Tácticas, pases, estrategias y offsides
en la trama de una industria
cuyo bien escaso es el fútbol.
25/06/2022
Hola, ¿cómo estamos?
Nebio Melo Cuesta escribía bajo el seudónimo de Zanabria en el semanario Marcha de Montevideo. De pibito, hablaba -y escuchaba- como un veterano de la política. Laburaba de periodista y de técnico en lechería. Militaba en el Partido Comunista Revolucionario. En 1974, se tuvo que tomar el palo a Argentina. Dos años más tarde, en febrero de 1976, cafeteaba por Barrancas de Belgrano cuando la policía irrumpió, pidió documentos y lo levantaron. Hay hipótesis que indican que lo hicieron deambular por Campo de Mayo, por el penal de La Plata, que lo devolvieron a Uruguay y que lo torturaron en La Casona de Punta Gorda. Luisa, su mamá, lo buscó tanto que se transformó en una de las referentas de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos y Desaparecidos. Hay un equipo en la segunda categoría del fútbol uruguayo que se llama Villa Española. Hace algunas semanas, presentó una camiseta que en la espalda tiene dibujado el rostro de ella y una frase: “Llega un momento que los familiares son todos tuyos, todos tuyos. No peleás por encontrar al tuyo, peleás por encontrar a todos”. El jueves, el club fue intervenido por el gobierno uruguayo. La justificación la twitteó el ministro de Educación y Cultura de Luis Lacalle Pou: “El artículo 5 del estatuto de Villa Española obliga a la institución a mantener una absoluta prescindencia en materia política o religiosa”.
Es decir: en la Uruguay del ministro, buscar a lxs desaparecidxs es sancionable.
El estadio se llama Obdulio Varela. En homenaje al héroe del Maracanazo. Poesía. De verdad. Enclavado en un barrio de laburantes al que si se le pone una mirada cenital se le descubre otro culto. Las callecitas que lo rodean se llaman Adagio en mi país, Doña Soledad y Stefanie. Todas canciones de Alfredo Zitarrosa. “Al Villa con amor, al rojo corazón, al amarillo del sol que nunca falla”, sonaban las cuerdas vocales del Canario Luna en tema dedicado al equipo de sus amores. En un alambrado de la cancha, hay un cartel: “No a la discriminación, no a la homofobia, no al racismo”. Pablo da Silveira, el ministro, escribe en sus redes sociales: “El MEC hace lo que siempre hace en estos casos: recibió una denuncia, analizó sus fundamentos, dio vista, analizó la respuesta de la institución, entendió que no era satisfactoria. Entonces decidió la intervención”.
Es decir: en el Uruguay del ministro, estar en contra de la homofobia es sancionable.
Es un martes por la mañana de noviembre de 2021. Villa Española todavía no descendió. A las 9.54, comienza un partido que culminará 3–0 a favor de Liverpool. Al lado, está la escuela 382. Pública. Que durante años buscó un terreno en el que ubicarse hasta que el club decidió cederle una parte del terreno. Una de las maestras conforma la Asamblea de la institución deportiva. Durante la pandemia, el equipo entregó canastas familiares para que las familias pudieran sobrevivir. Entonces, aprovechan el recreo, caminan y se ubican en la tribuna para alentar a sus jugadores. Al costado, tienen juegos de plaza.
Es decir: en el Uruguay del ministro, que un club empatice con su comunidad es sancionable
A un presentador de un noticiero se le escapó su condición de clase y las llamó: “Las de la loma del quinoto”. Se apropiaron de ese nombre y así se autodenominaron. Desde el club, comenzaron a sumar a mujeres del barrio para manifestarse en las marchas del 8M -Día de la Mujer- y el 25N -Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres-. Hace cuatro años que realizan un taller de género con el plantel profesional. Para esta temporada, la institución sumó un psicólogo que trabaja desde el cuestionamiento a las masculinidades. Determinaron cláusulas obligatorias en los contratos de cada jugador para que el club pudiera abordar de la manera en que crea pertinente cualquier situación de violencia.
Es decir: en el Uruguay del ministro, la deconstrucción del patriarcado es sancionable.
