Manini Ríos opina y omite

HISTORIA RECIENTE

09 de abril de 2022

Declaraciones y omisiones del senador Guido Manini Rios

Hace décadas que he aprendido a tener presente los contenidos de las opiniones independientemente de quién las emite. Dicho de otra forma, me importa más saber “qué” dijo alguien antes de “quién” fue el que lo expresó. Reconozco que, muchas veces, no es sencillo mantener este criterio para interpretar las intervenciones y las polémicas que se dan sobre la realidad, y, más aun, cuando refieren a la historia reciente. Con más razón, ahora, cuando estamos viviendo momentos donde se tiende a la crispación, a la acusación gratuita y, en este caso, cuando “el emisor” es un personaje destacado.

Por Marcelo Estefanel.

Al leer expresiones como estas: 

“Las palabras que a continuación voy a decir no buscan profundizar diferencias entre uruguayos, no buscan acusar nadie, medio siglo después de acontecidos los acontecimientos, no buscan culpar ni absolver a ninguna persona, organización o partido. Por el contrario, su finalidad es que hechos de profundo significado histórico no pasen desapercibidos”.

No pude menos que estar de acuerdo. Más aun cuando el emisor aclara que su intención es “contribuir a la pacificación de los espíritus de los uruguayos”, porque entiende que ese el “único cimiento sobre el cual podremos construir una sociedad libre y fuerte” (dicho entre paréntesis, el adjetivo “fuerte” no me pareció muy oportuno, pero esto es solo un mero detalle).

Párrafos más adelante, el emisor se detuvo en dos acontecimientos “históricos relevantes separados por un siglo (…), entiendo —dijo— deben ser vistos en su conjunto para extraer su real dimensión (…)”. Primero hace mención al 6 de abril de 1872, cuando se firmó “la llamada Paz de Abril que ponía fin a la Revolución de las Lanzas, movimiento armado encabezado por el legendario caudillo blanco floridense Timoteo Aparicio contra el gobierno del general Lorenzo Batlle. Ese día los orientales decidieron mirar hacia adelante mediante un acuerdo en que los dos partidos beligerantes decidieron coparticipar en la conducción pública. Quedando atrás los tiempos de odio y división ante el intereses de la patria”. Curiosamente, el opinante omite mencionar los alzamientos posteriores de Aparicio Saravia, en 1897 y en 1904, donde resulta evidente que a los Orientales nos faltaban 30 años más para dejar atrás odios y rencores.

El segundo acontecimiento al que hizo referencia el emisor consistió en lo siguiente: “El próximo 15 de abril se cumplen 50 años del día en que la Asamblea General votara que el país estaba en estado de guerra interno. Mucho se ha hablado de la llamada historia reciente, a la que prácticamente se circunscribe a partir de la disolución de las cámaras de 1973 y a los excesos cometidos por la dictadura, desde ese entonces prácticamente se ha hecho silencio sobre lo ocurrido en los años previos”.

Y agregó: “Sin dudas, para tener una idea clara de este pasado, para nosotros no tan reciente, es necesario ver los hechos ocurridos en su conjunto, es necesario conocer el proceso que llevó a la ruptura institucional. Antes que nada, es necesario tener la honestidad intelectual de aceptar los hechos como ocurrieron, sin pretender darle un sesgo para favorecer políticas del presente. La historia debe basarse en los hechos reales y no en relatos funcionales, a organizaciones y partidos que actúan medio siglo después (…).

Hasta aquí, como posición ante la historia, los criterios son correctos. La discrepancia nace cuando el emisor cae en una visión unilateral sobre el pasado, limitándose a enumerar los hechos protagonizados por la guerrilla y por la izquierda en general, omitiendo todos los ataques de la derecha fascista, operativa desde fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta.

El emisor, fundador y líder del partido Cabildo Abierto, ex teniente general y ex comandante en jefe del Ejército, actual senador de la República, Guido Manini Ríos, pecó de parcial, como lo han hecho muchos cuando se refieren a los años previos al golpe de Estado de 1973. Esquemáticamente, describen ese tiempo como el de una democracia casi perfecta aunque violentada por algunos aventureros de izquierda. El senador Manini, incluso, en su oratoria cita al Che Guevara cuando dio un discurso en el paraninfo de la Universidad y allí dijo que en Uruguay “no estaban las condiciones de una revolución por la fortaleza democrática del país”. Pero no menciona que luego de culminar aquel acto, ni bien el doctor Guevara salió por la puerta que da a la calle Eduardo Acevedo, acompañado por Salvador Allende y otros más, a los pocos segundos de subir a un auto negro (un taxi, según otras fuentes), atentaron contra su vida con siete balazos. El Che se salvó de puro milagro y las balas dieron en un profesor que había asistido al acto de paraninfo y procuraba seguir grabando al comandante Guevara. Arbelio Ramírez se llamó la víctima y a los responsables jamás los detuvieron.

