A 44 años del inicio de la Dictadura

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Intervención fotográfica a 44 años del golpe de Estado

La exposición que cuenta con el apoyo de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos

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A 44 años del golpe de Estado se realiza la intervención fotográfica “No nos olviden” con cuatro gigantografías de detenidos desaparecidos en plaza 1 de Mayo frente al Palacio Legislativo.

La elección del lugar “es muy simbólica y pretende dar un mensaje interpelante al sistema político uruguayo” por el poco avance en las causas de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura dijo a Informe Nacional el fotógrafo Agustín Fernández, encargado de diseñar la muestra.

La exposición que cuenta con el apoyo de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos se podrá visitar durante aproximadamente un mes y “muestra que la represión fue contra personas y vecinos comunes”, agregó Fernández.

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Este martes recordamos los 44 años de una de las páginas más negras de nuestra historia: el golpe de Estado y la consecuente dictadura cívico-militar que asoló nuestra tierra durante 12 años.

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 Si bien fue el 27 de junio de 1973 cuando Juan María Bordaberry firmó los decretos disolviendo las Cámaras y eliminando las libertades, existe consenso entre los historiadores  para afirmar que en realidad el golpe comenzó el 9 de febrero de ese año con la irrupción de los comunicados 4 y 7 del ejército, el alzamiento de la Armada en defensa de las instituciones y el pacto de Boizo Lanza. La institucionalidad  y la democracia venían en caída libre desde hacía varios años. Pero fue en 1972 cuando se hizo inminente la posibilidad del golpe de estado.

Abril de ese año fue trágico: el día 14 comandos tupamaros ejecutaron a cuatro personas identificadas como integrantes del Escuadrón de la Muerte;   ese mismo día fuerzas del ejército mataron a 8 integrantes del MLN en diversos operativos; en la madrugada del 16 hubo atentados con bombas en las residencias de notorios integrantes de la izquierda y 24 horas después fuerzas combinadas del ejército y la policía mataron a 8 integrantes del partido Comunista en la seccional 20; en este operativo fue herido de bala y falleció poco después un capitán del ejército. El 15 de abril la Asamblea General aprueba por mayoría el Estado de Guerra Interno. En junio de ese año las Fuerza Conjuntas declararon derrotado al MLN. Pero en el verano 72-73  el sistema político mayoritario, incluidos los legisladores, durmió una larga siesta veraniega, como la denominó el entonces senador colorado Amilcar Vasconcellos, el único que alertó sobre la inminencia del golpe en su libro “Febrero Amargo”.

Incluso una parte del Frente Amplio se tragó como buena la operación de inteligencia encabezada por el Coronel  Ramón Trabal con los comunicados 4 y 7. También la corrupción era tema en esos años. Peirano padre había robado el Banco Mercantil usando una colateral panameña “Mercantil River Trust”, según lo denunciaron  Wilson Ferreira Aldunate en el Parlamento  y Vivián Trías en su libro “Imperialismo y Rosca bancaria”.

Pero antes otros banqueros habían saqueado algo más de 20 Bancos, empezando por el Transatlántico. El país estaba en crisis social, económica, política y moral. Y los ciudadanos salían a la calle a protestar. Entre 1968 y 1972 fueron asesinados varios estudiantes; centenares de trabajadores eran detenidos y alojados ilegalmente en unidades militares. Y en el 72 aún en democracia, efectivos del ejército asesinaron bajo tortura a un preso político, Luis Batalla, un sindicalista integrante del PDC. En junio del 73 nos convertimos en el único país latinoamericano  en tener una dictadura cívico-militar que se nutrió de dirigentes blancos y colorados, así como de profesionales en diferentes áreas y muchos advenedizos obsecuentes. Pero que también fue enfrentada por los trabajadores organizados en la CNT, los estudiantes a través de la FEUU; el Frente Amplio con Liber Seregni a la cabeza; la mayoría del Partido Nacional encabezado por Wilson  Ferreira Aldunate y el sector batllista del Partido Colorado liderado por Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti.      

El contexto internacional   Los años 60 fueron difíciles para el mundo. Era el tiempo de la “guerra fría”. Por un lado Cuba y la entonces URSS afianzaban su influencia política e ideológica en el mundo. En tanto EE.UU respondía afinando su Doctrina de la Seguridad Nacional. Y mientras Cuba, sobre todo, alentaba el surgimiento de movimientos guerrilleros en toda América Latina, EE.UU formaba a oficiales del ejército y la policía en técnicas de represión y torturas en la Escuela de las Américas ubicada en Panamá. Para mejor servir a los intereses capitalistas, durante los años 70 las democracias comenzaron a caer de Norte a Sur. Primero en toda América Central, menos México. Y luego en secuencia: Paraguay, Brasil, Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Chile y Argentina. Sólo Colombia sobrevivió. Hoy está más que probada la ingerencia de EE.UU en todos los golpes militares.

