Sobre el “pacto” con militares uruguayos

    

– Una opinión personal

“¿Qué le importa el título de rey al fiero oleaje? Si puedes acallar los elementos y devolvernos la bonanza, impón tu autoridad. Si no puedes, da las gracias por haber vivido tanto y vuelve a tu camarote. Estás ayudando a la tormenta”.

Shakespeare. La tempestad

 

De nuevo el “problema militar” hace crujir las grandes mentes de politólogos y periodistas. En una nota anterior, La mano que nos dio Manini, mencionaba la opinión sobre el tema de dos historiadores, Gerardo Caetano y Carlos Demasi. Escuchemos ahora a Adolfo Garcé.

“En un tema tan delicado como la relación con los militares, lo que precisa este país es un pacto político. No puede ser un botín político el relacionamiento con los militares. Lo que debió pasar en las repercusiones de lo que dijo Manini Ríos era un pacto político. El presidente debió llamar a la oposición y ésta acompañarlo. Vivimos un debilitamiento del liderazgo presidencial. Este Tabaré Vázquez no es el del primer período de gobierno”.

¡Reyes eran los de antes! ¡Dónde iremos a parar sin líderes que se respeten! 

Pero ¿por qué se produce ese “debilitamiento”? ¿Achaques de los 78? Tabaré ya no es el de antes. Ya sabemos que nadie es el de antes, pero ¿y quién era antes?

Aquel “culto a la personalidad sin personalidad” tuvo su momento. Tabaré tuvo dos períodos de gobierno y ambos tuvieron su pico inicial y su caída, pero comparando vemos: el primero comenzó en un liderazgo plenamente aceptado y terminó en el conflicto y la desobediencia; la segunda vez comenzó con una imposición autocrática sin entusiasmo de nadie, y más que en conflicto termina en “triste y solitario final”.

Lo primero es entender que no son los grandes personajes, líderes, héroes, los que hacen la historia. Es el proceso histórico y su dinámica de fuerzas sociales en situaciones que vienen a su vez históricamente dadas, lo que “inviste” a los personajes del papel que representan en el drama histórico, y los “destrona” cuando esa coyuntura histórica se agota, por su propia dinámica. No es que el líder se agote, se agota la coyuntura que lo puso es escena. Y así llegamos al Rey que se va al camarote porque el viento y el mar de la tormenta desencadenada no obedecen.

Eso, que debería ser de primer año de Facultad de los politólogos, historiadores, sociólogos o periodistas, parece que ya no. ¡Intelectuales eran los de antes, académicos y maestros del pensamiento social eran los de antes! Una decadencia que también tiene su explicación, por las mismas razones.

Hace nueve años, con motivo de los resultados de las elecciones internas de junio 2009, hice una nota para la revista argentina Herramienta e intenté una explicación en perspectiva del proceso histórico, tratando de que hacerlo además para el lector extranjero. Fue luego publicada en varios sitios. Hermano, ha muerto una esperanza.

Voy a resumir corrigiendo los errores que el tiempo mostró, y enganchar con lo de ahora. Esquemáticamente:

El FA tuvo un largo proceso de adaptación para poder llegar al gobierno de administración del capitalismo, de partido de la alternativa a partido de la alternancia. La crisis de los gobiernos de neoliberalismo en 2002 le dio la oportunidad, para eso era necesario un salto de calidad en ese proceso regresivo.  Tabaré fue investido como “personaje” de ese acto en el drama histórico. Su proyecto fue de conciliación de clases y amortiguamiento de las contradicciones. 
El FA, para cumplir ese papel, necesitaba tres cosas. 

  1. Que la clase dominante aceptase hacer ciertas concesiones. 
  2. Que los explotados redujesen sus expectativas al cambio mínimo dentro del sistema capitalista.
  3. Que internamente el FA dejase de lado las diferencias en pos del botín del aparato del Estado al que accederían, para eso el “gran jefe distribuidor”.

El 1 tiene un derivado 1′. Para obtener esa licencia de la clase dominante era necesaria una garantía. Ese papel lo cumplió el PACTO con las FFAA, “vos déjame entrar y yo no toco tus cosas”, que así enviaba un mensaje a la clase dominante, “tranquilos que no pasa nada”. Para los militares implicaba seguridad de que el gobierno del FA no tocaría los privilegios de su búnker, y su estatus. Eso incluyó: a ) Impunidad por los crímenes de la dictadura. b) Autonomía funcional (con algún contrabando también. c) Privilegios de casta, incluyendo el régimen jubilatorio.

