El pozo de Bacacay 3570
Los represores lo llamaban El Jardín y ese era el nombre que escuchaban los secuestrados al ser llevados a este edificio.
El Jardín, en la calle Bacacay del barrio de Floresta, probablemente fue el lugar donde asesinaron a Ari Cabrera, fundador del Partido por la Victoria del Pueblo, Manuel Liberoff, dirigente del Partido Comunista (ambos desaparecidos), Rosario Barredo, William Whitelaw, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, todos ellos secuestrados antes de la “inauguración” de Automotores Orletti, el 1 de junio de 1976
La CIA lo sabía
UNA CUEVA DE OTRO TIEMPO
Identifican un centro clandestino que
regenteó la SIDE en 1976
Por Luciana Bertoia
5 julio 2020
La Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) conocía en 1977 las cuevas que la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) tenía repartidas por la Capital Federal. También tenía identificadas las bandas de orgánicos e inorgánicos que operaban y bajo qué liderazgos. Así surge de un cable desclasificado el año pasado que fue la clave para que el juez Daniel Rafecas identificara el centro clandestino que funcionó en Floresta antes de que la banda de Aníbal Gordon montara Automotores Orletti, una de las bases del Plan Cóndor en el país.
Las cuevas
La casa de Bacacay que acaba de ser identificada funcionaba en la misma manzana de Orletti. En las sentencias por ese centro clandestino, quedó acreditado que fue una base anterior o un proto-Orletti. Hasta ahora se sabía que había operado en esa calle por testimonios de sobrevivientes e incluso de perpetradores, pero no se había podido dar con su ubicación exacta.
Algunos integrantes de la SIDE como Juan Ramón Nieto Moreno (Contrainteligencia) o Eduardo Cabanillas habían mencionado que la banda de Gordon tuvo una base en la calle Bacacay antes de pegar la vuelta hacia la calle Venancio Flores.
Mientras funcionaron la casa de Bacacay u Orletti, Otto Paladino estaba al mando de la SIDE. En 1987, Paladino prestó declaración indagatoria y explicó el funcionamiento de las “cuevas” de los servicios de inteligencia, un testimonio que sirve para iluminar los testimonios que actualmente están saliendo a la luz sobre el espionaje en la era Cambiemos incluso. De hecho, los espías del Súper Mario Bros le decían La Cueva a su departamento del barrio de Mataderos.
En los ’70, la SIDE necesitaba de diversos locales con una fachada de oficina comercial, negocio o casa de familia para reunir a sus agentes con colaboradores. “Esos locales, esas cuevas —por lo menos las de la SIDE—, eran a ese solo efecto. Es decir, un lugar reservado donde el agente no se quemara ante la vista de terceros que concurría (…) a recibir o entregar información o a cobrar o a plantear problemas”, relató Paladino.
La puerta al sótano de la casa de Bacacay.
Orletti
En mayo de 1976 Santiago Cortell puso un aviso en Clarín. Quería alquilar el garage que hasta ese entonces había usado él mismo. Estaba ubicado en Venancio Flores al 3500. Un día, se presentaron dos hombres –de apariencia extravagante– y se mostraron interesados en rentar el lugar para poner un depósito de alimentos. Dejaron una seña y a los pocos días firmaron el contrato. Uno de los locatarios se llamaba Fernando Salvador Silva, según surge del contrato de alquiler. Silva era el nombre de cobertura que usaba Gordon.
No fue justamente un depósito de alimentos lo que instalaron. Entre mayo y noviembre de 1976, en el local de Venancio Flores funcionó el centro clandestino de detención conocido como Automotores Orletti, la principal base del Plan Cóndor en el país. La gran mayoría de los sobrevivientes de Orletti dijo que Gordon, pese a ser un inorgánico de la SIDE, tenía voz de mando en el campo de concentración. Ahí era conocido como El Viejo o El Jovato. Para entonces, rondaba los 46 años.
La banda de Gordon levantó el centro clandestino de Orletti tras una fuga de la pareja conformada por Graciela Vidaillac y José Ramón Morales, ocurrida el 3 de noviembre de 1976. Gordon y su patota se comunicaron con Cortell y le pidieron rescindir el contrato. Nunca abonaron lo que faltaba y él tampoco lo reclamó. A Cortell le quedó el contrato de locación con nombres supuestos y reales de agentes de la SIDE y un domicilio declarado: Bacacay 4232.
Después de desmantelar el centro clandestino, la banda de Gordon dio rienda suelta a la actividad de los secuestros extorsivos. Uno de ellos fue el del empresario Pedro León Zavalía. Lo secuestraron el 14 de junio de 1977 en la ciudad de Buenos Aires y lo mantuvieron cautivo en un regimiento de Córdoba. Como parte de la prenda por el secuestro, a la banda de Gordon le transfirieron una propiedad en Córdoba. El destinatario de la cesión fue Horacio Andrés Ríos, quien denunció domicilio en la calle Bacacay al 3245.
Todos los caminos conducían a Bacacay.