La CIA se paseaba como “perico por su casa”, tanto que en Uruguay llegó a tener su oficina principal en el último piso de la Jefatura de Policía de Montevideo. (Philip Agee “La CIA por dentro” y Manuel Hevia Cosculluela “Pasaporte 11333”) Asuntos pendientes Durante 37 años tuvimos una dictadura sin dictador, ya que recién en el año 2010 Juan María Bordaberry fue condenado por “Atentado a la Constitución” y por “nueve crímenes de desaparición forzada y dos crímenes de homicidio político”. Un año antes, el teniente general Gregorio Alvarez (dictador entre setiembre de 1981 y febrero de 1985) fue condenado por el homicidio de 37 personas durante su etapa como comandante del Ejército. En junio de 1976 Alberto Demichelli, sustituyo a Bordaberry apenas hasta setiembre, cuando a su vez fue sustituido por Aparicio Méndez quién permaneció en el cargo hasta que llegó el Goyo Alvarez.

Durante el período “Méndez” se realizó el plebiscito en el que se rechazó una reforma Constitucional propuesta por la dictadura. Ese fue el principio de su fin. Tuvo que pasar mucho tiempo para que se conociera públicamente la magnitud de los crímenes cometidos por los dictadores. Torturas masivas, violaciones, asesinatos y desapariciones por las que un pequeño puñado de militares fueron procesados y remitidos a una prisión construida especialmente para ellos.

Y más tiempo para que se supiera de algunos pactos que han permitido la existencia hasta hoy de una cultura de la impunidad, como la ha denominado el periodista Roger Rodríguez. Centenares de uruguayos aguardan todavía saber donde están los restos de sus familiares desaparecidos. Los “servicios de inteligencia” siguieron espiando a todos los partidos políticos, organizaciones sociales y sindicales, además de a ciudadanos, por lo menos hasta el 2005, aunque no sabemos si esa práctica continúa aún hoy. La democracia enfrenta hoy problemas nuevos y algunos viejos. El narcotráfico, con su secuela de violencia y corrupción, junto al poder político que ha ido adquiriendo desde el sur del Río Grande hasta la Patagonia pone  en jaque a varias naciones Centro y Sudamericanas.   El otro gran problema es la corrupción que arrasa Estados en todo el mundo. Nuestro país goza hoy de amplias libertades y si bien enfrenta algunos de los dos problemas antes reseñados, no tiene en riesgo su democracia. Sin embargo las situaciones cambian en el mundo y nuevos problemas asoman en el horizonte, como el desempleo que genera la tecnología. 

No hay una vacuna contra los totalitarismos. Sólo conociendo esa terrible historia; profundizando el desarrollo de organizaciones democráticas; fortaleciendo a los partidos políticos; mejorando la aplicación de justicia y logrando ciudadanos educados y socialmente comprometidos, estaremos en condiciones de enfrentar cualquier intento de regreso a un pasado oprobioso. Pero sobre todo, trabajando para superar las oprobiosas inequidades sociales. Una sociedad desequilibrada y desencantada siempre estará proclive a oir cantos de sirenas.

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Carlos Julio Pereyra: “Juan María Bordaberry confesó que no creía en la democracia”

Se conmemoran cuarenta y cuatro años del golpe de Estado y de la huelga general del movimiento sindical que duró quince días contra la dictadura cívico- militar que gobernó Uruguay entre 1973 y 1985.

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El ex senador nacionalista Carlos Julio Pereyra –compañero de fórmula de Wilson Ferreira Aldunate en 1971-, y el hijo de Wilson Ferreira Aldunate, Juan Raúl Ferreira, contaron a La Mañana de El Espectador cómo vivieron aquella noche la previa a la dictadura.

Pereyra, dijo que en la última sesión del Senado, donde todos los partidos expresaron su rechazo al golpe, ya venían venir la dictadura, porque “había una situación de desacato del presidente de la República (Jun María Bordaberry), y además él mismo confesó que no creía en la democracia”.

Sobre los tupamaros el ex senador expresó que “el país vivía un clima de miedo en virtud de la actuación de los tupamaros que ejercieron una política terrorista con el propósito de llegar al gobierno”. Además, aseguró que no fue este movimiento el que se opuso a la dictadura porque “la dictadura estalla en 1973 y hacía más de un año que esta organización estaba disuelta y sus dirigentes presos”.

Pereyra contó que “cuando se restablece la democracia, encuentro violentada la cerradura del escritorio en mi despacho, por lo tanto no me cuesta creer que después de establecida la democracia siguieron habiendo episodios lamentables, que violaban el principio de la libertad”, expresó Pereyra.

Por su lado, Ferreira reconstruyó la noche después de la última sesión del Senado junto a su padre, y contó la travesía que enfrentaron rumbo a Buenos Aires para exiliarse. Aseguró que en esa época se pensaba que “iba a ser un golpe de Estado, sin formato de golpe de Estado. Se pensaba que iba a estallar de ahí a una semana”.

Por su parte el ex dirigente de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) Carlos Bouzas, contó cómo se organizó la huelga general del movimiento sindical, y aseguró que la represión en la huelga fue muy dura.

“A cambio de levantar la huelga para normalizar el país el gobierno ofreció un aumento salarial y la instalación de negociaciones salariales en la actividad pública. El secretariado de la CNT le respondió que un aumento de salarios venía muy bien, pero que previo a eso era necesario que haya libertades públicas, que haya libertad de prensa, que haya Parlamento y que funcionen las instituciones. Nos tiraban un caramelo para que dejáramos de luchar”, expresó Bouzas. Por este motivo se rechazó la propuesta.

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