Taller “Memoria en las Costas”. Entre el miedo y el dolor
La actividad se desarrolló este sábado en el salón de la Agremiación Obrera Textil de Juan Lacaze y significó un espacio de diálogo, reflexión y catarsis sobre los hallazgos de cuerpos mutilados en las costas colonienses durante la última dictadura cívico militar. El miedo de aquellos tiempos, el dolor por los desaparecidos y la posibilidad de que se repita, es una herida que permanece.
Mathias Medero
Aquellos “fueron los días más espantosos que me tocaron vivir” dijo a La República en 2002 la ex jueza de Paz Blanca Germano, quien debió intervenir en 1976 tras el hallazgo de ocho cadáveres en la costa coloniense. Por entonces Germano se desempeñaba como titular del Juzgado de Paz de Colonia Valdense y extendía jurisdicción hasta Juan Lacaze de donde es oriunda.
En total fueron 11 hallazgos pero solo ocho cuerpos se preservaron, entre los cuales fueron identificados Raúl Orlando Montenegro, Raúl Antonio Niño, y Horacio Adolfo Abeledo, todos de nacionalidad argentina.
“Los cadáveres estaban desfigurados, comidos por los peces luego de muchos días a la deriva en el río, la descomposición se producía en forma muy rápida y nuestro equipo judicial tenía que andar allí, en medio de aquel horror, de aquella atmósfera nauseabunda, registrando cada detalle por mínimo que fuera, porque desde el primer momento en que los cuerpos aparecieron nos dimos cuenta de que estábamos ante algo diferente, terrible, y había que documentarlo para que no se borrara”, relató.
Germano tenía la certeza de que “algún día se iba a saber la verdad. Nos querían hacer creer una historia de asiáticos que se habían amotinado a bordo de un barco. Un verdadero disparate que no nos creímos ninguno de los que trabajamos en el lugar de los hechos. Era algo tan distinto a lo común, algo que dejaba al trasluz tanta barbarie, tanta crueldad, que no nos podían venir con una novela tan burda”.
La ex magistrada recordó que “dentro de las medidas que un juez de Paz está facultado a adoptar, se aplicaron todas. Y aunque cueste creerlo, a pesar de que estábamos en dictadura, no recibí ninguna presión. Tal vez en ese momento pensarían que después todo se perdería en el olvido”.
1976: la llegada del Cóndor a las costas uruguayas
La actividad de este sábado en Juan Lacaze fue organizada por el Plenario Intersindical en el marco del proyecto de Extensión universitaria “1976: la llegada del Cóndor a las costas uruguayas. Memorias e impacto en las identidades locales”. Se desarrolla en el ámbito de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación con la participación de 11 docentes, investigadores, egresados y estudiantes de la Universidad de la República y del Instituto de Profesores Artigas (IPA) vinculados al área de los derechos humanos.
Su objetivo es profundizar en las manifestaciones del terrorismo de Estado y sus consecuencias a partir de los eventos ocurridos durante 1976 en las costas de Colonia, Montevideo y Rocha. Por tratarse de un equipo interdisciplinario, propicia diversas miradas en torno al pasado reciente, potenciando el intercambio y la resignificación de ese pasado desde la reconstrucción de distintas memorias locales.
En Colonia el proyecto cuenta con el apoyo de la Casa de la Cultura e Instituto de Formación Docente “José Pedro Varela” de Rosario, la Biblioteca “José E. Rodó” y Municipio de Juan Lacaze, y Centros MEC Colonia.
Cicatrices que aún arden
En la exposición la estudiante de Ciencias históricas, Graciana Sagaseta, explicó que entre 1975 y 1979 se hallaron 31 cuerpos (NN) en las costas del Río de la Plata y parte del Río Uruguay. En el departamento fueron 11. La Dirección de Necrópolis de la Intendencia de Colonia conservó los cuerpos lo que permitió que se pudieran estudiar en el regreso de la democracia en 1985. Tres de ellos fueron identificados y los otros ocho se conservaron.
Ex jueza Blanca Germano: “Desde el primer momento nos dimos cuenta que estábamos ante algo diferente, terrible, y había que documentarlo para que no se borrara”.
Las tres personas identificadas fueron: Roque Orlando Montenegro Roldán, ciudadano argentino secuestrado el 13 de febrero de 1976. Fue hallado el 17 de mayo en la escollera de Zona Franca de Colonia del Sacramento. Se evidenciaron signos de castigo y tortura. En el 2010 fue identificado por un equipo de antropología forense argentino.
Otra de las personas identificadas fue Raúl Antonio Niño Cotto; su cuerpo fue encontrado cerca de Carmelo el 5 de junio de 1976. La causa de muerte fue estrangulamiento. Fue reconocido por el subprefecto argentino y prefecto de la Isla Martín García como marinero nacional y fue repatriado en un avión de la Fuerza Aérea Argentina en el mismo momento.
El tercer identificado fue Horacio Adolfo Abeledo Sotuyo, desaparecido el 21 de junio de 1976 y hallado en playa Blancarena el 5 de septiembre de 1976; se evidenciaron signos de tortura y castigo. Fue identificado por un equipo de antropología forense argentino.
