Para un prontuario de “El Cóndor”

Durante el proceso de Nuremberg, en que se juzgaron a los más altos dignatarios del nazismo, por crímenes contra la Humanidad, uno de los elementos que se juzgó como instrumento de llevar adelante los designios de esta funesta ideología, fue la de declarar a las SS como Organización Criminal, ya que aparte de combatientes, eran los encargados de los campos de exterminio, de los servicios de “seguridad” del Estado, y la aplicación de la “solución final”. El juicio que viene de finalizar en Argentina, donde se juzgó a 15 militares, por “asociación criminal”, justamente llegan a la misma conclusión de aquellos de las SS nazis, el “Plan Cóndor” ha sido declarado como Organización Criminal, por lo cual, se abre una nueva posibilidad de reveer la actitud de ciertos países, en los cuales aplicaron la dictadura, la de firmar una “alianza para el crimen” con una potencia extranjera, en estos casos, con los EEUU y su aquél representante Henry Kissinger.

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“PLAN CONDOR : KISSINGER y la CIA”

por Alejandra DANDAN (“Pagina 12” – Argentina)

“La evolución del Cóndor”  

Director del prestigioso Proyecto Documentación Cono Sur del Archivo de Seguridad Nacional en Washington, habló en el juicio en Buenos Aires. Trajo decenas de documentos que muestran el rol de EE.UU. y la CIA en la coordinación entre países de la represión, que arrancó mucho antes de lo pensado.

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Carlos Osorio es el director del Proyecto Documentación Cono Sur del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad de Washington. Este archivo es uno de los lugares que guarda los documentos desclasificados del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre las dictaduras de la región. Osorio declaró diez horas en el juicio oral por el Cóndor que se hace en Buenos Aires y que la semana próxima entra en la etapa de alegatos. El investigador presentó un Excel de 900 documentos, 40 por ciento de los cuales provienen del acervo norteamericano y otro tanto del Archivo del Terror paraguayo.

De los 900, seleccionó 100 para la audiencia. Su serie no empieza en 1975 con la sabida conferencia de Inteligencia en Chile, en la que se instituyó formalmente la coordinación de las fuerzas represivas bajo el nombre de Cóndor. Empieza en 1972, algo que es su clave de lectura sobre ese proceso. Cuando los defensores vieron en la pantalla de la sala la primera pieza, uno levantó la mano alarmado y objetó lo que le parecía fuera del objeto de juicio. El presidente del Tribunal Oral Federal N° 1 Oscar Amirante lo interrumpió: “Usted tiene conocimiento de cuándo empezó el Plan Cóndor –le dijo el juez–, el tribunal todavía no”.

La escena encierra una de las preguntas de este juicio. “¿Todo esto está vinculado con lo que se llamó Plan Cóndor?”, le preguntaron al investigador. “Pienso que sí”, fue la respuesta. “Si uno establece metodologías y los nombres que comienzan a intervenir en el primer período, verá que todo es parte de la misma materia que aparecerá investigada mas adelante.”

Esta mirada cronológica de los documentos le permitió a Osorio leer a 1975 como la institucionalización de un proceso previo, sostenido en convenios y acciones bilaterales. La progresión muestra acuerdos puntuales, informales y hasta sostenidos por relaciones personales entre agentes de inteligencia y entre oficiales. También encuentros que comienzan a hacerse más frecuentes y periódicos a medida que los tiempos se hacían más calientes. Muestran cómo se aceleraron las comunicaciones. Cómo y quiénes estaban bajo la lupa. Hay nombres de líderes de las organizaciones políticas y armadas. Internas en los servicios de inteligencia. Pero además, o especialmente, dan cuenta del rol de Estados Unidos.

