“Memoria, verdad y justicia”, una bandera
que no se arría, flamea con nuevo brío
19 DE ABRIL DE 2022
POR ADOLFO “FIFO” GUIDALI
A pesar de los denodados esfuerzos de ciertos actores políticos y sus aliados, viejos y coyunturales, para intentar dar vuelta a la página más negra de nuestra historia, de la promulgación de leyes diseñadas a medida para institucionalizar la impunidad para genocidas, torturadores y otros criminales de lesa humanidad, la vida y los valores que realmente la sustentan demuestran que estos delitos nunca prescriben, por el contrario, quedan grabados para siempre de manera indeleble en la memoria y conciencia colectivas, y perdonar sólo es posible cuando se conoce la verdad, se imparte justicia y existe un verdadero arrepentimiento de los actores, que por ahora sólo han demostrado soberbia, hermetismo y desdén. La reconciliación de una sociedad no se logra por decreto…
Esta introducción puede parecer de perogrullo, no obstante en su espíritu no sólo mantiene, sino que recobra vigencia en momentos en que en Europa redoblan los tambores de guerra, y que por diferentes intereses geopolíticos y económicos sátrapas de la misma laya se enfrentan entre ellos y muchos se razgan las vestiduras húmedas por lágrimas de cocodrilo invocando a las víctimas de sus propios desmanes: como siempre, los pueblos. En las circunstancias, el que derrama su sangre y se despedaza es el ucraniano, en un contexto que a veces puede parecer surrealista, pero que no lo es, salvo porque el escenario es cercano y los mártires eslavos su suerte es la misma que la de miles o millones de afganos, sirios, palestinos, yemeníes y muchos otros, “más lejanos y distintos”, así como fáciles de masacrar casi en silencio.
Sin embargo, del rebaño que marcha con torpeza, alimentado con migajas, despojos y sobredosis de “fake news”, algunos jóvenes, sobre todo, supieron desmarcarse e intentan rastrear la utopía retomando causas justas, propias e imperecederas. Este es el caso de un grupo de uruguayos (o hijos de) que eran niños o nacieron, dentro o fuera de fronteras, durante la dictadura cívico-militar (1973-1985), sin lugar a dudas el periodo más sombrío del Uruguay moderno y de toda la región.
De esta manera, estos compatriotas que han pasado toda o gran parte de su vida fuera del país, por su pasado personal y convicciones se han consagrado a la lucha por Verdad y Justicia para los Desaparecidos. Así, crearon en Ginebra una filial de la Asociación ¿Dónde Están?, y, con una inevitable e impuesta parsimonia como consecuencia de la pandemia de covid-19, casi un año después de su fundación pudieron concretar sus primeros eventos solidarios y de divulgación. Por razones obvias, sus integrantes adoptaron los mismos estatutos de la matriz parisina, que este año cumple su 26º aniversario en la brega y, por supuesto, utiliza el mismo logotipo que la identifica.
¿Su objetivo? “Por la Verdad, por la Justicia y la Memoria y contra la impunidad (…) solidaridad con los familiares de los desaparecidos y de las víctimas de la dictadura en Uruguay y en apoyo a todas las organizaciones que los representan, Madres y Familiares, Hijos, Familiares de Asesinados Políticos”.
De visita en Suiza, Medio Mundo pudo conversar con algunos miembros del buró local ginebrino, que por motivos coyunturales desarrolló sus primeras actividades en la cercana Lausana, en el otro extremo del lago Leman. Martha Herrera, Alejo Patiño y Federico Pisciottano nos brindaron sus testimonios.
“Este grupo es la continuidad de otro más antiguo formado en los años ’70 por gente exiliada (…) Hubo durante algún tiempo un vacío pero todo esto se formó alrededor del ‘Jardín de los desaparecidos’ (creado a principios de 2000 por unas 15 asociaciones ginebrinas de diferentes orígenes, ‘en memoria y honra de las víctimas de desaparición forzada en el mundo’) , que está en un barrio de Ginebra donde vivieron y aún viven muchos uruguayos y latinoamericanos que fueron refugiados”, explicó Martha.
– “Recuperar la identidad, la justicia, la memoria” –
Continuando, “levantamos la bandera de los derechos humanos, no sólo por los familiares sino porque cada desaparecido es parte de la historia. Yo había militado en este ámbito en Uruguay (…) No estaba aquí todavía, soy más reciente. Es una bandera de la sociedad uruguaya que gente como Alejo siempre ha levantado con fuerza y energía, y debemos continuar haciéndolo”.
Herrera le pasó el testigo a Patiño (familiar de desaparecido), “quien vivió intensamente todas estas etapas aquí”, aclaró ella.
Éste, eludiendo cualquier protagonismo afirmó: “Quiero resaltar que se trata de algo colectivo. Esto empezó hace casi un año, pero ya tenía antecedentes. No solamente ¿Dónde Están? (…) Otras organizaciones de apoyo a los presos políticos han recaudado fondos y también presentado testimonios ante las Naciones Unidas (ACNUDH), un trabajo muy importante tratándose de Ginebra (donde tiene sede la agencia dirigida por la expresidente chilena Michelle Bachelet)”. “Han venido muchos (testigos) a hacer declaraciones ante los organismos internacionales. Tanto de las asociaciones locales, como de otras de lugares cercanos, como Lyon (Francia), Zúrich, y por supuesto París”, añadió.
Varias semanas atrás tuvo lugar la primera actividad de divulgación del colectivo, en la Casona Latina, un amplio espacio cultural latinoamericano ubicado en pleno centro de Lausana, que además alberga al Museo de las Migraciones y de los Derechos Humanos. Consistió en dar a conocer la exposición “Sangre de mi sangre”, la muestra fotográfica de Estela Peri, que tiene carácter semipermanente en el montevideano Museo de la Memoria, y ya ha recorrido ciudades como Roma, Milán, Florencia y París, y que aún sigue colgada en la ciudad helvética.
De acuerdo a sus compañeros, el gran factótum de este evento fue Federico (Pisciottano, hijo de Ricardo, destacado dirigente cooperativista recientemente fallecido), desde hace algunos años residente en Lausana tras dejar de ser otro “ginebrino”.
Días atrás, se proyectó en el mismo lugar la película documental uruguaya “Por esos ojos” de Gonzalo Arijón y Virginia Martínez, que contó con producción francesa. Como muchos recordarán, ésta narra la incansable búsqueda realizada por María Esther Gatti de Islas para ubicar a su nieta Mariana Zaffaroni Islas, secuestrada por los represores argentinos en Buenos Aires en 1976, entonces con apenas 18 meses, junto a sus padres Jorge Zaffaroni y María Emilia Islas, uruguayos desaparecidos.
En esta ocasión, Arijón mantuvo un intenso diálogo con un público variopinto, integrado en su mayoría por latinoamericanos.
Patiño apostilló a Medio Mundo: “Estos eventos son un poco la inauguración que no pudimos hacer (el año pasado) y realizamos ahora. Para el futuro queremos desarrollar una asociación más estructurada para apoyar a los familiares en Uruguay y seguir denunciando esta situación (de los desaparecidos). Hay una unanimidad para recuperar la identidad, la justicia, la memoria…”.
Las cartas están echadas. Hay voluntad y sangre nueva, de activistas que se encuentran en un lugar clave para ampliar la visibilidad de una causa que constituye una enorme y cruel deuda pendiente de y para toda la sociedad uruguaya.
Para los mitómanos apologistas de la desmemoria: el olvido no existe, y, cuanto más intenten provocarlo, más se convierte en recuerdo, en memoria viva.-