La CIA sabía
Para el 8 de septiembre de 1977, la CIA creía que Héctor Hidalgo Solá, el embajador argentino en Venezuela, había sido secuestrado por Gordon y su grupo con la única intención de reclamarle dinero a su familia. El tiempo y los testimonios de sobrevivientes iban a ser fundamentales para entender que había sido víctima de otra patota de la dictadura, la de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Aunque equivocado sobre el destino de Hidalgo Solá, el cable de la CIA dio la información necesaria para que el juzgado –apoyado por investigaciones del Programa Verdad y Justicia, así como del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)– diera con una de las casas operativas de la SIDE antes del traslado a Automotores Orletti.
“Cuando secuestraron a Hidalgo Solá, lo llevaron a una casa en Bacabay (sic) 3570 en la Capital Federal, que la SIDE alquila y usa para operaciones especiales y para el grupo de Gordon”, consigna el cable. “Un coronel del Ejército que trabaja para la SIDE es el contacto entre la SIDE y Gordon y se encuentra con Gordon en esa casa”, amplía.
El cable menciona el rapto del empresario y hasta cómo eso repercutió en la familia del otrora jefe de la SIDE, Otto Paladino. Cuenta la CIA que el yerno de Paladino, César Alejandro Enciso, integraba la banda de Gordon y había participado del secuestro, por lo que debió huir a Colombia. Hacia allá iba a ir su esposa, la hija de Paladino, mientras que el ex director de la SIDE también analizaba buscar un destino fuera del país – ahora que la experiencia de Orletti y la banda de Gordon había terminado de sepultar su carrera en la ciénaga de la SIDE.
La CIA no sólo sabía de la base de Bacacay, sino también del Orletti. “Aníbal lideró una banda de delincuentes comunes y operó un centro de interrogatorios de la SIDE conocido como El Jardín, un garaje público reconvertido para este fin en la Capital Federal”.
Un testimonio en la CONADEP
A Emma Le Bozec la secuestraron el 30 de abril de 1976 mientras estaba en la casa de su madre en Banfield. Hombres que se presentaron como de Ejército se la llevaron. Estaban buscando a su hermana. Pudo ver que se trasladaban en cinco vehículos. Ella intentó ganar tiempo, pero en menos de media hora el auto en el que iba había unido el trayecto entre el sur del Conurbano y una casona que ahora sabe estaba en el barrio de Floresta.
La llevaron a una casa vieja, así la describió en 1984 cuando declaró ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Dijo que pudo percibirlo por los pisos, por los revestimientos del baño y los artefactos sanitarios. Estuvo cuatro días en esa casa hasta que la liberaron. Pasó sus días con una venda en los ojos y en una habitación rodeada por once personas.
En la CONADEP, preguntó si había planos de los lugares de detención. Le dijeron que volviera otro día. Así lo hizo. Un plano se incorporó a su testimonio de dos páginas. En ese momento, le dijeron que podía ser la Comisaría 50 donde había estado detenida.
Hace poco más de un mes, Maco Somigliana –del EAAF– la contactó. Le dijo que había revisado su testimonio, le consultó detalles y al poco tiempo le anunciaron que habían identificado el lugar donde estuvo cautiva.
Plano que figura en el testimonio de Emma Le Bozec ante la CONADEP.
La casa de Bacacay
El cable desclasificado por la CIA, a pedido de organismos de derechos humanos, fue el insumo que le permitió al Programa Verdad y Justicia atar distintos cabos que llevaban hasta la calle Bacacay. La numeración 3570 ya no existe, pero un integrante del juzgado de Rafecas fue hasta la zona y se entrevistó con distintas personas. Buscaba una casa amplia con un sótano. Una construcción parecida a una casa chorizo.
Así pudieron dar con María Ester Poggi, que ya no vivía más allí, pero que había comprado la casa en octubre de 1977. La mujer recordó con detalle cómo era el estado de la propiedad cuando la adquirieron con su marido. “Había muchísimas piezas chiquitas, horribles, lamentables, parecían como piezas de alquiler”, dijo. También contó que después descubrieron el sótano y allí encontraron unos zapatos de mujer de color rosa viejo y otros de hombres.
Otra persona que recordaba el sótano era Anita Larrea de Jaroslavsky, aunque por distintas razones. Ella había estado secuestrada en una casa con las mismas características. Residente en París, declaró a fines de mayo por Jitsi Meet. Recordó que los amenazaban con llevarlos al sótano. “Creo que no decían sótano, sino que los captores hablaban de chupadero o tragadero”.
Albertina Caron, la secretaria del juzgado, había estado en contacto unos años antes con otra mujer que habría estado cautiva en la casa de Bacacay. Era Mercedes Naveiro, una argentina nacionalizada estadounidense, que estuvo dos días secuestrada en mayo de 1976. Naveiro falleció hace ya unos años, pero dejó unos videos
como testimonio de su cautiverio. Allí contó que la llevaron a un sótano, que había otra persona junto a ella y que escuchaba todo el día cómo sonaba una radio. También que cada vez que alguien llegaba se anunciaba con tres timbrazos.
Según el relevamiento del Programa Verdad y Justicia, unas quince personas podrían haber estado secuestradas en la casa de Bacacay, aunque es posible que el número se eleve porque, después del anuncio de la identificación del centro clandestino, otras víctimas del terrorismo de Estado se comunicaron con la sospecha de que podría haber sido ése su lugar de cautiverio.