Y entonces también el 3 tenía un 3′: Que la militancia del FA se tragase semejante sapo.

Todo un engranaje. Pero una cosa es el pizarrón y otra la cancha, y además el tiempo pasa.

El proyecto tímidamente socialdemócrata del FA tuvo su cuarto de hora, por:  a) la demanda de materias primas por el impacto de la industrialización china (que a su vez empujó a América Latina hacia atrás, economías primarias, “bonanza” bastante relativa), y b) los lazos de dependencia relativamente flojos de Uruguay, una invariante histórica. 

Incluso la condición del FA de fuerza política relativamente “despegada” de los distintos sectores de la clase dominante y sus intereses particulares, le dio un margen de maniobra para imponer los ajustes más regresivos, necesarios para el modo de producción capitalista en su conjunto, que puedan chocar con algunos de esos intereses sectoriales.

El modo burocrático de gestión que adoptó el FA, cobra fuerza por el peso de la burocracia en nuestra formación económico-social y en el Estado, dado por la debilidad relativa de las clases polares y el recurso de un colchón de amortiguación. La burocracia frentista S.XXI relevó a burocracia batllista S.XX que había relevado al patriciado S.XIX. La burocracia sindical (de izquierda) ya había venido funcionando como interlocutor de la burocracia político-estatal en todo el período previo, y en el relevo los lugares fueron relativamente respetados.

Hasta ahí, por qué las cosas fueron así. Ahora, por qué no pudieron seguir siendo así.

De causas externas se habla, el fin del ciclo de “bonanza”. Pero las causas externas son el despliegue de las contradicciones internas. El gobierno frentista mantuvo la estructura de dependencia, simplemente sacó de allí la ventaja coyuntural que podía para su proyecto de socialdemocracia mínima y de corto aliento, sin tener en cuenta que se profundizó la dependencia (aumento de la deuda externa, extranjerización de la tierra, apertura incondicional buscando inversores) y se aumentó la vulnerabilidad de base de la economía. Se intentó escapar de la condición de periferia de periferia apostando como otras veces a pasar a colonia favorecida o de enclave (abrirse al mundo). Pero el mundo tiene su propio ritmo y sus problemas, esa puerta trasera no tenía mucho interés. Eso en cuanto a lo externo.

El proceso social interno es el típico agotamiento de un ciclo socialdemócrata, como los casos vecinos y contemporáneos del continente. Ninguno intentó una ruptura de la dependencia, y todos se agotan en forma diferente según el caso.

En Uruguay, la dinámica burocrática tiene sus propias determinaciones, que acompañan, la “fatiga” del aparato burocrático, la tensión creciente de las contradicciones internas y la pérdida de peso de su centro “monárquico”. Pero estas no son cuestiones de aparato o personalidades o poder, sino manifestación de las contradicciones de clase que se exacerban en la sociedad, al agotarse ese amortiguamiento temporal.

Como hemos dicho, el proyecto tenuemente socialdemócrata se forma sobre la idea de conseguir algunas conquistas mínimas para los explotados, sin romper el sistema de explotación. Pudo durante un tiempo despertar una amplia adhesión (más bien pasiva pero entusiasta) entre estos sectores populares, en la medida de que de esas concesiones temporarias de la clase dominante, y de las condiciones coyunturales de aflojamiento de la dependencia, algo se pudiese sacar. Pero la base social del aparato frenteampista, su parte políticamente activa, ha tenido su anclaje principal en los sectores medios, y las posibilidades carreristas que abría para un pequeño elenco reclutado entre esos sectores medios. Todo esto puede funcionar mientras haya una mínima prosperidad, en tiempos de achique, no. Y no, porque no se puede ofrecer ninguna esperanza luego del achique, porque el fin del achique jamás podría depender de Uruguay.

Y entonces, lo que hemos visto en todo este tiempo es una conservación pasiva del apoyo electoral al FA, y un lento apagarse de todo entusiasmo, y con eso una disminución continuada del activismo político. Hasta ahora, porque algunos síntomas muestran que hasta en el aparato frenteamplista se filtra el descontento. ¿Cómo explicar el rechazo a venta de la Rambla Sur?

