Sobre la Memoria

Narradores de la memoria

El libro Ex-presar “Las palabras guardadas”.

Franco Scopelli

Guiados por su derrotero biográfico durante el terrorismo de Estado y un taller de sugerente nombre, Ex-presar, 13 narradores lograron apoderarse de la palabra escrita y vehiculizar tramos de la memoria colectiva en 20 historias íntimas que alumbran pequeños recovecos a los que la historia no suele llegar. El resultado: un libro que, quizás, deberíamos celebrar con más fuerza.

Palabras guardadas nace como la cristalización en palabras de los encuentros del taller Ex-presar, que se llevaron a cabo entre 2013 y 2015, y que fue dirigido por el profesor Luis Masci, periodista, crítico de literatura, teatro y cine, publicista y escritor (ha publicado varios volúmenes en poesía, teatro, ensayo). Masci, convocado por el Mec, ha guiado durante cien semanas a una planilla de 13 autores (en su gran mayoría mujeres) para que compartan sus historias íntimas acerca de la última dictadura cívico-militar del país. Todos ellos militantes, algunos hijos o familiares de detenidos desaparecidos, otros ellos mismos detenidos y torturados, varios integraron el colectivo de personas que denunció la operación Morgan.

“Resurgen las voces de los lúcidos y los dolientes, de los pensadores y de los ciudadanos comunes… En fin, las voces de la memoria y de la justicia. Así abre el prólogo de este volumen, en donde todos los autores demuestran una voluntad de plasmar en palabras (ese vehículo extraordinario de la memoria y el pensamiento) no sólo el horror directo y crudo, sino también esa otra dimensión coloquial de cualquier momento histórico. Al fin y al cabo, el café con leche que alguien tomaba una mañana hace cuarenta años también fue parte de ese momento y, sin caer en un relativismo insulso, las narraciones de este volumen se las arreglan para dar un contenido a la persecución política, pero también al papel de las familias o los amigos, o el compañero de trabajo que con una sola frase, dicha como al pasar, entra en el torrente de la memoria que cada uno de estos autores ha esculpido para sus historias.

Los relatos aparecen de acuerdo al orden alfabético de sus autores. El criterio enfatiza el hecho de que el proyecto no tiene aspiraciones de algo que podríamos llamar “literatura”, sino que se interesa directamente en otros usos de la escritura: como testimonio, memoria, resistencia. Los relatos son de una variedad impresionante, cada uno de los autores tiene una personalidad propia y bien lograda (uno podría temer que el trabajo en grupo y con la misma temática hiciera tabla rasa sobre la expresión, o se transformara en ejercicios de simple desahogo, y no es el caso). Es incluso notable cómo las pequeñas fichas biográficas que acompañan a cada autor funcionan como clave de interpretación no sólo de lo que dicen, sino de cómo lo están diciendo. Quien recorra estas páginas se encontrará con diarios íntimos (Aideé Santo), relatos narrativamente experimentales (Antonia Yáñez), la narración cruda del horror (Aurora Rey), o la amistad y la humanidad venciendo el rencor y la frustración (Carlos Lamancha), por nombrar algunos.

EXPRESAR. Es preciso, pues, agradecer estas narraciones que no sólo ayudan a mantener la memoria, sino que son necesarias para pensar una dimensión de los hechos a la que la historia con mayúscula no llega. Y no porque no pueda, sino porque los objetivos han sido siempre distintos. La memoria hace más amistad con las herramientas de la literatura que con las de la historia. La memoria, en este sentido, es como un retrato que quema, como una huella visual del tiempo que es soplada, en este caso, por los integrantes de Ex-presar con el justo cuidado de que levante las cenizas y pueda reavivar las brasas.

El nombre del taller es más que sugerente. La palabra “expresar” viene del latín expressus, formado por el prefijo “ex-”, que significa “hacia afuera”, y el participio pressus, que significa “presionar algo”. Tenemos entonces la idea de que expresarse es hacer salir, sacar hacia afuera algo mediante un esfuerzo o una presión. Cuando uno salpica su lectura de este volumen de relatos acá y allá no puede más que reconocer una marca común de la presión que el no querer recordar ejerce sobre las narraciones. Cada uno de los narradores tiene que encontrar su propio camino para hacer su ex-pressus. Algunos darán forma a esa presión por medio de imágenes (piedras selladas que se fisuran, muros de ladrillos construidos para no recordar que se derriban). Las estrategias son diversas y en esa diversidad se cifra la capacidad del género humano para los momentos en que el saber no es suficiente, y entonces se debe recurrir a la imaginación, con su propio régimen de conocimiento. Pero también, y aunque aquí la etimología no nos ayude tanto, resuena en el nombre del taller el sentido de sacar de prisión, de “ex-presar” las palabras guardadas.

SOL DEL PRESENTE. La edición es ciertamente de calidad superior, cuenta con el apoyo del Mec, de Crysol y de la filial uruguaya de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, cuya actividad se basa en la generación de espacios de diálogo y debate con los actores políticos y sociales de cada país. El bello diseño de la cubierta a cargo de Carlos Palleiro remite con justeza a varias de las narraciones que señalan el sol del presente como una esperanza frente a un pasado de dolor y sufrimiento, pero sin olvidar que ese pasado es parte irrenunciable del hoy, construido en unión. Además de la presencia constante de fotografías que amenizan la lectura a lo largo del volumen. La disposición del título en la portada, a modo de celda o barrotes es un detalle delicado y bien resuelto que tiene consonancia con el resto del libro.

Ellos, pues, las personas que vivieron la historia, han cumplido su parte, han dado testimonio. En griego, martyromai significa “dar testimonio o fe de algo”, de ahí tenemos nosotros “mártir”. Ellos entonces han dado su testimonio por la memoria, la pregunta que queda pendiente es siempre qué es lo que nosotros haremos con esto. ¿Pondremos estas palabras en el cajón de los recuerdos para sacar a pasear de vez en cuando, en fechas establecidas año a año? ¿Se utilizarán como base para subsiguientes obras artísticas: pictóricas, literarias, teatrales o danzadas? Nuestra mayor responsabilidad está entonces aquí, en lo que hagamos con el regalo de este grupo de resistentes, que ya pasados unos cuantos años de este nuestro siglo XXI, entienden la necesidad de seguir ex-presando, y entienden bien.

Entre el micrófono y la penumbra

La escritura de un libro colectivo siempre se debate en el equilibrio entre la originalidad de cada uno de los autores y la cohesión necesaria para que no se convierta en un pastiche. Los relatos y narraciones recogidos en el volumen fueron equilibradamente escritos por: Aidée Santo, Ana María Olivera Rey, Aurora Martina Rey Martínez, Analía Morales Viñoles, Antonia Yáñez, José Carlos Lamancha Acosta, Charna Furman, Clarel de los Santos Flores, Daniel Stapff, Dora Campos, Karina Tassino, Margarita Julia Stoll Rial y Vilma Antúnez. Figura Leticia Cuba como colaboradora del volumen.

 

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