De la Comisión Investigadora

 Comisión Investigadora sobre espionaje militar:

Servicios coordinados

7/10/2017

El capitán de navío Jorge Saravia, exjefe del Departamento I de Inteligencia, confirmó que la tarea de recopilación de información era una política institucional y descartó que se tratara de actividades aisladas.

Durante años, los servicios de la Dirección General de Información y Defensa (DGID) se dedicaron a recopilar información sobre asuntos de carácter político, económico, psicosocial y militar. Ese trabajo incluyó la elaboración de carpetas sobre personas y organizaciones sociales y políticas. Se trató de un trabajo coordinado entre distintas dependencias que se sustentó en “información abierta”, o sea, en información pública cuyo objetivo era preservar la seguridad. Así lo afirmó el capitán de navío Jorge Saravia, exjefe del Departamento I de Inteligencia, al comparecer ante la comisión investigadora por espionaje militar en democracia.

En su intervención, Saravia diferenció entre recopilación de información y espionaje. Dijo que uno de los trabajos de los servicios es, precisamente, recabar información sobre la actualidad para su evaluación. El trabajo tenía como objetivo mantener informadas a las autoridades sobre posibles actos que afectaran la seguridad nacional; el destinatario final era el ministro o el propio presidente de la República. “Si bien, por la vía jerárquica, dependíamos del ministro, suponía -y supongo- que el destinatario final era el Poder Ejecutivo. No sé si llegaba o no, pero la tarea se hace con esa finalidad. Tal vez en algún momento se hiciera y en otros, no”, señaló Saravia.

Por este motivo, el archivo “era lo más amplio posible; abarcaba prácticamente todos los temas […] dentro del plan de colección abierto que teníamos, la información se archivaba como venía”. “Si estamos hablando de Inteligencia, el fichero es imprescindible. No se puede hablar de Inteligencia si no hay fichero y registro de información. La importancia de una agencia o unidad de Inteligencia no se mide por el valor que puedan tener las operaciones que realiza o los asesoramientos que tiene, que realmente no trascienden. Su peso, su importancia y la seguridad de un país radican en qué tan bueno sea ese archivo”, aseveró.

“Nosotros escuchamos hablar mucho del Mossad y de la CIA, pero pocas veces del fichero inglés. ¿Por qué se dice que el servicio secreto inglés es el más capaz o más completo? […] Se sostenía eso porque en ese archivo existen fichas desde los años 1700 o 1800. En una Guía del Tercer Mundo leí que allí estaba la ficha de José Artigas”, enfatizó Saravia.

Según Saravia, la información se obtenía en base al análisis de diarios y semanarios, que se hacía todos los días, a las 6.00 horas, por un grupo de ocho personas que seleccionaba los artículos, sacaban fotocopias, hacían un resumen y lo archivaban. Por ejemplo, si un diputado hacía manifestaciones sobre una situación nacional, “esa información iba a una carpeta en la ficha de ese legislador o de la personalidad de la que se tratara”.

Entre 1996 y 1997, la DGID analizó diversos asuntos, algunos con especial atención, como el caso de los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel en Argentina. “Ese tipo de cosas se trabajaba como una amenaza posible hacia Uruguay, lo que implicaba prestar atención a las comunidades palestinas y a las declaraciones que se hicieran en ese orden”, dijo. También existió una especial atención sobre las migraciones masivas (basándose en lo que sucedía en Europa y otros países de América), la posible construcción del puente entre Colonia y Buenos Aires, las denuncias del exsenador Carlos Julio Pereyra sobre venta de campos a brasileños en la frontera o la actividad del Movimiento sin Tierra en la frontera seca entre Uruguay y Brasil.

Sin embargo, esa recopilación no se trataba de una actividad ilegal ni de operaciones secretas y descartó la existencia de espionaje. “Tengo claro qué son las pesquisas secretas; sé que son ilegales, que no se debían realizar y no las realizamos”, dijo. En ese contexto, el presidente de la comisión, el diputado Gerardo Núñez, se refirió a diversos documentos, que llevaban su firma, que no parecían ser elaborados en base a “información abierta”, como reuniones en un comité del 26 de Marzo, un informe sobre el cuerpo de seguridad del Partido Comunista o de los asistentes al V Foro de San Pablo.

