Murió Jorge Zabalza ex dirigente tupamaro

EN EL DOLOR

En la madrugada de hoy,

falleció el exdirigente tupamaro, Jorge Zabalza

Así lo confirmó su compañera, Verónika Engler a través de las redes sociales

23.02.2022 

“El dolor es inmenso y pedimos que se respete a la familia”, puso en sus redes Engler.

Conocido como “el tambero” fue uno de los más connotados dirigentes de la guerrilla Tupamara. Capturado en 1973, permaneció en prisión hasta 1985, año en que se reestableció la democracia en Uruguay.

En la década de 1990 fue edil en Montevideo y dirigió la revista política Mate Amargo. Fue protagonista de episodios polémicos dentro de su fuerza política, el Frente Amplio, En 1997, su oposición a la concesión a privados del Hotel Carrasco provocó la renuncia de Tabaré Vázquez a la presidencia del Frente Amplio. También generó rispideces su actitud reciente hacia José Mujica, su otrora compañero de armas. Para Zabalza, Mujica ha procurado transformar su pasado en un “relato épico” y devino en “operador del capitalismo”.

A fines de enero, Zabalza fue ingresado en el Hospital de Clínicas con un cuadro de insuficiencia renal, situación por la que fue intervenido quirúrgicamente.

Murió el ex dirigente tupamaro

      Jorge Zabalza

Estaba internado en el Hospital de Clínicas por complicaciones derivadas de un cáncer de esófago

Jorge Zabalza, exdirigente tupamaro y exintegrante del Frente Amplio, falleció en la noche de este martes tras estar internado varios días en el Hospital de Clínicas por complicaciones derivadas del cáncer de esófago que le habían detectado hace varios años, según informó en redes sociales su compañera, Verónika Engler.

Alejado del Frente Amplio desde principios de siglo, Zabalza fue político y militante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T). Hijo de Pedro Zabalza y hermano de Ricardo, tupamaro que murió durante la toma de Pando en octubre de 1969.

Dos años antes, en 1967, Jorge Zabalza partió hacia Cuba, por contactos con el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), donde entrenó para formar parte de un grupo de apoyo a la guerrilla de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia.

Regresó a Uruguay en 1968 y se incorporó al MLN-Tupamaros. Participó en diversas acciones, fue detenido ese año y participó en la masiva fuga de la cárcel de Punta Carretas en setiembre de 1971.

Fue detenido, volvió a fugarse y, tras ser recapturado en junio de 1972, permaneció más de 12 años en prisión en severas condiciones dentro del grupo de líderes “rehenes” (junto a Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, José Mujica, Adolfo Wasem, Julio Marenales, Henry Engler y Jorge Manera). Tras recuperar la libertad en marzo de 1985 dirigió el semanario tupamaro Mate Amargo y fue uno de los impulsores de la creación del Movimiento de Participación Popular.

En 1994 fue electo edil por Montevideo por el MPP y ese mismo año se apartó del MLN-T. En 1997 votó en contra de la concesión del Hotel Casino Carrasco, lo que provocó una crisis en el Frente Amplio, que ejercía el gobierno departamental, y la renuncia de Tabaré Vázquez a la Presidencia de la coalición. Participó de la creación de la Corriente de Izquierda junto a Helios Sarthou, que no obtuvo representación parlamentaria en las elecciones de 1999.

En 2007 Federico Leich publicó su biografía: Cero a la izquierda, con revelaciones que generaron debates y críticas.

Una de sus últimas apariciones mediáticas fue durante la campaña electoral de 2019 cuando le hizo notar al entonces candidato presidencial del Frente Amplio Daniel Martínez las obras inconclusas del proyecto de la regasificadora. 

Tras su alejamiento del MPP y el Frente Amplio, Zabalza se convirtió en uno de los principales críticos de la izquierda e incluso del excompañero de militancia José Mujica. 

A fines de 2020 publicó un libro sobre artiguismo, La leyenda insurgente, que le llevó tres años de investigación y escritura.

Murió Jorge Zabalza, exdirigente

del MLN y rehén de la dictadura

23 de febrero 2022

Se encontraba internado en el Hospital de Clínicas; su pareja confirmó el fallecimiento.

El exintegrante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T) Jorge Zabalza, uno de los nueve rehenes de la dictadura, falleció en la madrugada de este miércoles con 79 años en el Hospital de Clínicas, donde estaba internado en estado delicado por complicaciones derivadas de un cáncer de esófago por el que había sido tratado hace unos años. Su pareja, Verónica Engler, confirmó la noticia esta mañana en su cuenta de Facebook. “El dolor es inmenso y pedimos que se respete el sentir de la familia”, escribió.

Zabalza, mejor conocido como Tambero, era de Minas, hijo de Pedro Zabalza Arrospide, un dirigente herrerista del Partido Nacional, varias veces intendente de Lavalleja y también senador. En 1968, en Montevideo, se integró al MLN y protagonizó varios de los episodios de la guerrilla tupamara. Fue uno de los presos que se fugaron de la cárcel de Punta Carretas en 1971, y luego fue uno de los nueve rehenes tupamaros que estuvieron presos en distintos cuarteles del país durante toda la dictadura, desde 1972 hasta 1985, junto con Raúl Sendic, José Mujica, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, Henry Engler, Julio Marenales, Jorge Manera y Adolfo Wasem.