Al costado de la cancha, al lado de los baños donde va el público en los días del partido, hay lechugas, tomates, acelgas y brócolis. El 1 de abril, el plantel profesional dedicó un post entrenamiento a realizar una jornada en la huerta del club. Mathías Riquero, un futbolista de la casa, heredó el interés por la vegetación de su padre, un ruralista. Desde Punta de Rieles, comenzó a traer plantines para forestar el club. Resultaba una forma de convocar al barrio y de repensar la calidad del alimento. La idea de una gastronomía sin agroquímicos conforma una mirada de la salud incorporada hasta en el comedor del Manchester City. Hoy divulgada por basquetbolistas de la NBA.
Es decir: en el Uruguay del ministro, una vida más sana es sancionable.
A algunas cuadras del Obdulio Varela, brilla la Cantina Sócrates. En homenaje al futbolista brasileño que la rompió en Corinthians y en la Selección de Brasil del Mundial 82. Un artista de la pelota que a fuerza de tacos y de comprensión del juego encarnó el ambiente de la post dictadura. Villa Española le puso así a su Centro Cultural. Un espacio de toques de música para nada amateur. Por su escenario la rompieron Yamandú Cardozo de Agarrate Catalina, Juan Casanova y Luciano Supervielle, entre montones. Un espacio ideado para que los barrios populares puedan encontrarse con artistas de alto rango. Que se volvió tan popular que es difícil hallar una fecha libre.
Es decir: en el Uruguay del ministro, que los clubes de fútbol hagan recitales es sancionable.
“Me parece que se olvidaron unos libros”. Los visitantes tocaron la puerta del local. Faltaba un rato para el partido y era la primera fecha en que hacían de locales en el Obdulio Varela. Por irregularidades, Villa Española llegó a permanecer ocho años sin competir. Estaba de nuevo en Primera. De pie. Con su estilo. A los vestuarios, les habían metido unos cajones de verdura barnizados poblados de una suculenta biblioteca. Esa tarde, a los rivales no les entraba en la cabeza la posibilidad de leer un rato a Eduardo Galeano o a las poesías de Agustín Lucas. Pensaron que era un error. Pero no. Era cultura de barrio
Es decir: en el Uruguay del ministro, que el fútbol incorpore los libros es sancionable.
Pero no se puede explicar este fenómeno sin el nombre de Santiago López. Eternizado como el Bigote. Un delantero capaz de llamar a Luis Suárez o a Darío Benedetto y que lo atiendan. Y lo escuchen. Un personaje sacado de cuentos que ni existen. En su contrato, posee una cláusula que aclara que si el Indio Solari hace un recital él tiene derecho a ausentarse a un partido. El último día de la Memoria de Uruguay, habían invitado a familiares de desaparecidos y desaparecidas a que fueran a la cancha con carteles. La policía no dejaba ingresarlos porque decía que con palos de madera -los que sostenían las pancartas- no se podía. Bigote abandonó su condición de jugador, se fue a pelear afuera y casi se va detenido. La AUF -la AFA uruguaya- los respaldó: “La defensa de derechos humanos es un valor universal y no política partidaria”. La intervención nace desde el Estado y supone, tras un dominó de papeleos, que prontamente habrá elecciones en el Villa para ver de qué lado cae la mecha.
Bigote no le teme al bulto. No intenta caretear la situación. Las cosas se dicen por su nombre. No le molesta que tilden de políticas a las actividades de Villa Española. Le resulta un discurso lógico de la derecha que gobierna en Uruguay. Mientras el ministro escribía guarangadas, redactó en su instagram: “Todo es político, nosotros elegimos la política cultural, la que intenta aportar y transformar de a poco para tener todos un lugar mejor. Señores del MEC pasen y vean la cultura de barrio bien de adentro y llévenla con ustedes para siempre, salú”.
Madres y Familiares
de Uruguayos Detenidos Desaparecidos
Publicamos:
Abrazo al Villa Española
Hoy, Asociaciones Sociales, Colectivos y Colectivas, amigos y amigas del Club, vecinas y vecinos nos acercamos al Estadio Obdulio Varela a apoyar al Villa Española, porque nos solidarizamos ante la intervención del Ministerio de Educación y Cultura.