A media que el problema emergía, el FA reusó la renovación. Fue por el temor a los cambios, la dialéctica de las conquistas parciales (mejor quedarse en lo poquito logrado que arriesgar perderlo si se lucha a fondo por el todo). Eso trajo de nuevo a Tabaré, pero lo único que se hizo fue diferir el problema, y dejar que se fuese agravando.

Un claro ejemplo es el problema de la caja militar. En vez de tomarlo cuando se reformaron todas las cajas paralelas, se postergó hasta que resultase insoportable y se lo acercó peligrosamente al momento de la reforma proyectada de las jubilaciones del BPS, lo que hace más escandalosos los “miramientos” que se tienen con los privilegios militares comparados con el mazazo que se prepara para todos los otros.

En este tiempo, la lucha social fue tirando piedras como se pudiese contra el búnker. se consiguieron algunos procesamientos, muy pocos. Cuando se recurrió a paliar el déficit del presupuesto de “Defensa” con la participación en las “misiones de paz”, la tensión en el caso de Haití provocó al cabo de los años tres renuncias de diputados frenteamplistas, único caso en que las cosas llegaron a este punto.

Al fin, fue la derecha del FA (porque es la que tiene la responsabilidad efectiva de administrar el Estado) la que se vio en la necesidad imperiosa de ir a la reforma de la caja militar. En este punto se condensan las contradicciones de clase emergentes, largamente contenidas.

Y se condensan allí porque el pacto militar es precisamente un pilar de sustentación, el depósito de garantía, del pacto político-social entre esta nueva versión S.XXI de estamento de gestión capitalista con la clase dominante, nacional e internacional. Y es por eso mismo que el Rey no puede convocar a ningún pacto político para “renegociar” ese pacto con los militares. Por suerte, porque esa renegociación es una nueva forma “dictadura militar amortiguada”. No puede convocar a ningún “pacto” porque es la realidad la que lo despojó de su corona, y como simple presidente de un régimen constitucional no tiene ninguna legitimidad para convocar a un pacto que viole la Constitución.

Los partidos de la derecha tradicional burguesa tampoco pueden hacer nada excepto bocinear, porque ni siquiera han podido asentarse nuevamente en su propia base social burguesa desplazando de allí al “advenedizo” FA. Hoy, no convencen ni a los burgueses. El Partido Colorado, para no desaparecer completamente ¡recurre a Sanguinetti, 82! El Partido Nacional, para renovarse ¡tiene más problemas que el propio FA! Y para completarla aparecen nuevos “oferentes políticos” a ver si pueden satisfacer la demanda insatisfecha de la clase dominante, como el “Partido de la Gente” sin gente. Y del “espacio socialdemócrata” ni hablar. Esta es una decadencia de TODO el sistema político.

Y, lamentablemente, la “verdadera izquierda”, la UP, ha jugado en este tema un papel lamentable, yendo a la cola del “rebelde frenteamplista” pro-militar. Las propuestas de enmendar el proyecto de reforma son payasescas, todas ellas. Es el sectarismo oportunista de la UP (porque se puede ser sectario y oportunista al mismo tiempo). La dirección de la UP se dabate en el dilema, ganar unos votos entre la tropa arriesgando a perder mucho más en lo poco ganado hasta ahora como base, que nunca entenderá esta defensa de los privilegios militares. Esto nos llevaría a un tema mucho más amplio, la crisis ideológica en nuestra izquierda, no es tema para este breve material.

Lo que hemos intentado aquí es un análisis de clase. Hemos recurrido también, además de los conceptos clásicos del materialismo histórico, a un abanico conceptual más amplio en materia de teoría social, que cualquier persona de cultura media de este país debería manejar, y reconocer.

Termino con algo sobre el argumento demagógico y vergonzoso de “defender a la tropa”. La edición digital de El Observador permite poner comentarios de los lectores, en una de las noticias sobre este tema en estos días, esto es lo que puse:

“La mejor forma de ayudar al pobre soldado es hacer QUE DEJE DE SER SOLDADO y pase a ser un trabajador útil y productivo en una función digna que no tenga que soportar el menoscabo permanente de la vida militar, y se jubile, y pelear por mejores jubilaciones para TODOS y no jubilaciones de categorías A, B, y C, y para eso crear fuentes de trabajo productivo, y para eso usar el déficit de la caja y además el presupuesto de “defensa” que no sirve para defenderse de nadie. Preguntarle a los jefes militares como Manini, que cuando al loco de Tabaré se le ocurrió una guerra con Argentina fueron tan rostros como para decirle que ellos una guerra en serio no podrían pelear. ¿Qué es más estúpido, pensar que Uruguay puede entrar en guerra con Argentina o China o Tailandia o la República de San Marino, o mantener un ejército carísimo que no le puede ganar ni a San Marino?”

