En la lucha por las “28” mujeres que denunciaron las violencias sexuales por la dictadura uruguaya

“Las mujeres habíamos roto el

esquema de los terroristas

de Estado”, entrevista a

Anahit Aharonian y Brenda Sosa*

Hemisferio Izquierdo: ¿Cómo fue el proceso que las llevó a organizarse y realizar una denuncia en 2011 por los crímenes sexuales cometidos durante la dictadura?

Brenda Sosa (BS): En mi caso me uní al grupo cuando ya estaba funcionando hacia algún mes. Cuando me enteré de su existencia por Beatriz Benzano, inmediatamente quise unirme porque siempre pensé que teníamos que denunciar el horror que habíamos vivido. En ese momento había varios colectivos que denunciaban, lo hacían organizándose por el lugar donde habían caído hombres y mujeres.

Nuestra denuncia era  de naturaleza cualitativamente diferente, porque se trataba de un colectivo de mujeres que hacían foco en la violencia sexual de género, demostrando que había sido masiva y sistemática, aunque sólo fuéramos 26 el grupo denunciante, pero en él hay compañeras caídas en todos los años que duró la dictadura y de todas las organizaciones. A todas las mujeres les dieron el mismo tratamiento, la violencia sexual.

Este grupo tenía como antecedente una reunión multitudinaria de ex presas de la Dictadura que trataron varios temas, éste como uno de los más importantes.

Nos llevó un año poder estar en condiciones de decir, primero a nuestras compañeras, lo que habíamos enterrado tantos años para poder seguir viviendo para poder trabajar, estudiar, tener pareja, hijos, en pocas palabras: construir.

Vivimos momentos  de infinita angustia reviviendo los tormentos pasados.

Pudimos hacerlo con el apoyo inestimable y solidario de dos técnicas, María Celia Robaina (psicóloga) y Alba Pastorini (Trabajadora Social) que nos apoyaron en ese largo año.

Anahit Aharonian (AA): Fue posible por una previa y prolongada actividad en común. Empecemos por el casi final: era el 3 de setiembre de 2010 y nos habíamos convocado a una reunión –como las tantas que realizábamos desde 1997 – en el local gremial de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU). Antes de finalizar, Beatriz Benzano, una de nuestras compañeras, pide la palabra, se levanta y nos cuenta que recién volvía de un Encuentro de Mujeres de Paz en Caracas. A partir de la mención del Estatuto de Roma y diferentes Tribunales Penales Internacionales nos hace un planteo que me resultó de lo más atrapante. Se trataba de concretar una denuncia de nosotras solas, las mujeres ex – presas políticas que estábamos allí reunidas, desde otro ángulo, desde la exigencia de justicia como mujeres sobre quienes se habían cometido delitos sexuales, internacionalmente considerados delitos de lesa humanidad. Se la veía muy entusiasmada y con una muy fuerte convicción de tomar por ese camino que todavía no habíamos transitado.

Volví masticando sus palabras, entendí lo necesario de comenzar una nueva etapa en nuestras denuncias, pero no tomé ninguna determinación ya que estaba envuelta en un sinnúmero de actividades relacionadas a la Memoria, los DDHH y otros asuntos relacionados a mi profesión, es decir investigaciones, seminarios y talleres, relacionados al Modelo Productivo y sus impactos en nuestra región.

Desde el “Espacio Memorias para la Paz” -colectivo en el que veníamos trabajando desde 2002- se nos exigían muchos esfuerzos, estábamos cerca de concretar la inauguración de la Primera Plaza Museo-Memoria de nuestro país, la que finalmente concretamos el 27 de diciembre de 2011. También estaba comprometida con el elenco de “Antígona Oriental”, una obra de teatro donde se entremezcla la tragedia de Antígona con las vivencias de nosotras, mujeres protagonistas de la historia reciente; esto implicó ensayos durante todo el 2011 para finalmente estrenar en el Teatro Solís a fines de enero de 2012.

La dinámica generada en nuestros colectivos hacía que estuviéramos en contacto permanente con este nuevo grupo, estando al tanto de las reuniones, intercambios, discusiones. Se acercaban las fechas para presentar la denuncia, había que encontrar el espacio y el tiempo para hacerlo, había que pasar las palabras a letras; en lo personal me resulta mucho más fácil la expresión oral que la escrita, pero las denuncias se presentan por escrito…

Por otra parte, de las pocas reuniones a las que concurrí volvía con dolor y preocupación por cómo sentía el sufrimiento de muchas compañeras, pero volvía también con alegría del encuentro con las compas, con la mayoría de ellas había compartido momentos muy importantes en la cárcel o habíamos compartido espacios comunes de construcción colectiva, o ambas situaciones. Esta experiencia previamente compartida genera confianza. Esa confianza ya estaba establecida al comenzar este grupo, pienso que no hubiera sido posible de otra manera, esa base nos facilitó el “pegar este salto”.