Nos preocupa enormemente que se estén esgrimiendo argumentos para justificar la intervención que vulneran la libertad de expresión del Club y de sus jugadores. El trabajo social y cultural que llevan adelante no sólo hacia el barrio sino a toda la sociedad es un derecho y obligación para construir más y mejor democracia.
Ninguna Institución debería ser penalizada por ello, generando un antecedente muy peligroso para todo el pueblo uruguayo.
Abrazamos al Obdulio, desde nuestros lugares, reivindicando que estos atropellos no se pueden cometer.
LA INCIERTA DERIVA DE VILLA ESPAÑOLA TRAS LA INTERVENCIÓN DEL GOBIERNO PARALIZA EL FÚTBOL URUGUAYO
Mucho palo pa’ que aprenda
Leonardo Cardozo – Gabriel Delacoste
1 julio, 2022
La directiva del club, que pensaba recurrir la decisión del MEC de desplazarla, renunció ayer como consecuencia de las amenazas recibidas desde hace meses, que se intensificaron en los últimos días. El clima de violencia llevó a que la mutual de futbolistas decidiera parar ayer, lo que detuvo la actividad del fútbol uruguayo. El fiscal Fernando Romano anunció que investigará el caso de oficio.
Concentración en el estadio Obdulio Jacinto Varela en protesta por la intervención del MEC al Club Social y Deportivo Villa Española.
Para narrar la última semana del Club Social y Deportivo Villa Española, la maraña burocrática con la que el gobierno definió el desplazamiento de la directiva del club inspira a usar las herramientas de la novela judicial o de los relatos kafkianos. Pero los giros de la trama que no figuran en los expedientes proyectan sobre el caso algunas sombras de la novela negra. La resolución del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) de intervenir el club, fechada el 21 de junio y conocida públicamente dos días después, precipitó los hechos acumulados en los últimos días, aunque la disputa por el club es de larga data.
A fines de 2021, un grupo de socios presentó una denuncia ante el MEC contra las autoridades de Villa Española, a las que acusaron de incumplir varias disposiciones del estatuto. Aunque algunas de las faltas denunciadas son moneda corriente en las asociaciones civiles locales, especialmente en las deportivas, el MEC las consideró graves. Antes de resolver la intervención, el ministerio se comunicó solamente una vez con la directiva de Villa Española. Esa comunicación, a la que accedió Brecha, comienza con un preámbulo sobre la excepcionalidad del período marcado por la emergencia sanitaria y las dificultades que trajo para el funcionamiento de las organizaciones civiles, aunque luego juzga con severidad el desajuste de las citaciones a asambleas y elecciones respecto a lo marcado por el estatuto, algo reconocido públicamente por los propios acusados.
Ese primer informe del MEC, del 1 de abril, está firmado por Gastón Gianero Torrano, director de Asuntos Constitucionales y Legales de la cartera –titular de la repartición que oficia de contralor de las asociaciones civiles–. Después de la mencionada alusión al especial momento de la pandemia, en cada uno de los puntos analizados (realización de asambleas, fecha de elecciones, conformación de la comisión fiscal y participación política) su opinión difiere de la del abogado Juan Raúl Williman, que el 8 de diciembre de 2020 elaboró un informe solicitado por la directiva de Villa Española (informe que no es mencionado directamente por el MEC). Tras dar la derecha a la mayoría de los reclamos de los socios denunciantes –aun en puntos sobre los que expresa que «no quedan claros»–, Gianero cierra diciendo que la intervención, solicitada expresamente en la denuncia, «debe tener la finalidad de encauzar y restituir a la institución […] al cauce normal de su actividad». Por eso, resuelve dar vista a la dirigencia denunciada, «con el fin de conocer si hay alguna voluntad por parte del club de dar cumplimiento pleno a los estatutos» o si, «por el contrario, mediante interpretaciones o justificaciones, estiman que su actuación encuadra en las normas estatutarias».