LOS INDIOS NO ATACAN DE NOCHE

De la página “Microseñales de humo”

Me acerqué al sargento que estaba al mando y le insinué como quien no quiere la cosa… «No malgaste recursos inútilmente. Sus soldados deben descansar. Los indios nunca atacan de noche», y en lugar de pararme bolas, me enjuició requiriendo quién diablos era yo, cómo hice para aparecer allí, en su campamento, tan de repente, de dónde saqué esa pinta tan estrafalaria y por qué hablaba un inglés tan escachalandrado. Estaba claro. Yo era un maldito espía de Caballo Loco. Le dije que nones, que ya quisiera, que yo era economista y que si sabía algo de inglés y ciertas costumbres Sioux era gracias a John Ford, John Wayne, James Stewart, el cine de reestreno de mi barrio y, para el caso, Winchester 73, de Anthony Mann.

Como la situación se antojaba sospechosa, el majadero ignoró mis recomendaciones y ordenó que me ataran y fusilaran con el primer rayo del sol, si mis aliados indios no disponían otra cosa. Pero dispusieron. Tan pronto la luna se escondió, las huestes de Caballo Loco atacaron el campamento haciendo carnitas al regimiento de caballería. A pesar de mi dudoso papel en el asunto, yo celebré a rabiar la derrota del cara pálida. En esas, el Gran Jefe Sioux reparó en mí, agradeció mi gestión y me dijo… «Deberías quedarte a vivir con nosotros, la plaza de chamán está libre». «Cuente con ello, amigo Caballo, si… logro escabullirme de quienes a juro querrán devolverme al presente. O desaparecerme, por saber demasiado». 

Mitakuye Oyasin  (todo está conectado)

Por qué pongo esto:  
Una de las objeciones a la reforma de la caja militar que aducen los militares retirados es que hay que tener en cuenta el espantoso sacrificio de su profesión, de estar a la orden las 24 horas del día. Para su tranquilidad y paz espiritual, creo que habría que decirles a los militares que pueden seguir durmiendo de noche igual que su siesta de día, los fantasmas de los charrúas no van a venir de noche a vengarse por Salsipuedes.

Jubilaciones A, B y C y la «especificidad» militar

El Senado acaba de aprobar, solamente con los votos del Frente Amplio, el proyecto de reforma de la caja militar, que pasa a Diputados. Mantiene en esencia los privilegios escandalosos de los militares, apenas les hace una pequeña quita. Se tiene, como lo dijo el propio miembro informante de la bancada, Juan Castillo, “miramientos” hacia las Fuerzas Armadas “que nunca se tuvo” hacia otros sectores de la población. Al mismo tiempo se prepara el proyecto de una nueva “ley orgánica” militar.

La primera de tres cosas que deben señalarse aquí es precisamente la comparación de la actitud que se tiene, por un lado con la jubilaciones militares, y por el otro con la jubilaciones en general para las cuales también está planteada una próxima reforma.

Lo segundo, obviamente, es el tema de las fuerzas armadas en el país y el papel que cumplen, algo que surge inevitablemente también en esta discusión en el Senado, que es el terna de fondo y que ingresa ahora en la agenda parlamentaria.
Por último la política de la izquierda en este tema. Vayamos pues por partes, y no agotaremos hoy el terna, que tiene para rato.
Las reformas regresivas de las jubilaciones que se impulsan hoy en todo el mundo son un tema que merece atención prioritaria y la tendrá, aquí sólo daremos una idea general.

Decir qué el problema es que la gente hoy vive más, es escandaloso, vaya «problema». Si vernos en perspectiva la larga historia de nuestra especie, la extensión del tiempo de la vida humana ha sido (con períodos problemáticos como excepción) una constante, y las sociedades siempre se ocuparon de mantener a quienes ya no trabajaban, o trabajaban diferente (como a los que todavía no trabajaban), y sólo en casos muy extremos (como a veces entre los esquimales, y otros) se los abandonaba a morir. Es realmente indignante que hoy se plantee hacer eso (porque es eso) como una consecuencia del progreso.