El militar dijo no saber cómo se recabó la información y apuntó a la actuación de otras agencias. “No tengo idea de cómo llegó. Sin duda, vino de otro departamento o de otra agencia de ese estilo y quedó adjuntado”. La información “llegaba a través de otras agencias u otros departamentos, o algo por el estilo. Podía ser -no estoy diciendo que lo sea, hasta que no vea qué es- la Dirección Nacional de Información e Inteligencia. ¿La Policía? Sí. O la Armada, el Ejército o la Fuerza Aérea, pero lo dudo. Ahora supongo que eso está hecho dentro de un plan de recolección”, dijo.

“De cualquier manera, esa información debe tener una evaluación […] obviamente, yo no voy a decir que eso lo saqué de un diario, porque es obvio que no. Pero también digo: simplemente se adjuntó dentro de lo que tenía que ver con el [cuerpo de seguridad del] Partido Comunista; no creo que eso sean amenazas”, señaló. Y apuntó que la Armada asumió la dirección de la DGID en 1994 y que “el archivo venía desde mucho antes”, por lo que desconocía los criterios que llevaron a la selección de la información.

Saravia reconoció que esa información también podía elaborarse en base a los datos aportados por informantes, aunque dijo no conocer cómo era ese asunto de estos (“el pago, si hay contrato, si era alguien que iba y daba una información, porque chau o algo por el estilo, que son completamente diferentes”). “Puede ser información absolutamente abierta y no implica que alguien la haya ido a buscar, que haya hecho un seguimiento o haya predispuesto tal cosa y tal otra”.

Pero no era espionaje. “Estamos hablando de información absolutamente abierta. Espionaje y explotar fuentes cerradas son otra cosa completamente distinta, y eso no sólo no se podía hacer por el marco legal -si bien no era nuestra misión-, sino que -creo que mis jefes también lo habían dicho- tampoco había medios para efectuar ese tipo de tareas desde el Departamento I”, afirmó.

Asimismo el militar expresó que la elaboración del fichero no implicaba una distinción entre amigos o enemigos. “El hecho de figurar en alguna parte del archivo o del fichero no significa que estamos hablando de culpabilidad o de que se está sentenciando o seleccionando. Simplemente es una guía para iniciar una investigación”. Y valoró la distinción de Espacio Marxista (que incluía al PCU) o de Espacio Radical (que incluía al MLN-T) como rémoras que quedaron de la dictadura. “Lo que sucedió en ese entonces fue que el campo político era muy grande, y el campo militar venía de la época de la dictadura con los movimientos irregulares o subversivos puestos dentro del campo militar, lo que se siguió un tiempo más. De todos modos,  desde el punto de vista de análisis, todo iba al mismo lugar”, señaló.

“Hoy no se cuál es la colección que realiza cualquier servicio de Inteligencia o, mejor dicho, lo que es hoy la DGID. En este sentido, no sé si anotan lo del camión del 26 de marzo o si viene algo del 26 de marzo, si alguien lo lleva. Acuérdense también de que arrastramos un montón de costumbres y de cosas que se han ido eliminado a lo largo de los años. Yo fui jefe de departamento [en 2006] y se hacía exactamente lo mismo cuando la señora [Azucena] Berrutti era la ministra. Reitero, no era el caso de estos partes, pero lo que era apreciación, situación y colección es exactamente igual. Acá y en la China es así; no hay nada de malo y sí de necesario”, aseguró.

En este sentido, el testimonio de Saravia permite confirmar que estas tareas eran una práctica institucionalizada, con un objetivo específico de recopilar información, al tiempo que -ante una pregunta del diputado Jaime Trobo- descartó actividades de efectivos por fuera de la cadena de mando. “A mí no me consta para nada eso. No me imagino. Si bien había cosas que se hacían en forma automática, como esto por ejemplo [los documentos sobre espionaje], pueden darse a muchas sospechas y cosas que no las había, y que supongo que directamente venía y, como tal, se archivaba. Era una cosa rutinaria que, sin duda, no la vieron ni los directores ni el ministro. Es así”, justificó.

 

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