LA DIARIA 16/05/2016
A CARA DESCUBIERTA
Dos testigos declararon la semana pasada en el juicio por la causa del Plan Cóndor.
Dos testigos, dos abogados. Así se puede contar la última audiencia del juicio para la causa Operación Cóndor que se realizó en Roma el viernes. Los testigos: Carlos Alberto Dossil y Luis Alberto Rodríguez Silva; los abogados: Fabio María Galiani, que representa a la República Oriental del Uruguay y otras partes civiles, y Francesco Guzzo, defensor de Jorge Néstor Tróccoli. Nadie más en el Aula para enfrentarse y debatir sobre las deposiciones de los dos declarantes (estaba presente el fiscal Giancarlo Capaldo, que no intervino y asistió impasible a toda la audiencia). La declaración de Carlos Alberto Dossil fue especialmente discutida entre las dos partes, por la importancia de las afirmaciones que hizo acerca de las responsabilidades de Tróccoli. Dossil, que ya había declarado en 2001 ante la Comisión para la Paz, refirió las circunstancias de su secuestro, ocurrido el 28 de noviembre de 1977, cuando estaba en su apartamento. “Me detuvieron tres personas, dos con uniforme del Fusna [Fusileros navales] y uno de particular”, cuenta. El abogado Galiani pidió entonces a la Corte que se le mostrara una foto al testigo, para que identificara a la persona que lo capturó. Dossil lo reconoció al instante y respondió sin vacilar: “Es él, es Jorge Néstor Tróccoli”.
“Tocaron a la puerta, yo abrí, y había un hombre a cara descubierta que me apuntó con una metralleta a la garganta. Me llevó a un lugar que después identifiqué como el Fusna y me interrogó sobre Edmundo Dossetti y sobre otros integrantes de los GAU [Grupos de Acción Unificadora]. La persona que me detuvo fue la misma que me interrogó y me torturó; la reconocí, aunque estaba vendado, por el fuerte timbre de voz, y por una actitud de mando que era la misma que ejerció cuando vino a secuestrarme en mi casa. Quería saber la dirección de Dossetti en Buenos Aires; me amenazó con llevarme a Buenos Aires para reconocer el lugar en donde vivía Dossetti. Hablaban de una lancha para ir a Argentina, y efectivamente yo escuché diferentes ruidos de barcos que llegaban y partían del Fusna. Fui interrogado desde el 29 o 30 de noviembre hasta el 10 de diciembre. Luego volví a ser interrogado alrededor del 28 de diciembre, y finalmente tuve un interrogatorio, que fue más una charla, el 15 de enero. Durante ese último coloquio de enero me dijeron textualmente: ‘Al final lo agarramos a José [Edmundo Dossetti]’ y me dijeron también que la suerte de él no iba a ser la misma que la mía. Yo, después, fui llevado al Penal de Libertad; él desapareció”.
El contra examen del abogado de Tróccoli fue minucioso y dirigido a desacreditar al testigo y sus recuerdos. Preguntó varias veces cómo había podido reconocer a Tróccoli aun estando vendado, cuántas personas lo interrogaban, quién interrogaba y quién torturaba; cuántas veces fue interrogado. Dossil contestó eficazmente, reafirmando con fuerza que Tróccoli lo detuvo a cara descubierta, y detallando las torturas que sufrió: “Plantón sin agua y sin ir al baño, y si usted se caía, lo levantaban a patadas. Colgamiento con dos polos eléctricos en los dedos gordos de los pies que trasmitían corriente. Dos veces más, electricidad sin colgamiento, cachiporras en las piernas amenazando con llegar a los genitales, ruleta rusa y estiramiento de tendones. Todo eso me hizo Tróccoli y, en un caso, entró a la sala de tortura el comandante del Fusna y me torturó salvajemente él mismo, haciendo llegar la electricidad a la altura del corazón”.