La verdadera causa del desequilibrio social entre activos y pasivos es la falta puestos de trabajo, y la disminución de la remuneración, calidad y estabilidad del trabajo. Y la causa de eso, a su vez, es la necesidad capitalista de compensar, por medio de la súper explotación del trabajo, la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia. Es simple, si los trabajadores ganasen más y tuviesen mayor estabilidad (totalmente posible dado el aumento de la productividad del trabajo), aportarían más, y de ahí saldrían mejores jubilaciones. La reforma regresiva de la jubilaciones es para mantener la mayor explotación del trabajo. El peso muerto no son los ex trabajadores sino los explotadores, que cada vez concentran una parte mayor de la riqueza.

Tocamos acá este tema solamente para hacer visible la diferencia esencial entre la situación de la jubilaciones en general y la jubilación de los militares, pero esta comparación sin duda nos dará argumentos para pelear por jubilaciones dignas.

Es evidente que no puede plantearse para estas fuerzas armadas un gran aumento de efectivos en actividad, ni tampoco un aumento masivo de sueldos; únicas medidas que permitirían recuperar el equilibrio de las cuentas de previsión social de los militares (aunque tampoco, como veremos a continuación) sin descargar el déficit sobre el presupuesto nacional. Pero son medidas impresentables porque obviamente lo afectarían igual, generarían un déficit presupuestal mucho mayor que en vez de salir de un bolsillo del Estado saldría del otro. Aunque no hubiese déficit en ese sistema previsional que tenga que cubrir el Estado porque el sueldo del soldado diese los aportes suficientes, el sueldo del soldado lo paga el Estado. 

Un déficit de 400 millones de dólares anuales.

El problema esencial entonces, imposible de resolver en ese marco, es que los militares no producen, son improductivos y por lo tanto siempre deficitarios. El sueldo del trabajador de UTE, ANCAP, etc. sale también del Estado pero su trabajo CREA la riqueza del Estado.

Lo mismo en los servicios gratuitos necesarios que el Estado provee, y cobra indirectamente. Gran ruido se ha hecho porque alguna vez los soldados salieron a recoger la basura en una huelga de municipales. ¿Por qué lo hicieron? Porque es un servicio necesario que no se puede abandonar. ¿Y por qué no se recurrió a policías, maestros, médicos de ASSE? Porque tienen otras cosas para hacer, imprescindibles, que tampoco se pueden abandonar, y no tienen disponibilidad de tiempo inútil.

Hemos incluido en el título de esta nota la palabra «especificidad» tomada del planteo de Javier García, Partido Nacional, en el Senado, pretendiendo justificar la diferencia que se hace con los militares, diferencia escandalosa que llama la atención aun con las quitas a los privilegios militares que el proyecto trae, y a las que se opone, además, ese partido.

Los privilegios de las jubilaciones militares respecto de todas las otras son una nueva versión de las “categorías A, B y C” de la dictadura.

El tratamiento propuesto para la caja militar es el más “benevolente” de los de las cajas paralelas reformadas, y además se han demorado acá veinte años.

Los militares, que hoy al jubilarse siguen cobrando el 100% de su sueldo  pasarían a cobrar el 85%, y sería de cualquier manera casi el doble de lo que es para un trabajador común y corriente. 

Tampoco se avizora que para la reforma general de la jubilaciones que se prepara se quiera aplicar un criterio de «gradualismo» que retrasaría sus efectos en más de una década como es el caso del gran cuidado que se tiene con los militares.

Tomemos el tema de la edad de jubilación en que ponen también  pequeñas reformas, y acá vernos ese “aunque tampoco” que dejamos esperando. Y como lo señala un conocido intelectual, el historiador Guillermo Vázquez Franco, hasta en el lenguaje diferente que se usa se nota la condición de resabio de “señorío feudal” de los militares. Vos y yo nos jubilamos, ellos se “retiran”.

“Tampoco”, dijimos, porque si se aumentasen los sueldos de los soldados (muy bajos, como correctamente se señala) en grado suficiente como para que su aporte cubriese el déficit que originan los soldados jubilados, igual al jubilarse los actuales activos generarían de nuevo ese déficit. Y eso se debe al sistema de jubilaciones tempranas, la reforma aprobada en el senado apenas hace una modificación menor de este sistema pero en esencia lo mantiene. Si alguien empieza a trabajar a los 20, se jubila a los 60 y vive hasta los 80, tendremos (sin contar la quita feroz que se nos hace a los seres comunes y corrientes por la tasa de remplazo) dos años de aportes por cada uno de jubilación. Pero si un soldado aporta desde los 20, se jubila a los 40 y vive hasta los 80 (además cobrando el 100%, o el 85%) tendremos al revés, un año de aportes por DOS de jubilación.