La progresión

Del enorme caudal de documentos, pueden tomarse dos para explicar de qué habla Osorio cuando habla de un proceso en evolución. El primero, menos conocido, es del 12 de septiembre de 1972 un acuerdo secreto bilateral de Inteligencia entre las fuerzas armadas de Paraguay y el Ejército argentino. El texto llama a “aunar esfuerzos de las agencias de Inteligencia sobre grupos u organizaciones”. Y a “prestar colaboración mutua en la lucha contra la subversión mediante medidas oportunas, desalentando elementos presentes en uno u otro país”. Argentina presenta un informe sobre los grupos “insurreccionales paraguayos o extranjeros” que detectó en la zona del nordeste. Señala que “la región del nordeste del país no puede sustraerse de la presión marxista”. Describe la presencia de tupamaros en esa región, ingreso de armamentos, movimientos en el ámbito estudiantil de alumnos paraguayos.

Menciona que los “sacerdotes y laicos para el Tercer Mundo tienen vigencia y presencia en casi todas las provincias” bajo esa brigada. Hablan del ERP y Montoneros. Y de altos dirigentes de las organizaciones de Paraguay que “actúan en nuestro país” y “han desaparecido del ámbito” luego de haber “sufrido”, aparentemente, “un golpe con la internación de estos dirigentes y la estrecha vigilancia sobre ellos”. Hay un anexo de boletín del Servicio de Inteligencia de Uruguay sobre los tupas. Mas adelante otro documento del agregado militar de la Embajada de Brasil.

Los datos, las referencias y el concierto de países del documento permiten entender por qué Osorio lo incorporó. Pero más allá de lo que dice, el investigador valoró lo que el documento no dice: “Este documento está mostrando que esta es una última reunión de una serie de reuniones que se vienen desarrollando de modo periódico. Muestra también que es un acuerdo que, como muestran otros documentos más adelante, continuarán desarrollándose a futuro”. Y agregó: “Sólo quería mostrarlo como una primera muestra de un tipo de patrón que más adelante podemos identificar que es esta colaboración bastante íntima.

Es interesante ver que no se hace referencia a ningún patrón de ‘cooperación’ entre los dos países. Sino que lo que se observa es una práctica de camaradería entre los dos ejércitos. No hay ninguna mención a un marco legal que limite actividades y que esté operando. Quería sólo mostrar esto”.

Munido de una pantalla, su Excel y el enlace interactivo a los documentos, todo lo que decía se veía en tiempo real ampliado en la pantalla grande de la sala. A continuación mostró otros documentos del año siguiente, 1973, que con el final del gobierno de Salvador Allende y el fantasma de la “invasión marxista” en la región es un año que Osorio entiende como “el momento en el que en el Cono Sur se empiezan a estrechar las relaciones entre estos organismos. En el ’75 esto se coagula”. Entre los papeles hay piezas como los documentos de Arancibia Clavel que van relatando las espinosas internas en Argentina entre el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y la SIDE.

El segundo documento destacable es más conocido, es del 28 de noviembre de 1975 durante la clausura de la primera reunión de Inteligencia Nacional celebrada en Chile desde el 25 de noviembre. Fue varias veces publicado porque la reunión le da al “sistema” el nombre de Cóndor. Lleva la firma de los responsables de Inteligencia de cinco países: Jorge Casas, capitán de navío, jefe de la delegación argentina y quien según Osorio era vox populi entre los investigadores su adscripción a la SIDE; Carlos Mena, mayor del ejército, jefe de la delegación Bolivia; Manuel Contreras Sepúlveda, jefe de la DINA chilena; José Fons, coronel del ejército, jefe de la delegación de Uruguay; Benito Guanes Serrano, coronel del ejército y jefe de la delegación paraguaya.

Este documento formaliza eso que hasta entonces no aparecía con claridad: la “cooperación”. En las conclusiones señala que “se dan por iniciados a partir de esta fecha los contactos bilaterales o multilaterales a voluntad de los respectivos países aquí participantes para el intercambio de información subversiva, abriendo propios o nuevos carteles de antecedentes de los respectivos servicios”. Los presentes asumen como tarea formar “una oficina coordinadora destinada a proporcionar antecedentes de personas y/o organizaciones conectadas con la subversión”.