La respuesta de Villa Española al MEC no se hizo esperar. Tras adherir a lo dicho sobre las excepcionales dificultades que impuso la pandemia, la directiva solicitó al ministerio una «inspección personal de todas las instalaciones del club» y que «se disponga la presencia de [un] veedor en la próxima asamblea y en las elecciones», instancia para la que pidió la asistencia de la cartera. Pero estas solicitudes no obtuvieron respuesta y la siguiente comunicación del ministerio fue la resolución de la intervención con el desplazamiento de las autoridades. El decreto en el que se amparó esa decisión establece que «las sanciones se graduarán de acuerdo con la gravedad del hecho». La gama de sanciones incluye la observación, el apercibimiento y la multa, y la intervención y la cancelación de la personería jurídica son las opciones más extremas. Hacia allí fue, sin escalas, el gobierno, agregando al cuestionamiento del funcionamiento organizativo críticas de índole política, aspecto sobre el que el propio ministro del MEC, Pablo da Silveira, asumió la voz en los medios. Esta semana, Brecha se comunicó con Da Silveira, que se excusó de hacer comentarios sobre la intervención que firmó, por estar «fuera del país, en misión oficial».
POLÍTICA NO
En otro plano, la intervención del MEC en Villa Española puede ser vista en el contexto de otras acciones del gobierno y de las declaraciones de protagonistas del oficialismo. El año pasado, en plena campaña del referéndum, la senadora Graciela Bianchi reclamó que el MEC interviniera a Fucvam, la federación de cooperativas de vivienda por ayuda mutua, por el contenido de sus spots contra la Ley de Urgente Consideración (LUC) –lo que hace pensar en qué intenciones podría haber detrás del intento de forzar al PIT-CNT a tener personería jurídica–. La propia LUC, además, limita el derecho a la protesta y a la libertad de expresión. También se suman las numerosas limitaciones impuestas a docentes y trabajadores de la educación, montadas sobre una concepción muy particular de la laicidad (véase «Cambio climático», Brecha, 4-III-22). En particular, en el fútbol se han dado varios episodios, entre los que se destaca el allanamiento de la tienda de Progreso y la intervención de la Policía para impedir el ingreso al estadio de Peñarol de personas con camisetas de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, un caso sobre el que aún se espera el establecimiento de responsabilidades (véase «Trapos al sol», Brecha, 27-V-22).
Cada uno de estos episodios se da en un ámbito distinto, y los medios usados por el oficialismo también son diferentes, pero una estrategia general parece orientar estas acciones legislativas, policiales y administrativas. El gobierno tiene como objetivo estratégico despolitizar a la sociedad civil y para lograr ese objetivo está dispuesto a usar el aparato del Estado en todas sus patas para regular el discurso público, haciendo las interpretaciones más duras de las legislaciones y los reglamentos. En cada caso, como siempre en derecho, habrá dos bibliotecas. En el de Villa Española, la posición del gobierno es plausible de acuerdo a la letra de las leyes y los estatutos, aunque jugando al límite, abriendo la puerta a futuros problemas. Ese jugar al borde, sumado a las declaraciones públicas de nada menos que el ministro de Educación y Cultura y el presidente de la república, fuerza la necesidad de pensar el tema políticamente.
En alguna entrevista Da Silveira explicó que el MEC solo actúa ante denuncias. Pero su actuación y el alto perfil que se le dio operan como una advertencia, ya que las asociaciones civiles suelen tener relaciones, digamos, laxas con sus estatutos. El piedeletrismo selectivo con reglamentos que el hábito dejó en desuso es una receta para la arbitrariedad. El poder que el MEC tiene para este tipo de intervenciones, por cierto, no es obvio ni neutral políticamente. La resolución firmada por Da Silveira se ampara en el decreto ley 15.089, de 1980. Es plausible imaginar qué estaba pensando el dictador Aparicio Méndez cuando firmó ese decreto, por el que designó al MEC como «policía administrativa» de las asociaciones civiles. A principios de la primera administración frenteamplista, entre 2005 y 2006, se hizo un intento de reformar esta legislación para pasar a una más flexible, en la que el proceso de la personería jurídica fuera gratuito; la autonomía para decidir las formas organizativas, ampliada; la posibilidad de dejar escritos estatutos, opcional, y la capacidad de intervención del Estado, limitada. Ese proyecto nunca fue aprobado: un ejemplo más de cómo las tareas pendientes de la izquierda dejan flancos abiertos para el futuro.