Que un soldado se jubile bastante más joven que un trabajador corriente se explicaría (de acuerdo a la doctrina que aducen) porque el soldado viejo no sirve para la guerra. 

Pero a  contramano de esa doctrina se han propuesto ahora dos medidas significativas: extender la edad de jubilación, y no llenar las vacantes que se van produciendo. Estas dos medidas indican que nadie piensa seriamente en que el soldado tenga alguna vez que ir a la guerra, de otra manera no se plantearía una reforma militar que implica no sólo achicar, también terminar teniendo un ejército de viejos. Es una confesión de que se descarta totalmente que ese ejército vaya a pelear una guerra.

Pero no tenemos necesidad de exprimirnos el cerebro para sacar estas conclusiones. Los propios jefes militares se lo dijeron abiertamente a Tabaré Vázquez cuando él pensó, dentro de su locura, en una posible guerra con Argentina. No, jefe. Iríamos pero no volveríamos, no somos capaces de hacer una guerra.

No sabemos que es peor, si la locura de pensar que Uruguay pueda ir a semejante guerra, o la desfachatez de decir que para la guerra no sirven.

La especificidad de los militares, de estos militares, es que son incapaces de cumplir con la especificidad de los militares.

El problema hoy es que lo que la vaca gorda bancaba, la vaca flaca ya no aguanta.

La parodia de un ejército para defender el territorio nacional en guerras que nunca ocurrían y que de ocurrir de nada serviría, se ha sostenido durante más de un siglo. Por eso, porque esa relación insostenible de activos/pasivos es estructural en tanto se mantenga el sistema de jubilaciones tempranas, si se aumentasen los activos o se les subiese el sueldo, el déficit volvería a aparecer. Pero si se elimina el privilegio militar de las jubilaciones tempranas se estaría confesando abiertamente que no se pretende tener un ejército para pelear una guerra. No es “específicamente” para eso.

El sistema de dominación burguesa en el país ha venido evolucionando, pero la hipertrofia del aparato militar ha sido una característica constante desde comienzos del siglo XX, cuando el estado burgués se asentó con el monopolio de la fuerza. Hoy, sin embargo, cuando el mundo capitalista entero vine ajustando a la baja, ese peso parasitario desproporcionado resulta demasiado. 

Y así, el impulso esta reforma no ha venido de sectores del ala izquierda del partido de gobierno sino, todo lo contrario, del Ministerio de Economía, no por motivación ideológica sino pragmática, y es significativo que haya encontrado tantas resistencias.

Revanchismo, radicalismo, motivación ideológica y sesgada, han sido algunas de las expresiones que el proyecto del gobierno ha merecido por parte de la oposición. Como si se dijera sedición, atentado contra el orden instituido. Y vamos a ver entonces de qué orden instituido se trata.

Si estas fuerzas armadas no son capaces de enfrentar a ninguna otra fuerza de algún país del mundo, ¿para que están, por qué es tan importante mantener sus privilegios, por qué se las debe conservar intactas? No ha de ser para recoger basura de vez en cuando.

Una de las cosas que han hecho estas fuerzas armadas y que definen su condición, es espiar continuadamente actividades de la sociedad civil, pues en verdad la sociedad civil es su enemigo, y deben también mantener sus actividades encubiertas de ese enemigo. Esto, como tantas otras cosas similares, es porque las fuerzas de defensa del Estado uruguayo son para defenderse de la sociedad uruguaya.

Por eso no es correcto que estás fuerzas armadas hipertrofiadas sean una herencia de la dictadura. Es como decir que el huevo es herencia de la gallina. Porque como la gallina, la dictadura militar vino como producto orgánico de su genética, las fuerzas armadas. Su contenido fue producto del programa burgués para esa coyuntura y no de la corporación militar misma; pero su forma sí lo fue.

Esa condición hipertrofiada es previa y estructural, y es producto de la función que cumplen dentro del sistema de dominación y las condiciones en que la cumplen. El dilema actual de ese sistema es que ya no las puede sostener, pero tampoco las puede descartar ni siquiera “reformar”, un pequeño recorte y ya tiene una rebelión política interna.