Generar un directorio completo de nombres que trabajan en inteligencia “para solicitar directamente los antecedentes de personas y organizaciones conectadas directa o indirectamente con el marxismo”.

Hay recomendaciones. Entre ellas, contacto muy directo y rápido cuando se expulsa del país a un individuo o viaja un sospechoso para alertar a los servicios de Inteligencia. Colocar a disposición del equipo técnico los antecedentes que posee la Inteligencia. Habilitación en las embajadas para personal de Inteligencia nacional o similares como enlaces directos y personales plenamente acreditados ante los servicios. Facilitar los medios para publicar información destinada a atacar “la subversión”. Agregan datos para una próxima reunión una semana antes de la reunión de comandantes del Ejército. Y finalmente disponen el nombre y formas de incorporación: “El presente organismo se denominará Cóndor aprobado por unanimidad conforme a la moción presentada por la delegación de Uruguay en homenaje al país sede. La inclusión de países del sistema Cóndor deberá contar con la aprobación de los países de la primera conferencia”.

Osorio volvió a decir en la audiencia que esto parte de una práctica más larga. “Este documento lista muchas actividades, relaciones, prácticas, que ya estaban desarrolladas de modo bilateral por muchos años. Lo que hizo este encuentro es darle una institucionalidad, un reconocimiento, y decir que de alguna manera había que blindar esas prácticas.”

“Como dice la CIA, ya en el ’74 conversaron sobre la necesidad de generar una coordinación. Se ve que las redes militares ya son muy estrechas. Hay comunicaciones muy fluidas. Y venían viendo la necesidad desde entonces, pero en 1975 se formaliza cuando sí nace la Operación Cóndor. En la práctica lo que hace no es solamente reconocer lo que ya se está haciendo sino sentar las bases. Es como construir un edificio para que tengamos todos nuestras oficinas. En lugar de estar todos dispersos, dicen juntémonos y hagamos funcionar más todo esto. Es un edifico. El edificio es todo el lineamiento.”

Estados Unidos

Una pregunta que late en el juicio es el rol de Estados Unidos. Cómo probar la presencia, coordinación o participación de acuerdo a los parámetros de un juicio. No hay un sólo documento que muestre eso con todas las palabras, pero la serie y el contexto con la Escuela de las Américas y el Comando Sur en funcionamiento aportaron datos para ver rol y ambivalencias. Dos documentos dan cuenta de lo último.

El primero es muy conocido entre quienes saben del Cóndor. Es del 10 de junio de 1976, tiene forma de relatoría y da cuenta de una conversación entre el secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger y el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina César Augusto Guzzetti.

En el documento, Guzzetti describe la coordinación de Inteligencia con las dictaduras del Cono Sur. Explica que el problema del terrorismo está generalizado. Señala que para combatir “el problema” están tratando de unir esfuerzos con Chile, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil. Kissinger le responde con una frase muy conocida: “Si hay cosas que tengan que ser hechas, deben hacerlas rápido. Pero deben volver rápido a procedimientos normales”.

El 13 de agosto de 1976 el Departamento de Estado emite un documento muy protocolar y una posición bien distinta. “El gobierno de los Estados Unidos se ha dado cuenta del plan de los países Cóndor de participar en una cooperación para asesinar subversivos y exiliados políticos dentro y fuera de los países que pertenecen a la Operación Cóndor”, indicó Osorio en su traducción. “Y el Departamento de Estado elabora un borrador en el que ordena a sus embajadas conseguir citas con los niveles más altos, lo más pronto posible. Deben expresar que ‘mientras aprobamos el intercambio de Inteligencia e información, los planes de asesinatos internacionales son muy serios y crearían problemas en las relaciones con los Estados Unidos’.”

El punto 10 dice a las embajadas del Cono Sur que “deben por supuesto tener en claro que ninguna agencia del gobierno de los EE.UU. sea implicada de ninguna manera en intercambiar información o datos sobre un individuo subversivo con los gobiernos locales, incluso en esos países donde proponemos expandir nuestro intercambio de información. Es esencial que de ninguna manera nosotros pongamos o apuntemos el dedo sobre individuos que pueden ser candidatos de intentos de asesinato”.