Uno de los temas en juego es si en Villa Española se hizo política. Pero ¿qué es la política? Ríos de tinta han corrido para responder esta filosófica pregunta. Como tantas, es una palabra con muchas acepciones. La Real Academia Española le adjudica 12 definiciones; entre ellas, es política lo relacionado con el gobierno del Estado, con la intervención en asuntos públicos, con «las orientaciones que rigen la actuación de una persona o entidad o un asunto o campo determinado», con lo urbano, con las doctrinas políticas. ¿Qué es la política en el contexto del artículo 5 del estatuto de Villa Española? Digamos que es opinable. Para el informe de Williman, la prohibición en cuestión refiere a la «política partidaria», al igual que en todos los estatutos similares de las asociaciones civiles. El MEC prefiere una interpretación más amplia.
El tema es que si se usan de forma estricta criterios amplios, se abre la puerta a muchos problemas, porque no necesariamente todos estamos de acuerdo en lo que entra en esa categoría. Y, además, hay cosas, como las consignas «Nunca más» y «Todos somos familiares», que a muchos nos gustaría que estuvieran por encima de la política y no fueran controversiales. Paradójicamente, esas cosas se hacen políticas en la medida en que una parte de la sociedad las rechaza y, por lo tanto, las hace controversiales, para luego acusarlas de ilegítimas en ciertos espacios, por ser políticas. En una interpretación extrema, podría llamarse político a todo lo que no sea la prescindencia respecto a los asuntos colectivos. Toda disidencia, transformación, visión de conjunto o solidaridad puede hacerse sospechosa. Es sabido, sin embargo, que las ideas y los vínculos políticos atraviesan a toda la sociedad. No solo a los lugares donde hay militancia de izquierda. Quienes actúan en las empresas, las iglesias, los tribunales, los medios de comunicación actúan todo el tiempo de acuerdo a ideas y armados políticos. En todo caso, el problema es la política explícita. Porque la política, sabemos desde Maquiavelo, a veces tiene que ver con el coraje, pero otras con el disimulo.
El conflicto entre ideas y formas de hacer las cosas, antes de darse en la política, se da en la sociedad. En el fútbol, el conflicto no es entre los pocos lugares donde hay militancias politizadas y los inocentes socios que quieren un club para todos. Las lógicas que habitan mayoritariamente ese ambiente son las del capital –sea bajo la forma de las sociedades anónimas deportivas (SAD) o del poder de las empresas vinculadas a los derechos de televisación, como Tenfield–, las de mundos con prácticas más o menos violentas y las de una cultura de vieja escuela, asociada al machismo y a ciertas ideas conservadoras sobre qué es lo popular. La intervención de Villa Española fue seguida por una ola de amenazas a dirigentes, trabajadores y jugadores del club, que, aunque venían de antes, tuvieron un punto álgido el último fin de semana, tras el partido contra Racing. Se juntaron el hambre y las ganas de comer. La pregunta que cabe es: ¿qué ocupa el espacio social cuando el liberalismo, desde el Estado, ataca y desplaza a la militancia, sabiendo que el problema nunca es si intervenir o no, sino a favor de quién se interviene?
TRANSFORMACIÓN, DONDE SE PUEDA
Pero siempre que hay represión, lo interesante no es esta, sino lo reprimido. La experiencia de Villa Española fue posible gracias a la confluencia de tres fenómenos. Por un lado, el movimiento Más Unidos que Nunca (MUQN), en el que los futbolistas reclamaban por sus derechos, movimiento del que Santiago Bigote López, goleador histórico del club, fue uno de los iniciadores. Por otro, la idea de «cultura de barrio», que llegó de la mano de Agustín Lucas (también parte de MUQN), que la venía desarrollando desde las cantinas del Waston y de Miramar, por la que se llevaban actividades culturales a las instituciones deportivas con el objetivo de hacerlas más accesibles a los públicos populares. Y, por último, una comisión directiva afín, encabezada por el presidente Miguel Romero, que se propuso pagar las deudas del club y apostar por el proyecto. En su momento, López y Lucas se quedaron sin equipo, y hay razones para pensar que Tenfield estuvo involucrado. En el proyecto de Villa Española se volvieron a encontrar: uno como capitán del plantel, el otro como coordinador deportivo.