Adaptarlas más expresamente a la función de represión interna, es una de las soluciones propuestas a ese problema de darles algo que hacer para que se ganen el sueldo. Buscar que hagan algo, ya que es demasiado evidente que no sirven para la guerra, justificar su existencia contra toda lógica. 

Al final, queda el sincerarse. Proponer que intervengan directamente en la represión interna, no solamente tenerlas como disuasión pasiva y recurso de última instancia. Matar así dos pájaros de un tiro porque también se refuerza la filosofía punitiva como método de combate del delito, como se ha venido haciendo reiteradamente, no para combatir el delito sino para impulsar mecanismos de control social desde el poder y para alentar y utilizar la guerra entre pobres. Por supuesto que un sinceramiento completo es políticamente peligroso y por eso tiene su resistencia dentro de las propias filas del poder.

Por ejemplo, decir qué los militares que hayan cumplido servicios en la “misiones de paz” en el exterior estarían preparados para esa función interna porque lo han hecho en otros lados, es un ejemplo de sinceramiento peligroso. Invadir otros países es aprender a invadir el propio, a la vista tenemos el ejemplo de Brasil. El retorno de la derecha descarnada en el continente viene acompañado de una nueva ola de militarismo.

Las “fuerzas de paz” nunca cumplen funciones de combatir el delito, a no ser el “delito” político de resistencia, como fuerza de represión abierta contra la protesta. Tal fue el caso de la MINUSTAH en Haití, donde la participación uruguaya no fue muy “honrosa”.

La propuesta de patrullaje de fronteras, aduciendo que los países vecinos la están haciendo para combatir el contrabando, no tiene ningún sentido. La primera medida para eso sería coordinar con la fuerzas de los vecinos. Una coordinación bien típica de fuerzas policiales y no militares. Porque se trata un problema policial.

Y así todo. La superposición de todo esto plantea para la izquierda una oportunidad única para saldar su propia deuda interna en este tema. Abandonar por fin el seguimiento servil al paradigma de estado-nación, que viene aquí con esta parodia y un ejército que no sirve para defenderse. Porque en estas condiciones de achique económico, es un lujo de la miseria.

La actitud el Frente Amplio en la materia ha sido vergonzosa, una solución que no soluciona nada, y al mismo tiempo pone en evidencia sus contradicciones internas.

La actitud de Unidad Popular, hasta ahora, no ha sido mejor sino peor. Una resolución de su Coordinador de hace poco más de un año (confirmada cuando bloquearon el impuesto a las jubilaciones militares el año pasado) anunciaba su voto contrario al proyecto que en entonces se preparaba y hoy se concreta, y planteaba como contrapropuesta “una reducción de efectivos, sin lesionar las tareas propias de la defensa nacional, que concebimos con un sentido antiimperialista y con participación popular”.

Es como decir que concebimos que la tarea propia del zorro es cuidar el gallinero, o que no queremos que el ratón se lesione y no pueda defendernos de los lobos.

Al igual que UP, los sectores del ala izquierda del FA hablan también solamente de reducción, y no de soluciones de fondo. En la izquierda extrafrentista se mantiene la lucha contra la impunidad, contra las “misiones de paz”, y todas las manifestaciones reaccionarias del militarismo. Pero ¿no nos quedaremos en tratar el síntoma e ignorar la enfermedad? 

Y esa reducción de la que todos hablan y nadie pone en números ¿qué sería?

En relación a su población Uruguay tiene cuatro o cinco veces más efectivos que los países vecinos. Reducir en esa proporción las fuerzas armadas significa llegar al límite en qué sería mejor suprimirlas del todo. Y por el contrario, para llegar a un nivel en que puedan -teóricamente- ser efectivas para enfrentar a otro ejército, habría que llegar a grados imposibles de militarización para este país. Reducción con profesionalización es otra cosa de la que se habla, y solamente se habla. Eso sería tecnificación y modernización al grado de la técnica militar actual, implicaría un costo insostenible, y ni aún así sería efectivas. Recordemos que incluso los actuales equipos viejos se caen por falta de mantenimiento.

En definitiva, todos estos intentos de cuadratura del círculo sólo son formas de poner en evidencia que lo único corresponde es la eliminación total de las fuerzas armadas. Uruguay no las necesita para nada.