Este documento no es Kissinger, dijo Osorio a modo ilustrativo: es el Departamento de Estado. “Realmente el Departamento de Estado tiene dos voces en esta época –dijo– y esto es tema de discusión en libros enteros.” De hecho, en investigaciones sobre Cóndor se habla de “la luz verde y la luz roja”. Lo que se ve es que “el Departamento de Estado le está diciendo a los ejércitos de la región que no podían continuar con este nivel de asesinatos. Están diciendo: ya sabemos que Cóndor está matando gente. Y líderes. Eso no puede ser. Nosotros queremos parar eso. Podemos cooperar pero es éticamente imposible de sostener”.

Ahora bien, agregó Osorio, “Kissinger le dice a Guzzetti otra cosa, les da el guiño a los militares argentinos en particular, pero también lo hizo en Chile y en otras partes. La política oficial del Departamento de Estado está marcada por el Congreso de Estados Unidos que tiene un debate en ese momento sobre las violaciones a los derechos humanos que está recorriendo el mundo debido a la influencia de las agencias de Inteligencia y las agencias militares. El Departamento de Estado asume como política oficial la promoción de los derechos humanos en ese momento”.

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LA DIARIA 10/6/2016

LEJOS, PERO DE VERDAD

Testimonios en Roma siguen comprometiendo a Tróccoli y a otros represores con desapariciones en Uruguay.

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JORGE TROCCOLI

En el día en que se cumplen 40 años del secuestro de Gerardo Gatti y 17 de que un grupo de mujeres -Cristina Mihura, Aurora Meloni, Luz Ibarburu, María Bellizzi, Marta Casal de Gatti y Claudia Allegrini- presentaron la denuncia que dio impulso al juicio sobre la Operación Cóndor, que se está realizando en Roma, Uruguay presentó cinco testigos.

“Permítanme decir que deseo profundamente que el capitán Tróccoli exprese ante ese tribunal la información relativa a los restos de los compañeros, que sin duda tiene, y que familiares, amigos y todos los uruguayos esperan desde hace 40 años para entender la historia real y construir la historia posible. Mis últimas palabras serán para nombrar simple pero emocionalmente a esos 26 desaparecidos de ese período”.

Martín Ponce de León, primer testigo de la jornada, concluyó su declaración leyendo los nombres de las 26 víctimas de Tróccoli que son parte de este juicio. A lo largo de su declaración presentó dos láminas, que él mismo construyó, para exponer a la Corte la cronología, entre 1974 y 1980, de los varios cargos del imputado Tróccoli dentro de la Armada y para analizar más en detalle el período noviembre 1977-mayo 1978, los viajes de Tróccoli a Buenos Aires y la andanada de secuestros que se realizaron durante su estadía en Argentina.

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“El legajo de Tróccoli -dice Ponce de León- está lleno de evaluaciones positivas sobre su actuación y habla de sus contactos con OCOA [Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas] y con la ESMA [Escuela Superior de Mecánica Armada] de Buenos Aires”. Según la reconstrucción de Ponce de León, Tróccoli, en abril de 1976, tres meses después de haber sido designado S2 (oficial de inteligencia), fue nombrado oficial de enlace con la OCOA. Permaneció allí tres meses pero conservó ese vínculo durante toda su carrera, como testimonia su legajo.

El 15 de octubre del mismo año viajó a Argentina para visitar unidades de infantería de marina y recopilar datos y información; su comandante expresó que al regreso presentó un informe con ideas constructivas y de posibles acciones. “Probablemente aquí surge la idea de la Computadora [“la Computadora” era una oficina instalada en las dependencias de los Fusileros Navales, Fusna, a la que los prisioneros eran llevados y presionados para que colaboraran en trabajos de inteligencia, como elaboración de fichas de detenidos y organigramas de organizaciones] copiando la Pecera de la ESMA”, siguió Ponce de León. En junio de 1977, Tróccoli realizó un nuevo viaje a Argentina, dándole continuidad e impulso a la relación; “podemos ver que ya en 1978 pasará a operar instalado en Argentina y allí quedará por dos años”.