El otro testigo fue Luis Alberto Rodríguez Silva. Se presentó como periodista desde 1980, investigador de derechos humanos, conductor de un programa en CX30, Radio Nacional, y de numerosos artículos, informes y libros. “Ya declaré en el juicio a Gregorio Álvarez, el mismo en el que estaba imputado Tróccoli antes de fugarse”, dijo. Silva llevó a la audiencia un documento estremecedor: una entrevista grabada a Rosa Álvarez, una mujer uruguaya ya fallecida, secuestrada junto a la familia Severo en abril de 1978 y detenida en el pozo de Quilmes, en Buenos Aires, en donde pudo encontrar -y dar, por lo tanto, testimonio de su existencia con vida en ese lugar en aquella fecha- a muchos integrantes de los GAU y del PCR [Partido Comunista Revolucionario]. Se escuchó una grabación antigua, un tanto ruidosa, en la que se percibe la voz límpida y aún asustada de una mujer debajo de la traducción italiana. “La celda sería de dos metros por tres. Ni dos metros. […] Ahí estuve 19 días”, narra. Y sigue: “A los únicos que sacaban, que les sacaron fotos y los fichaban, fue a ellos, tan es así que yo estaba desesperada, porque parecía que no existía. […] Yo pensaba: mientras me llamen tengo una posibilidad de defenderme […]. Tanto molesté al guardia, que me dijo: ‘Bueno, yo no puedo hacer nada, porque ustedes están bajo la custodia de uruguayos; nosotros lo único que hacemos es darles comida y sacarlos al baño’”. El testimonio de Álvarez fue grabado en 1985, pocos días antes de la asunción de Julio María Sanguinetti como presidente. Rosa, aún aterrorizada, recordaba la presencia de militares uruguayos en Quilmes y contaba la desesperación que pasaban de noche: “La tortura más grande venía de las 23.00 a las 4.00. Ya a las 23.00 sentíamos la llave que abría la puerta y era una desesperación, porque hasta las 4.00 eran gritos, eran pedidos de por favor, por favor y Dios mío”. Rosa incluye en su testimonio el tremendo relato del parto de Aída Sáenz: “Ella hablaba de que la niña era hermosa, que se la habían mostrado, que la había visto. La chica nació el 26 o 27 de diciembre, porque ella me dijo que estaba ya por tener familia el 23, cuando la agarraron. Y me dijo que le habían provocado el parto, porque le habían puesto una cuchara en la vagina y le habían dado picana […]. Le dijeron que la niña iba a ser llevada a un orfanato, pero que el día que saliera la iba a poder tener”.
Silva aclaró, sobre el final de su deposición, que había sido muy difícil conseguir el testimonio de Rosa Álvarez, porque la mujer, ajena a la militancia, estaba aterrorizada. Pero al mismo tiempo, subrayó el periodista, Álvarez fue muy específica respecto de la participación de militares uruguayos en operaciones en Argentina.
Alberto Silva terminó su testimonio con un agradecimiento a la Corte y al jurado popular, recalcando que “hay una persona que vive libre acá en Italia mientras sus víctimas piden justicia y siguen sufriendo. Este juicio es una señal para el mundo, porque mas allá del tema estricto de la justicia, es construcción de memoria”.
Nadia Angelucci desde Roma, Italia
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Conversando con los abogados
Al final de la audiencia, la diaria intercambió opiniones con los dos abogados presentes: Galiani y Guzzo. Francesco Guzzo, el abogado de Jorge Néstor Tróccoli, se mostró seguro ante el valor y las consecuencias de las deposiciones de los testigos. En particular, recalcó que las circunstancias surgidas hasta ahora no preocupan a su defensa, ya que el delito de secuestro de persona está prescrito, el de tortura no existe en Italia y no hay prueba alguna de homicidios cometidos por Tróccoli.
