrés (de 5 y 7 años), quienes de vuelta de la escuela se encontrarían sin sus padres y con una casa semidestruida.
Me atreví, entonces, a preguntar a uno de los represores el motivo de la detención y nuestro futuro próximo. Me respondió que, a petición de la DINA, era buscado y que sería enviado inmediatamente a Santiago. Cuando pregunté, con sorpresa, qué tenía que ver la policía argentina con un profesional chileno que trabajaba en las oficinas del INTAL (organismo internacional dependiente del BID), se me respondió al mejor estilo porteño: “¿Sos gil o te hacés? Podemos tener diferencias con el Estado chileno, pero ninguna en el entendimiento y colaboración para aplastar a terroristas, marxistas, izquierdistas y quienes los ayudan”. Recordé, en ese momento, que aparte de mi trabajo profesional, apoyaba un programa del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), para reubicar en países solidarios con el exilio chileno a estudiantes y académicos que se encontraban detenidos en campos de concentración o que habían quedado sin trabajo en Chile.
Gracias a la solidaridad internacional, y probablemente debido al hecho que dos ciudadanos británicos fueron casualmente detenidos en la misma ofensiva represiva, no fuimos devueltos a territorio chileno. Mi esposa y yo, junto con los compañeros socialistas Juan Bustos, Ernesto Benado, Catalina Palma, Sergio (Cochin) Muñoz y algunos otros exiliados fuimos encerrados en la cárcel de Villa Devoto “a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Esto significaba que, sin juicio por delito alguno, quedábamos detenidos bajo la voluntad discrecional del gobierno argentino, por ser personas supuestamente peligrosas. Mi esposa y yo estuvimos detenidos durante un año sin poder vernos y sólo ocasionalmente tuvimos la oportunidad de recibir la visita de nuestros padres, que debieron instalarse en Buenos Aires, para proteger a nuestros hijos que durante varias semanas fueron amenazados telefónicamente.
La visita familiar en la cárcel de Villa Devoto contemplaba una revisión anal y vaginal para los familiares de los presos, con lo que se pretendía evitar el probable ingreso al penal de alguna lectura, lo que se encontraba terminantemente prohibido. Recuerdo hoy día, con el mismo dolor de hace 46 años, el llanto incontenible de mi hijo Andrés que en dos ocasiones no pudo ver a su madre, por impedimento caprichoso de los gendarmes.
El 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe de Videla en Argentina. En días previos nos visitaban unos individuos, vestidos de civil y en cada piso de Villa Devoto nos obligaban a identificarnos, nos desnudaban y nos apuntaban con subametralladoras. Los encierros habituales de 23 horas en las celdas se convirtieron en permanentes durante las dos semanas previas al golpe. La cárcel, que había sido difícil hasta antes del golpe de Videla, se convirtió en un infierno después del 24 de marzo. La relativa certidumbre, que por nuestra condición de chilenos alcanzaríamos la libertad, se transformó en miedo e inseguridad cuando varios compañeros argentinos fueron sacados de sus celdas y asesinados por la espalda en los alrededores del aeropuerto de Ezeiza o incluso cerca de Villa Devoto. Hasta el día de hoy no me puedo olvidar de Gonzalo Carranza, joven argentino, de 27 años, a quien conocí en una celda de castigo, donde por 15 días nos golpearon y tiraron agua fría durante todas las noches. Gonzalo se había enfrentado varias veces a la policía y, según me lo dijo, se la tenían jurada. Tiempo después me enteré que lo habían sacado de la cárcel y su cuerpo había aparecido ametrallado.
En ese periodo, en que la muerte nos rodeaba, se hablaba abiertamente de la coordinación militar represiva entre la DINA y los militares argentinos. En tales condiciones, nuestros abogados (amenazados a diario por los “servicios de seguridad”) aceleraron trámites y apelaron a todo tipo de instancias internacionales para obtener nuestra salida de la cárcel. Una mañana de septiembre de 1976, pocos días antes del asesinato de Letelier en Washington, la Policía Federal me condujo esposado hasta el aeropuerto de Ezeiza, para ser expulsado a Gran Bretaña. Al cabo de dos semanas me reencontré con mi esposa, la que poco antes de la partida debió sufrir, durante una noche de pesadilla, todo tipo de acosos sexuales de parte de funcionarios de la misma Policía Federal. Algunos días después llegarían nuestros hijos, con quienes nos reuniríamos luego de una dolorosa separación.
Mi familia y yo experimentamos en carne propia la Operación Cóndor, vale decir la coordinación policial y la actuación extraterritorial de funcionarios de la DINA en Argentina. Como se sabe, mi experiencia no fue única. En aquellos años, miles de chilenos vivieron la detención, la tortura, la desaparición y la muerte, en territorios chileno y argentino.
La propuesta del candidato presidencial de la extrema derecha recuerda mi experiencia personal con la Operación Cóndor, la que ahora intenta reeditar. La democracia, la paz y no violencia que anhelamos chilenas y chilenos se encuentra amenazada en varios ámbitos con la propuesta de Kast. Pero resulta particularmente preocupante que su política internacional, en vez de atender el mejoramiento de las relaciones vecinales, responder a las demandas por enfrentar el deterioro de los ecosistemas o favorecer la reducción del armamentismo, se concentre en la represión de personas que tienen ideologías distintas a las que el defiende.
………………………………….*Economista, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economía. Fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ministro de Planificación durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), embajador en Ecuador y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Columnista de diversos medios. Artículo enviado a Other News por el autor el 29.11.21 y publicado en Desconcierto.cl