Su hermano menor, Ricardo Zabalza, también tupamaro, fue asesinado por la Policía en la operación conocida como “la toma de Pando”, el 8 de octubre de 1969.

Tras su liberación en 1985, el Tambero continuó militando y siendo dirigente del MLN-T, ahora inserto en la legalidad. Dirigió el quincenario Mate Amargo y el periódico Tupamaros. En 1994 fue electo edil por el Frente Amplio (FA), y fue presidente de la Junta Departamental de Montevideo, donde tuvo uno de los enfrentamientos más conocidos con su propia fuerza política al negarse a votar la concesión del Hotel Casino Carrasco, como planteaba en aquel momento el entonces intendente Mariano Arana. El episodio derivó en la renuncia de Tabaré Vázquez a la presidencia del FA.

Siendo presidente de la Junta Departamental capitalina le tocó brindar discursos ante visitantes extranjeros, algunos de los cuales son recordados por las críticas que incomodaron a los visitantes pero también a integrantes del FA, que por entonces ya gobernaba Montevideo. En 1997, en una visita protocolar del presidente electo de Francia, Jacques Chirac, Zabalza aprovechó su discurso en la ceremonia de entrega de las llaves de la ciudad al visitante para condenar la pruebas nucleares francesas en los atolones de Oceanía.

A principios de 1999, después de las definiciones del IV Congreso del MPP, Zabalza abandonó la organización junto con el entonces senador Helios Sarthou, y crearon la Corriente de Izquierda. En las elecciones de ese año Zabalza fue candidato a senador y a diputado por la lista 5271 del Encuentro Progresista-FA. En el año 2000 se alejó del FA y lo hizo cuestionando en particular a sus excompañeros del MLN.

En 2009, en plena campaña electoral, dijo en una entrevista a la diaria que “entre los proyectos de Pepe Mujica y Lacalle hay sólo diferencias de grado”. También decía: “Cuando me dicen que Mujica es un traidor, digo que no, porque él expresa una realidad que existe, como también lo hacen Danilo [Astori] y Tabaré Vázquez. En eso Pepe hace lo mismo, expresa una realidad. Pero lo que siempre sostuve en el MLN y el MPP es que los tupamaros no estamos para ese papel, sino para postular la revolución y hacer un trabajo de masas. Y practicar la rebeldía y acostumbrar a la gente a que pueda hacer las cosas por sí misma. Eso estuvo en un período del MPP y viví esa etapa con mucha alegría”.

En 2015 presentó su libro La experiencia tupamara: pensando en futuras insurgencias y en 2019 La leyenda insurgente.

En los últimos años participó en distintas actividades en defensa de los derechos humanos. Militó por la anulación de la ley de caducidad y en 2021 fue uno de los seis condenados por atentado por las protestas del 15 de febrero de 2013 en la sede de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) contra el traslado de la órbita penal a la civil de la entonces jueza Mariana Mota, que tenía a su cargo más de 50 expedientes vinculados a la violación de los derechos humanos en la dictadura.

En cuestión de días –primero Xenia Itté, después Eduardo Bicho Bonomi y finalmente Jorge Tambero Zabalza– se fueron definitivamente tres connotados extupamaros que tuvieron un protagonismo destacado en capítulos sustanciales del proceso revolucionario de nuestro país, a los que el desarrollo político posdictadura, dócil ante las determinaciones personales, asignó diferentes roles, en ciertas circunstancias antagónicos. No es mi intención ahora establecer comparaciones entre una militante social que otros pretendieron reducir a la condición de compañera de un dirigente, un activo gobernante que supo ser integrante del aparato armado de la guerrilla urbana y un empecinado e implacable combatiente de las fuerzas físicas que disuelven las convicciones en la sopa del pragmatismo.

En las muchas conversaciones que mantuve con Zabalza como fuente privilegiada de episodios que reconstruí en SendicFugas y La Comisión Aspirina (y que debo diferenciar de las otras muchas conversaciones, como las que se dan entre amigos, en boliches, en asados y, últimamente, con más frecuencia, en velorios), el relato intentaba eludir el protagonismo personal y aportar cierta distancia, cuando, en realidad, la anécdota solía tenerlo también a él como parte sustancial de los episodios reconstruidos. En esas ocasiones me deslumbraba la memoria sin concesiones del Tambero y su fidelidad a los hechos, como cuando revivió el intento de fuga de los tres rehenes (Raúl Bebe Sendic, Julio Viejo Marenales y él) recluidos en una piscina de sal en un cuartel de Paso de los Toros, que, en principio, parecía facilonga, porque el techo de ese celdario improvisado era de chapa galvanizada. Al Tambero –que ocupaba la celda más alejada de los escalones que llevaban al agujero de entrada– le correspondió la tarea de serruchar los clavos que sujetaban la chapa con las sierritas para descabezar ampollas que lograban sustraer en las visitas a la enfermería. El Bebe y el Viejo debieron amansar la ansiedad durante los meses que oficiaron de campana. Cuando el Tambero hizo fuerza con el hombro y la cabeza en la parte de la chapa liberada, esta no se movió ni un milímetro. El Bebe, a cuatro celdas de distancia, no le creyó, lo acusó de cobarde y no le dirigió la palabra. Mucho después supieron que sobre el techo de chapa estaba depositada buena parte de la estructura prefabricada del puente Bailey, utilizado por el general Liber Seregni durante las inundaciones de 1959, que, por supuesto, era imposible de mover, sin importar lo tozudo que pudiera ser el Tambero.