De opinión opuesta, Fabio Mario Galiani, quien representa a la República Oriental del Uruguay, dijo: “Acá estamos procediendo tanto sea por el delito de homicidio como por el secuestro con consecuente desaparición y muerte. Desde el momento en que una persona es secuestrada, y después desaparece, el autor del secuestro debe decir lo que pasó. Y después de 50 años podemos decir que hay una presunta muerte”.
-La parte civil que usted representa empieza hoy a citar a sus testigos; ¿cuál es el criterio que siguió para escoger esos testimonios?
-Hemos escuchado ya a alrededor de 150 testigos, y muchas circunstancias ya han sido probadas, sea en la increíble cantidad de actas que depositamos -cerca de 25.000 páginas-, sea en las palabras de los testigos. Faltan algunas situaciones relativas al imputado Tróccoli, y ya desde hoy hemos empezado a trabajar en ese sentido. Hemos llevado a un testigo inédito, que nunca fue escuchado, ni en Italia ni en Uruguay -tampoco en fases de investigación-, Carlos Dossil, que puede declarar haber sido secuestrado por Tróccoli, porque lo vio a cara descubierta en el momento de la detención y lo reconoció en una fotografía. Ese es un testimonio importante, porque es específico y directo sobre Tróccoli, que siempre declaró no haber participado en secuestros, sino sólo en interrogatorios. El testimonio de Dossil es fundamental también porque da cuenta de que los mismos militares habían secuestrado a Dossetti en Buenos Aires.
-Inicialmente, usted había incluido en su lista de testigos a algunos militares; hoy en el Aula dijo que renunció a algunos porque, ya imputados en otros juicios, podrían reclamar el derecho a permanecer en silencio.
-Me parecía que faltaba algo en cumplir con un juicio a la dictadura sin llamar a atestiguar a los militares. Ahora me encuentro con que debo renunciar a algunos de ellos, porque tendría que recurrir a una obligatoria de acompañamiento y porque, ya enjuiciados en Uruguay, podrían reclamar el derecho a permanecer en silencio. Quiero subrayar que no renuncié a todos; hay algunos marinos que dicen cosas muy interesantes sobre los traslados en lancha, y hay otro militar que ya declaró en contra de estos dos, y entonces podría ser enjuiciado por perjurio o complicidad en el crimen.
-¿Piensa convocar nuevamente a testigos que ya declararon?
-Me reservé la posibilidad de citar nuevamente a algunos testigos, Guillermo Taub, Mirtha Guianze y Rosa Barreix, si fuera necesario al final de esta parte del juicio. Haré esa evaluación al final del examen de la lista de testigos que presenté.
-¿Qué puede decirme sobre la posición de Ricardo Chávez Domínguez? ¿Tiene una protección especial, de tipo político, en este juicio? ¿Usted lo vio en su último viaje a Montevideo?
-Yo represento a la República Oriental del Uruguay, y me parece que Chávez Domínguez recibió, de nuestra parte, el mismo tratamiento que los otros imputados en este juicio; estamos constituidos como parte civil contra Chávez Domínguez. Esos son actos concretos, y no palabras. Justicia no quiere decir pedir una condena en todos los casos, sino llegar a una sentencia al final de un juicio justo. El único elemento en contra de Chávez Domínguez es el testimonio de Daniel Rey Piuma, que hasta ahora no se presentó en el juicio [fue citado dos veces y mandó certificados de imposibilidad para comparecer]. Durante mis viajes a Uruguay intenté encontrar a casi todos los militares que gravitan alrededor de ese juicio, excepto los detenidos, para animarlos a contar lo que saben, considerando que quien es citado tiene la obligación de decir la verdad, y que hay una separación neta entre un testigo y el cómplice de un hecho.
El Estado uruguayo no defendió a ninguno de los imputados; se intenta utilizar un juicio para fines políticos, y nosotros estamos acá para condenar los juicios políticos.
Nadia Angelucci desde Roma, Italia