El relato siguió con la narración del vuelo del 20 de diciembre 1977 en el que viajaron a Buenos Aires Tróccoli con José Uriarte y Ricardo Dupont (el abogado Galiani avisó a la Corte que sobre ese vuelo hay documentación depositada en las actas de juicio que se refieren a la Oficina de Migración uruguaya). “El día siguiente a la llegada de Tróccoli, y por dos días, hasta que él regresa a Uruguay, se desata la ola de secuestros que incluye compañeros de los GAU [Grupos de Acción Unificadora] y de otros sectores políticos vinculados en Buenos Aires a los GAU en la Unión Artiguista de Liberación. Hoy sabemos que los secuestrados fueron llevados al Centro de Operaciones Tácticas I Martínez y torturados durante los primeros diez días.

Al pasar los días se encomienda a las mujeres detenidas preparar la comida para los presos. Ese hecho, que parece menor, permitió conocer la orden de preparación de sándwiches y milanesas para cinco detenidos que iban a ser trasladados por lancha, entre ellos Castro Gallo y Julio D’Elía. Sobre el caso de D’Elía no tenemos pruebas, pero podemos fundamentarlo apoyándonos en algunos hechos: primero, D’Elía era un alto dirigente de los GAU en Argentina, y en todas las declaraciones nadie lo vio en centros de detención clandestina; segundo, a los pocos días de su secuestro, un oficial de la Marina, amigo de los padres de D’Elía, les dijo que su hijo había sido trasladado a Uruguay, y después de 48 horas reapareció en el domicilio de la pareja rogándoles que no repitieran ese hecho y que se olvidaran de lo que les había dicho; tercero, un funcionario de la embajada estadounidense en Montevideo, Gordon, dijo a los padres de D’Elía que Julio había sido muerto en Uruguay y que eso lo supo de un integrante del aparato represivo de la Armada”. La declaración de Ponce de León siguió con el relato de los días alrededor del 16 de mayo de 1978 y del viaje del comandante Juansolo y del entonces S2 Larcebeau a Buenos Aires, que coincide con el gran traslado de uruguayos del Pozo de Banfield a destino desconocido. El abogado defensor de Tróccoli, Guzzo, preguntó a Ponce de León si había tenido relaciones personales con su imputado y si, en caso positivo, Tróccoli se había mostrado disponible a contactarse; Ponce de León dijo que tuvo algunas ocasiones de encontrarlo y que siempre estuvo disponible pero, subrayó, era muy claro que él era un oficial de inteligencia.

El caso Chávez Domínguez

El abogado Zaccagnini, que defiende a los imputados Mato Narbondo, Maurente Mata y Chávez Domínguez, le preguntó a Ponce de León sobre sus asistidos. Surgió una larga discusión sobre las responsabilidades de Chávez Domínguez en el Fusna, en el período correspondiente a los hechos del juicio. Ponce de León recordó que Chávez Domínguez estuvo en el Fusna por un período no muy largo y que siempre estuvo asignado a tareas de logística, hasta que pasó a trabajar en el SOMA [Servicio de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Armada]. La fiscal Tiziana Cugini quiso detallar cuáles son las tareas que cumple un oficial de logística, y Ponce de León confirmó que son actividades técnicas de soporte de operaciones militares, como el suministro de alimentos a todos los presentes en la estructura y de medios de transporte para las tareas de servicio.