La prisión ocupó buena parte del tiempo de su militancia. Pero si su condición de rehén de la dictadura (que compartió con otros 17 prisioneros, hombres y mujeres escogidos como escudos humanos para eventuales represalias contra los oficiales que desplegaban con esmero la guerra sucia de torturas, asesinatos, violaciones y desapariciones) acentuó el rechazo a cualquier forma de contemporización con los terroristas de Estado, esa etapa carcelaria no monopolizaba sus recuerdos. No olvidaba una cara ni un nombre, y ese registro casi fotográfico resultó providencial para reconstruir esas porciones de la infamia protagonizadas por los valientes a la hora de torturar pero flacos de memoria frente a los magistrados. Hasta el momento de su muerte fue perseguido judicialmente por su presunta responsabilidad en aquel despliegue espontáneo en rechazo a la decisión de la Suprema Corte de Justicia de desplazar a la jueza Mariana Mota de los casos de terrorismo de Estado, porque la investigación apuntaba directamente a un general retirado de la inteligencia militar que había matado en la tortura a un heladero de Carmelo. En su postura intransigente, polémica, que lo enfrentaba a la izquierda institucional, el Tambero fue un chivo expiatorio que la derecha no soltó, como forma de escarmiento para una asonada inventada.

Disfrutaba, en cambio, de rescatar las aristas épicas del trabajo anónimo de decenas de presos que, picando paredes, elaborando herramientas, trenzando hilos y escondiendo tierra, facilitaron la increíble fuga de Punta Carretas, a puro ingenio, sin ayuda exterior. Una hazaña en la que él tuvo una participación decisiva. En aquellas conversaciones me llamó la atención cómo el cariño y la admiración por Sendic no se resintieron nunca, a pesar de los antecedentes, lo que quizás pueda explicarse por el valor que el Tambero otorgaba a la coherencia tanto política como personal de Sendic, con quien compartió buena parte de su período clandestino, tanto en la capital como en los montes del litoral. No ocurrió lo mismo en su actitud con Eleuterio Ñato Fernández Huidobro y José Pepe Mujica, a quienes objetó en forma implacable su «plasticidad» política. Sin embargo, en alguna entrevista aclaró: «Cuando me dicen que Mujica es un traidor, digo que no, porque él expresa una realidad que existe», que, a su juicio, dejaba por el camino los principios en aras de administrar el capitalismo.

Cardando en los recuerdos de esas charlas, cobra fuerza el intenso sentimiento del Tambero respecto de su hermano Ricardo, asesinado tras la toma de Pando, que en ocasiones lo llevaba a sugerir que había asumido un destino que le correspondía a él. Y también los lazos con su padre, Pedro Zabalza, caudillo blanco de Lavalleja, al principio hombre de Benito Nardone, que con el tiempo se desplazó hacia la corriente de Wilson Ferreira Aldunate. Si para el Tambero, en sus años de militante estudiantil, la carrera política de su padre era incompatible con los lazos familiares, cultivados con devoción, que vinculaban a los Zabalza con la patriada de los Saravia, la relación entre el padre blanco y el hijo tupamaro preso les dieron otra sustancia a aquellos lazos que impidieron cualquier ruptura. Y es posible conjeturar que el papel que la violencia ocupó en las ideas del tupamaro abrevó en la fidelidad familiar a las revoluciones blancas. Si esa violencia se justifica en los objetivos –patria para todos, en 1904 y en 1966–, hay algo de hipocresía en reverenciar una y desclasificar otra. En cierto momento reflexionó: «Pienso que los pueblos no pueden renunciar de ninguna manera al uso de la fuerza. Es el último recurso que les queda, pero ese uso de la fuerza tiene que ser por una decisión masiva, multitudinaria».

Integrante del grupo inicial de los tupamaros, al final de la década del sesenta, y fundador del Movimiento de Participación Popular, en la década del noventa del siglo pasado, el Tambero vivió sus últimos 20 años sin fisuras en su coherencia, conviviendo con los humildes en Santa Catalina. Como muchos de aquellos tupamaros, en Montevideo o en Artigas, que nunca renunciaron a su condición y que andan por ahí sin vínculos con las estructuras herederas, pero incapaces de negarse a sí mismos y a la historia que forjaron, para desespero de la derecha.

Se extrañará su ácida ironía, que alertaba sobre los cantos de sirenas.

 

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