Mucho antes de la formalización del MLN Tupamaros, surgieron grupos anticomunistas con un profundo sentimiento antisemita que dieron abundante material a la prensa y, oh casualidad, nunca fueron detenidos. Tal como escribiera Lincoln Maiztegui Casas en su tercer tomo de “Orientales”: “(…) ‘comunismo’ era un concepto muy amplio, al estilo de Chico Tazo, que hablaba de los ‘comunistas chapa 15’. Y en algunos grupos imbuidos de un antisemitismo de inspiración nazi: las principales fueron el MEDL (Movimiento Estudiantil Democrático Liberal), FEDAN (Frente Estudiantil de Acción Nacionalista), quienes usaban insignias con la cruz svástica en la solapa interior del saco o en el reverso del cueIlo de la camisa; UDE (Unión Demócrata Estudiantil), LOAS (Liga Oriental Anti Semita), Legión Artiguista, LOA (Liga Oriental Anticomunista), Alerta y otros de acción más periférica”.

Nada de esto es mencionado en el repaso del Senador. Menos aun se refiere a otros acontecimientos que prolijamente enumera Maiztegui, periodista e historiador de quien nadie puede sospechar parcialidad o visión tendenciosa.

Cito, por ejemplo:

“En el mes de octubre de 1960, un grupo de personas, en su mayoría muy jóvenes, atacó el edificio central de la Universidad; algunos estaban enmascarados y llevaban vinchas blancas. Se acusó de la intentona al MEDL y al FEDAN. Aunque el hecho no tuvo mayores consecuencias, determinó la separación del cargo del comisario Orestes Braida Arbulo, al que se acusó de inacción y/o complicidad.

Circularon rumores que vinculaban a algunos miembros del gobierno con esta acción; se dijo incluso que una persona allegada al diario «El País” había llegado a la Universidad, después de los hechos, y había preguntado, ingenuamente, si ‘ya había sido ocupada’.

“En los tiempos subsiguientes, la violencia política de la ultraderecha se multiplicó y alcanzó su apogeo. En enero de 1961 grupos de individuos armados atacaron la sede central del Partido Comunista. El 1 de mayo de ese mismo año se lanzó una bomba contra la sede del Partido Socialista. Pocos días más tarde, al llegar a Montevideo la primera marcha de los cañeros de Artigas, se produjo un grave incidente frente al local de la Confederación Sindical del Uruguay, por entonces ya muy volcada a la derecha, y alguien disparó un tiro que costó la vida a la señora Dora Isabel López de Oricchio, que pasaba por la calle. Ambos sectores —cañeros y CSU— se echaron las culpas mutuamente, pero la policía sólo detuvo a integrantes de la marcha: a 36, entre ellos el propio Raúl Sendic.

El 1 de julio 1962 fue secuestrada Soledad Barret, una militante de izquierda de 17 años, nacida en Paraguay, nieta del célebre ingeniero, matemático, pianista y escritor español Rafael Barret (1876-1910), que se radicó en Paraguay y se volcó hacia el anarquismo. Soledad fue brutalmente maltratada, al parecer por miembros del FEDAN, que la metieron en un automóvil y trataron de hacer que gritara vivas a Hitler. Finalmente, le tatuaron en un muslo una cruz gamada con una navaja y la abandonaron en un lugar oscuro, detrás de Villa Dolores. Hecha la denuncia, Soledad dijo reconocer a uno de sus agresores, un tal Pedro Andrade Arregui, pero éste fue dejado en libertad por falta de pruebas.

Por esas mismas fechas fue atacado con bombas un local del Partido Comunista, situado en el barrio de la Aguada; como consecuencia del mismo murió el niño Olivio Píriz, de 5 meses, hijo de los cuidadores del local. Hubo otros atentados contra la Casa del Pueblo —sede del Partido Socialista— e incluso contra casas particulares de algunas personas vinculadas a la izquierda.

Ciudadanos de origen judío —por lo menos— fueron secuestrados por la LOA y marcados con svásticas.”

No voy a recordar aquí los amagues de golpes de Estado cuando Luis Batlle entregó el gobierno a los ruralistas y herreristas, tampoco cuando Alberto Heber asume como presidente del Consejo de Gobierno (1964) porque sería inabarcable en este espacio. Pero lo cierto es que existieron y cualquier ciudadano que indague en historia nacional del siglo pasado podrá corroborarlo. Hay más, mucho más (con leer a Lincoln Maiztegui alcanza), pero no quiero atosigar al lector con tantos datos, solo deseo dejar constancia de que en esos tiempos violentos que algunos ocultan, el jefe de Policía de Montevideo fue el coronel Mario Aguerrondo (1959-1963), general más tarde, candidato a la presidencia de la república por el herrerismo en 1971, y caracterizado por Wilson Ferreira Aldunate, cuando pactaron con Bordaberry en febrero de 1972, como “Blancos baratos”.

Tiene razón el senador Manini cuando afirma que, “Antes que nada, es necesario tener la honestidad intelectual de aceptar los hechos como ocurrieron, sin pretender darle un sesgo para favorecer políticas del presente”.

Ahí está el requisito central: evitar los sesgos. Por eso, su oratoria, quedó renga. Una lástima. Pero no pierdo la esperanza, aun en estos tiempos de gritones y ofuscados por un “quítame de allá esas pajas”, que podamos un día encarar el futuro teniendo en cuenta toda la rica historia que nos precede.

Marcelo Estefanel estuvo 12 años preso en el Penal de Libertad, autor del libro de memorias de los presos, «El Hombre Numerado».

 

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