Otros testigos

El argentino Jaime Dri, sobreviviente de la ESMA, contó su larga historia y sus innumerables traslados entre Uruguay, Argentina y Paraguay. Rubí Baltasar Véliz Galeano era marinero en la Prefectura del puerto de Nueva Palmira. Hacía patrullaje en el río, y en febrero de 1978, durante una recorrida con el capitán Martínez Siboldi, vio entre los árboles una lancha de la que estaba desembarcando gente. “Habían bajado tres personas; un hombre todavía estaba en la proa y una mujer lloraba. En ese ínterin aparecieron unos oficiales en medio de los árboles, que ordenaron a Siboldi retirarse porque estaban haciendo un procedimiento. Siboldi dijo que se encontraban en su jurisdicción, y ellos le contestaron que iban a hacer su informe y enviarlo al Esmaco [Estado Mayor Conjunto]. El oficial que habló con Siboldi estaba vestido con el uniforme de faena de la Marina y yo supuse que tenía un grado más alto que Siboldi, porque le dio una orden.

Eso pasó en el puente que divide Nueva Palmira y Carmelo”. Véliz Galeano relató también que escuchó hablar de Tróccoli como la persona que estaba comandando un grupo que estaba haciendo ejercicios de supervivencia con el que él se cruzó durante un operativo de relevo de personal de la Armada en el invierno de 1975-1976. Véliz Galeano, delante de la Corte, negó tener datos acerca de restos de desaparecidos, algo que, según contó el abogado Galiani a la diaria, había afirmado en otras ocasiones.

Oscar Chiminelli fue detenido en noviembre de 1977 y llevado al Fusna. Después de días de tortura pasó a colaborar con los represores y fue llevado a la Computadora, donde conoció a otros prisioneros que trabajaban allí, como Gallo y Patrone. En el Fusna tuvo la ocasión de reconocer a algunos represores, como Juansolo, un tal Ricardo que después se enteró que era Zapata, un colaborador de Lacerbeau, Gustavo El Chiqui, además de personal de inteligencia del Ejército. A principio de 1978, según relató, llegó un listado con los nombres de más de diez personas, aunque él recuerda sólo los de Bosco, Dossetti, D’Elía y García, que tenían que ser agregados en la lista de los desaparecidos.

Wilson Falero fue detenido por primera vez en 1972, cuando todavía era menor de edad, y después en abril de 1978. “En 1978 yo había vuelto a Uruguay desde Argentina. Vivía en La Paz y me detuvieron para investigarme por un hurto que se había producido, pero que no tenía nada que ver conmigo. En la comisaría empezaron a deletrear mi nombre y desde la mesa de radio de comunicaciones dijeron que estaba requerido en Argentina y por lo tanto requerido por OCOA. A partir de ese momento cambió todo. Me sacaron la campera y la usaron como capucha; empezaron a golpearme y torturarme allí. Luego me trasladaron a Canelones, a un lugar de detención clandestina, y allí me torturaron, me golpearon, me dieron picana y me sometieron a interrogatorios.

Me preguntaban qué relación tenía con Ary Severo Barreto, a quien yo conocía desde hacía tiempo por haber militado juntos”. Falero dijo que le llamó la atención que en los interrogatorios los represores describían la casa donde vivía Ary. “Me interrogaban dos personas: el vicecomisario El Turco y un hombre muy joven, muy siniestro, El Charleta, que luego reconocí como Jorge Guldenzoph. Un día estaba en el baño y los dos entraron sin darse cuenta de que yo estaba allí, y los escuché decir que Ary Severo era un hombre duro, que no le sacaban nada a pesar de la tortura”. Falero habló también de un tercer personaje, un uruguayo al que llamaban El Pibe oEl Gurí, que viajaba a menudo a Buenos Aires; esa fue la misma persona que hizo pasar a Falero por simulacros de fusilamiento y que un día le dijo que había “hecho boleta al Negro Tatú [Ary Severo]”. Falero relató también que años después, en el centro de Montevideo, mientras trabajaba vendiendo diarios, vio a El Gurí paseando con su esposa y sus hijos, y que siempre le dio mucho terror encontrarse con esa persona, de la cual desconoce el nombre.

Nadia Angelucci desde Roma, Italia

 

 

 

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