Para comprender cómo llegamos hasta este punto, se hace necesario conocer de dónde vinimos: Cabildo, Punta de Rieles, el Fusna, Paso de los Toros, Carlos Nery -y tantos otros- fueron lugares de reclusión de presas políticas. Allí convivimos hacinadas por muchos años, y allí encontramos formas de vivir y resistir, a través de múltiples lazos de solidaridad y afecto, con el apoyo de los familiares que se multiplicaron en ayudar a quiénes más lo necesitaba.

Algunas de aquellas presas políticas no sobrevivieron.

Podríamos tomar un “nosotras” desde la experiencia de convivencia obligada en los diferentes sitios donde los terroristas de estado decidían llevarnos. Dicha convivencia se daba en diferentes etapas: la primera, la etapa desde que éramos detenidas: nos desaparecían por lapsos diferentes en los que éramos sometidas a torturas físicas y psicológicas sistemáticas bajo el argumento de que nos “interrogaban”. Luego nos tocaba convivir en los diferentes Establecimientos de Reclusión, una suerte de universos concentracionarios[1] .

Las experiencias fueron muy diversas pero algo tiene que quedar claro: que estábamos en dictadura, no se sabía por cuántos años y que estábamos en una cárcel de presas políticas sin saber por cuántos años, y debíamos vivir -¿o sobrevivir?– en condiciones totalmente adversas para la dignidad humana. Ese “vivir” implicaba buscar en cada situación cómo rescatar lo positivo, cómo lograr vencer la paralización, los miedos, el terror y transformarlos en hechos constructivos, en lazos solidarios.

El estado de incertidumbre era lo único permanente, justamente los opresores lo planificaban para cumplir con sus objetivos, en nosotras estaba el visualizarlo en cada oportunidad, en cada momento político y revertirlo.

Es necesario explicar que es muy vasta nuestra trayectoria de trabajo colectivo, dado que –a lo largo de toda la dictadura – convivimos compañeras de diferentes orígenes políticos, de diferentes edades y experiencias de vida, por lo que estábamos siempre “recibiendo” nuevas generaciones con quienes continuábamos la resistencia y lucha.

Luego de la liberación de todas y todos los presos políticos, comenzamos un nuevo andar

Las ex-presas políticas tenemos un largo recorrido de trabajo en la construcción colectiva de la memoria. Nuestro punto de partida fue la convocatoria a un encuentro que todas sentíamos necesario luego de muchos años desde que las últimas salimos en libertad. Se concretó el jueves 31 de julio de 1997 en el local prestado por Art Teatro. Nos invitamos boca a boca,  buscándonos con la consigna “Porque fuimos y somos parte de la historia”. Vinieron compañeras de distintas partes del país y llegamos a juntarnos cerca de trescientas. Intentábamos romper el silencio, la invisibilidad a la que históricamente las mujeres hemos estado doblemente sometidas, como mujeres y como ex presas políticas. Nuestras voces comenzaban a oírse luego de “la lápida” que significó para la sociedad uruguaya la derrota en un Referéndum en 1989, por el que se intentaba anular la ley de impunidad promulgada en diciembre de 1986.

Junto a la alegría del reencuentro se concretó la idea de recuperar nuestras experiencias colectivas para que estas historias, de las cuales fuimos protagonistas, no desaparecieran con nosotras.

Empezaron a perfilarse grupos de trabajo con diferentes temas: “Testimonios”, “Género” y “Vivencias”.

Después de 2002 se generan otros comienzos. Decíamos que nosotras encaramos las vivencias del adentro, entonces faltaba completarlas con las vivencias del afuera, fundamentalmente de nuestros familiares, nuestro apoyo permanente en todos esos años difíciles.

No habíamos empezado con esto cuando desde la Comunamujer 9 (constituida en el barrio de Punta de Rieles) nos llega una inquietud: la recuperación de su identidad como barrio.

Fue tan rica la charla, tantas las inquietudes, que decidimos proponer trabajar con y en el barrio – mujeres y hombres – la memoria de todos ese años.

Así surgió el “Espacio Memorias para la Paz”. Todo lo registrado pudo transformarse en un libro que fue presentado el 6 de diciembre de 2004: “memorias de punta de rieles en tiempos del penal de mujeres”.