Un par de aclaraciones. Primero, cuando hablamos de desmantelar las FFAA no estamos diciendo dejar a casi 30 mil personas en la calle. Eso es lo que pasa, por cierto, cuando se desmantela cualquier industria en este país, y al Parlamento no se le mueve un pelo. Pero si nosotros no admitimos esa barbaridad en un caso, tampoco estamos proponiendo hacerla en el otro. Lo que decimos es quitarles a los militares su condición de tales, y asimilarlos como civiles en servicios estatales productivos, transfiriendo al mismo tiempo, también, todos los recursos materiales que tengan utilidad para fines civiles.

Porgamos por caso el Hospital Militar, que cuenta con una muy buena estructura de servicios y con personal especializado. Pues se transfiere a ASSE, quedando accesible para todos. Ninguno de los trabajadores que allí cumplen el servicio de salud quedará sin trabajo, ninguno de los usuarios de hoy quedará sin atención. Pasará a ser un servicio civil, que abrirá sus puertas para todos.

Los cuarteles se transformarán en complejos habitaciones para cubrir el déficit de viviendas, los comedores de los cuarteles, al INDA con cocina y cocinero. Los servicios de logística pasarán a la órbita civil. Por supuesto, las cosas improductivas cesarán, los gastos en armamentos también, los sueldos abultados de los altos oficiales se topearán. Los viáticos al exterior para fines secretos, el servicio de espionaje y todo eso, a la mierda ya y sin ningún “miramento”. “Civilizar” a los militares, si se puede decir así.

Y lo segundo, sí, hay que tener en cuenta los “derechos adquiridos”. Para eso, y para contemplar sus intereses en la transición de igual forma que los demás trabajadores, ni más ni menos, derecho de sindicalización de la tropa. Que hablen por sí mismos, y no que otros pretendan hablar por ellos. Que sean ellos los que defiendan esos derechos en la misma dinámica de negociación colectiva que cualquier gremio trabajador.

De la misma forma, porque esto es ida y vuelta, los mismos derechos adquiridos por el soldado deben ser para todo trabajador. Jubilarse con el 85% del sueldo, reclamar eso para todos, y no jubilaciones A, B y C.

Y es hora también de que la izquierda vaya al hueso consigo misma. Esa defensa servil del paradigma del estado-nación, que hace que no se atreva a algo tan “fuera de tono” para esa forma de pensar como el desmantelamiento de las fuerzas que lo “defenderían”, aunque sea totalmente claro que no lo defienden de otra cosa que del propio pueblo, es hija de la vieja y caduca idea de que es posible y progresivo un capitalismo de “liberación nacional”, democrático, y con un desarrollo capitalista propio. Si hay un país en el mundo en que eso no tiene sentido, es Uruguay.

Son esas, como decía Marx, “las ideas muertas que oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos”.

Una cosa buena, para terminar. No toda la izquierda se dejó oprimir por esas ideas de pesadilla.

Existen tres iniciativas parlamentarias bien notorias de eliminación de las FFAA, siendo sus autores en tres momentos diferentes nada menos que Emilio Frugoni, Julio César Grauert, y Carlos Quijano. La propuesta además ha sido sustentada por un amplio espectro político, académico y social. El antimilitarismo es de larga tradición en Uruguay, también podemos mencionar a Carlos Real de Azúa, Miguel Soler Roca, etc.  El antimilitarismo existe en Uruguay incluso entre los militares, si bien no siempre en una forma tan radical (Pedro Montañez, Víctor Licandro, etc.).

Vamos a citar a Quijano en setiembre de 1930, en la Cámara de Representantes, mucho antes de la eliminación del ejército en Costa Rica por el gobierno de Figueres en 1948:

“No creo de ninguna manera en la utilidad y necesidad del actual ejército nacional, que me parece una organización retrógrada y reaccionaria; y me parece que el mantenimiento de esa organización, a base de sueldos altos conspiraría contra el progreso del país… mi posición es radicalmente contraria a este presupuesto, para ir a la supresión del ejército nacional o a otra organización distinta… de acuerdo con el principio democrático, me quedaría con la organización ciudadana y no con el ejército mercenario”.

La posición de Emilio Frugoni sobre el tema es ampliamente conocida. Sostenía que la defensa de un país se basa en su solidez social. Un pueblo hambriento y carenciado en escuelas, hospitales, y fuentes de trabajo no puede defenderse, y mantener un oneroso ejército lo debilita y no lo fortalece. Su caracterización de las FFAA la hizo en su personal estilo: “Perros que ladran a los de afuera y muerden a los de adentro”.

Fernando Moyano

                            

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