El resto de los cuerpos que no fueron identificados, se presume que eran argentinos por sus ropas y documentos. El equipo a cargo del proyecto decidió hacer esta investigación en Colonia y Rocha ya que fueron los departamentos donde más cuerpos se encontraron.
Para el estudio se realizaron múltiples entrevistas en Juan Lacaze, Colonia Valdense y Rosario. La licenciada en Ciencias Políticas, Fabiana Larrobla, integrante del equipo de investigación, dijo que el Estado Uruguayo tuvo una participación activa en el ocultamiento de la identidad de personas que podrían haber sido identificadas en su momento.
Afirmó que el sistema burocrático y los medios de prensa colaboraron para el ocultamiento y propiciaron la desinformación al indicar que los cuerpos hallados eran de origen asiático y provenían de barcos pesqueros. La Dirección de Necrópolis de la Intendencia de Colonia omitió un decreto por el que pasados seis años los cuerpos no identificados hallados en las costas debían ser reducidos. Eso permitió que luego los cadáveres pudieran ser estudiados e identificados muchos años después.
Pero fue una excepción: no pasó lo mismo en el resto de los departamentos cuyos cuerpos fueron reducidos y en algunos casos ni siquiera se les tomó huella dactilar. “Quedan sumergidos en ese universo de la desaparición”, dijo Larrobla.
“Esto es una muestra más del funcionamiento del Plan Condor, porque si bien el Estado Uruguayo no tuvo participación en la detención y la tortura de la persona que luego fue arrojada al río, sí tuvo participación muy activa en lo que es la segunda desaparición de la persona: cuando se recupera el cuerpo y se lo vuelve a inhumar como NN”.
“Hay una parte de nosotros como país que no quiere hablar del tema porque duele”
En 1976 en el departamento de Colonia aparecieron ocho cuerpos, tres en un mismo día. “Pensamos que eso podía haber generado un gran impacto en la población, pero cuando hicimos las entrevistas nos encontramos con que el recuerdo de esos eventos era difuso. Había mucha referencia a la información oficial y de prensa sobre barcos pesqueros asiáticos, aun sabiendo que no era así. Pero no había conmoción”.
Fabiana Larrobla: “el sistema burocrático y los medios de prensa colaboraron para el ocultamiento y propiciaron la desinformación al indicar que los cuerpos hallados eran de origen asiático y provenían de barcos pesqueros”.
En su alocución, Larrobla indicó que esas entrevistas develaron la cotidianidad del terrorismo de Estado en el silencio y el miedo que impactó en la vida de las personas e imposibilitó el desarrollo de una vida plena “porque la dictadura bloqueó esa posibilidad”.
Agregó que los efectos de esos hechos se han trasladado y multiplicado en el tiempo generando una gran fragmentación en la sociedad y un gran “no decir”. Permanece el miedo cuando se dice “no hay que mirar para atrás”, el efecto debilitador del autoritarismo, del terrorismo de Estado, permanece incluso en las nuevas generaciones. “Hay una parte de nosotros como país que no quiere hablar del tema porque duele”, sostuvo Larrobla.
El taller recogió vivencias personales relacionadas con la dictadura con la participación de unas 30 personas que intercambiaron y compartieron su experiencia. La realidad es que el terrorismo de Estado ingresó a cada una de las casas de diferentes maneras, pero nadie estuvo exento.
Algunos debieron emigrar, otros permanecieron y convivieron con ese miedo. Generaciones diferentes reflexionaron sobre lo sucedido y personas que no vivieron directamente esa época expresaron el dolor que habrían sentido aquellas familias al saber que su ser querido ya no estaba.
Según testimonios, si bien la mayoría no “cayeron”, sí callaron y tuvieron que lidiar con esa incertidumbre y ese miedo, viviendo oprimido por temor a perder el trabajo, a ser reprimido, a ser detenido, a ser secuestrado.
Un concepto que estuvo presente en varios de los participantes es el despotismo y el autoritarismo que a su entender lleva adelante el gobierno uruguayo en la actualidad. Algunos dijeron “dictadura solapada”, otros, incluso docentes, llamaron a “estar en alerta” porque un escenario que parece lejano, puede no serlo. Que eso también ocurría en la década de 1960 y luego llegó un período dictatorial pocos años más tarde.
Una docente denunció la ideologización y el prejuicio que se genera por parte de ciertos actores y sectores de la sociedad por el hecho de que los profesores de historia y derecho decidan incluir en sus clases el abordaje del atropello a los derechos humanos en dictadura.
Larrobla dijo que estos sentimientos de lo que pueda pasar y del miedo a salir, ahora pueden despertar nuevamente con la pandemia por COVID 19, no por la pandemia en sí misma sino por las acciones que emprende el Estado en torno al tema con la convocatoria ‘Quédate en casa’ y la represión policial de las últimas semanas.
Desde el Plenario Intersindical de Juan Lacaze valoraron positivamente la experiencia de este taller, una actividad que no tiene que ver con la lucha sindical sino con la recuperación de espacios de intercambio dentro de la comunidad y la generación de actividades que involucren a la sociedad y a la cultura en un ámbito más amplio.