Es bueno saber que durante todos los años de trabajo colectivo en Punta de Rieles, además de la participación de vecinos, organizaciones zonales, organizaciones de DDHH y familiares nuestros, hubo fuerte participación de compañeras de todos los orígenes político-partidarios y de todas las generaciones de caídas.

Hay quienes interpretan que estuvimos tantos años silenciadas, pero por lo que escribí anteriormente, en mi opinión no han sido años de silencio. Sin embargo, quiero agregar que nuestros familiares no pudieron escucharnos cuando salimos en libertad, nosotras teníamos necesidad de contarles, compartir con ellos, pero ellos no estaban en condiciones de soportarlo, por lo que se auto-engañaban diciéndonos “no hables de eso, te puede hacer mal”. Y no me refiero a hablar de torturas, en general no estaban en condiciones de que habláramos de nada relacionado a la cárcel.

Por otra parte, creo que no tocar temas relacionados a los atropellos sobre nuestra sexualidad en la cárcel fue una forma de protegernos. ¿Estaríamos en condiciones de realizar un verdadero apoyo mutuo cuando estábamos viviendo bajo permanente hostigamiento? ¿Estaríamos en condiciones de apoyarnos en asuntos muy complejos cuando muchas de nosotras éramos muy jóvenes? Me parece que en lo referido a las torturas recibidas, quizá también se tratara de evitar el “torturómetro”, es decir había que evitar que al escuchar el relato de alguna compañera otra compañera sintiera que lo que a ella le había ocurrido era poca cosa, no se puede medir y menos comparar las torturas recibidas (esto no es un justificativo, es lo que trato de explicar de lo ocurrido en condiciones de extremo hostigamiento cotidiano).

HI: ¿Qué avances ha habido hasta el momento? ¿Fuera del ámbito judicial, qué repercusiones ha tenido la denuncia?

BS: Desde el punto de vista judicial consideramos que prácticamente no ha habido avances, en 7 años hubo un solo procesado, el capitán Ascencio Lucero, que reconoció todas las imputaciones. A nivel de los juzgados de primera instancia y en los Tribunales de Apelaciones, se los procesa (a veces) pero cuando llegan los recursos a la Suprema Corte de Justicia, se falla a favor de los denunciados, porque la SCJ viola sistemáticamente la normativa internacional, no reconociendo los Delitos de Lesa Humanidad

Fuera del ámbito judicial ha tenido mucha repercusión, en distintos ámbitos, por ejemplo: en Francia se hizo un libro con nuestra denuncia, a nivel de la ONU el Estado recibió en 2016 una Recomendación de la CEDAW que consistió en plantear la necesidad hacer que la causa adelantara a nivel judicial y también temas referidos a la reparación. 

También a nivel de ONU nos invitaron a representar a Uruguay en Chile, a los actos organizados por la representante del Alto Comisionado para los DD.HH en la Región, para la celebración de los 70 años de la Declaración Universal de los DD.HH. Nuestra intervención consistió en hablar sobre nuestra denuncia.

Hemos tenido muchos reportajes, también nuestra denuncia ha sido tema te tesis de jóvenes estudiantes universitarias y hasta fuimos el tema inspirador de la película Migas de Pan.

HI: ¿Consideran que la represión durante el terrorismo de Estado se ejerció de una forma específica sobre las mujeres? ¿Qué objetivos perseguía la intimidación sexual, el abuso, la violación en un contexto de reclusión y tortura?

AA: La represión fue sistemáticamente planificada. Las mujeres habíamos roto el esquema de los terroristas de Estado, que consideraban que nuestro lugar era el hogar cuidando a nuestra familia. Las mujeres fuimos trasgresoras de las normas conservadoras en todos los ámbitos y eso -habiendo sido apresadas- nos implicó un castigo con una profundidad que hasta hoy no se ha evaluado.

Sería simplificar reducirlo a los conceptos de “intimidación sexual, el abuso, la violación en un contexto de reclusión y tortura”. Quizá y para empezar, haya que avanzar en el concepto de tortura, asunto que excede estas líneas.

Con respecto a Punta de Rieles, es muy difícil trasmitir cómo funcionaba el sistema de la cárcel de presas políticas -un campo de concentración– en función del objetivo del régimen de aniquilarnos. Sí, aniquilarnos en tanto seres humanos y en tanto mujeres que no debíamos reproducir nuestro modelo de mujer comprometida con la sociedad.