Como parte de este proyecto, Villa Española se solidarizó con la causa de los derechos humanos, se comprometió con la igualdad de género y la lucha contra la homofobia, y se pronunció públicamente sobre estos temas. Puso una biblioteca y una huerta comunitaria. Promovió una relación estrecha con la escuela vecina al estadio Obdulio Varela. Organizó recitales de música y poesía, de los que participaron artistas destacadísimos, como Fernando Cabrera. Se negó a una oferta de inversión para crear una SAD. En la indumentaria del equipo, inspirada en los colores de la bandera española, incluyó vivos violetas para recordar la bandera de la república destruida por el franquismo. De este proceso participaron los jugadores, como quedó evidenciado el domingo en los carteles con los que salieron a la cancha en el partido contra Racing.
Podemos llamar a todo esto política o «mejoramiento moral» (uno de los fines que el estatuto le asigna al club social y deportivo). Si llamáramos a esto política, no podríamos olvidar una larga historia de relaciones entre fútbol y política en Uruguay. Podríamos preguntarnos por qué en Argentina está naturalizado que los clubes se pronuncien por el «Nunca más» y en Uruguay no. O recordar el mundialito del 80 y la forma como allí aparecieron algunos de los primeros cantos masivos contra la dictadura militar. Quizás nuestra democracia le deba algo a aquella aparentemente ilegítima intromisión de la política en el sagrado campo de juego. Quizás el oficialismo tema que las canchas se llenen de consignas y protestas.
El conflicto en Villa Española puede verse desde muchos ángulos. Uno de ellos tiene que ver con las formas de entender lo popular. La nota de Búsqueda de esta semana sobre el tema ilustra este choque. No es casualidad que la idea de cultura de barrio esté en el ojo de la tormenta. ¿Qué es cultura popular? ¿Qué puede hacerse en una cantina? ¿Qué es posible en el ambiente del fútbol? ¿Hay lugar para cuestionar ciertos estereotipos? Son preguntas que, por cierto, no oponen solamente a la izquierda y la derecha, sino que atraviesan a la propia izquierda, y, en ese sentido, no es menor que los partidarios de la intervención enfaticen permanentemente su condición de frenteamplistas.
A partir del anuncio de la intervención, las cosas sucedieron muy rápido. El domingo, en el partido con Racing en el Parque Palermo, el clima estaba enrarecido. El secretario general del club, Omar Cazarré, declaró a El Observador que los jugadores y los dirigentes fueron insultados y amenazados, y que debieron esperar 45 minutos para salir del vestuario luego del partido. El jueves 30 de junio, el club difundió en las redes sociales una carta en la que habla de «un clima de extrema violencia», promovido por «personas vinculadas» y «ajenas al club». La carta continúa diciendo que «el objetivo de los denunciantes y los violentos siempre estuvo claro: remover a esta directiva por las buenas o las malas». También comunica la renuncia de los integrantes de la directiva y los funcionarios afines al proyecto y el retiro del fútbol profesional de Bigote López, goleador histórico del equipo. Ese mismo día, el cuerpo técnico encabezado por Diego Franco Peraza se desvinculó de la institución y el fiscal Fernando Romano anunció que actuará de oficio por las amenazas. Al cierre de esta edición, la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales decidió parar la actividad del fútbol profesional, en protesta contra la violencia en el seno de Villa Española.
En medio de la tristeza y la rabia, muchos en el barrio, en la escuela, en el fútbol no olvidan las luchas, la solidaridad, los goles, la poesía y las fiestas. Que les quiten lo bailado. La aventura y la transformación siempre encuentran nuevos lugares donde alojarse.