Nuestra custodia directa era un Cuerpo de Policía Militar Femenino, mujeres especialmente adiestradas para la represión de presas políticas. En el cuartel nos cuidaban soldados hombres, gente común de tropa, muchos de ellos estaban allí porque -como ellos mismos decían- no sabían hacer otra cosa. Sin embargo, las mujeres formaban parte de un Cuerpo con una formación concreta en la represión, ellas cumplían órdenes pero estaban convencidas de lo que hacían, eran impenetrables.

HI: Estamos viviendo un momento de reemergencia del feminismo a nivel internacional que viene acompañado de un quiebre del silencio frente a la violencia sexual; grupos de mujeres se organizan para denunciar públicamente a los abusadores y desenmascarar el machismo que permea todos los ámbitos de la sociedad. ¿Cómo ven este movimiento? ¿Se sienten parte de esas voces que se alzan contra la injusticia?

AA: Entiendo es un muy importante y nuevo momento en la larga lucha de la que nosotras – mujeres comprometidas en la lucha social- hemos sido protagonistas.

Lo preocupante es que en muchos ámbitos feministas, se asume que la lucha comenzó hoy y esto es parte del cultivo del olvido que es práctica común y extendida en nuestra sociedad.

Por otra parte, acorde a esa práctica, se confunden nuestras luchas de los ’60 con luchas en países dominantes. En nuestro Sur buscábamos/encontrábamos en los hechos, nuestro lugar, no éramos hippies, éramos jóvenes comprometidas con la lucha de clases, con el cambio del mundo capitalista hacia otro de justicia social, por sintetizarlo de alguna manera. Fuimos protagonistas en un mundo de cambios revolucionarios, algunas de nosotras crecimos y convivimos con mujeres que salían de los estereotipos; de y con ellas aprendimos y por ello nos sentimos seguras en nuestro accionar.

Nota: nuestro grupo se conformó y funciona en torno a la denuncia. Nuestras reuniones de intercambio son en torno al tema en cuestión, es decir que no debatimos sobre otros temas, por lo cual nuestras respuestas son individuales. Juntarnos para elaborar este documento nos implicaría un esfuerzo muy por encima de nuestras actuales posibilidades.

Es fundamental destacar que las muertes de nuestras compañeras Pitico y Mirta fueron un golpe muy fuerte y se siente su falta en el grupo.

*Anahit Aharonian es ingeniera agrónoma y docente, trabaja en la Defensa de los DDHH en su más amplia acepción.

Brenda Sosa es pensionista y activista por los derechos humanos. Ambas son ex presas políticas y participaron en la denuncias por violencia sexual en la Dictadura.

Referencia

[1] Concepto tomado de “El Universo Concentracionario” de David Rousset, Anthropos Editorial, 2004.

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  La gran deuda: 28 ex presas

políticas denunciaron delitos

sexuales durante la

dictadura, tres fallecieron

Hasta agosto de 2017, la denuncia colectiva de las 28 mujeres ex presas políticas, que ya lleva más de cinco años de curso, se encuentra en etapa de citación de testigos. Durante ese período tres de las denunciantes fallecieron, hay solamente dos procesados, y los procesamientos son por los delitos de «tortura», no por los de «violencia y abuso sexual como crímenes de lesa humanidad».

Esta es, justamente una deuda pendiente con las mujeres sobrevivientes de hechos de violencia sexual cometidos por el Estado terrorista durante la dictadura militar (1973-1984), pero también, es una deuda con toda la sociedad uruguaya para que pueda recuperar su memoria, sanar sus heridas y consolidar su democracia sobre los cimientos de la verdad.

En 2011, al día siguiente de la sanción de la Ley No 18.831 que declaró la caducidad de la prescripción en los casos de «lesa humanidad», un colectivo de 28 mujeres ex presas políticas presentaron a la Justicia una  querella  penal  pidiendo  que  se  investigara  y  sancionaran  específicamente  los  hechos  de  violencia  sexual por ellas sufridos (Alonso y Larrobla, 2017).

La denuncia acusa a cerca de 112 policías, militares, enfermeras y médicos responsables de las torturas y abusos sexuales sufridos en los diferentes centros de reclusión.

Este dato infame aparece en el documento Estrategia Nacional para la Igualdad de Género, presentado el miércoles 7 de marzo en la Sala Zitarrosa de Montevideo.

Documental “Memorias de mujeres”, de Virginia Martínez.

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Un otro testimonio por parte de Yvone Klingler, cuando estuvo detenida en el centro de torturas LA TABLADA

 

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