Cuando “todos somos familiares”

TODOS SOMOS FAMILIARES

  01/06/2022

La erosión de la democracia

Varios acontecimientos sociales se han producido en las últimas semanas, en especial vinculados a la marcha por los desparecidos, en Montevideo y en varias localidades del interior.

Por Fernando Rama

La impresionante Marcha del Silencio conmovió a todo el país. Por un lado, desde Jackson y Rivera, a partir de las 19.00 horas del pasado 20 de mayo, partió la más grande marcha de la que se tenga memoria de las 27 realizadas hasta este momento. Fue emocionante comprobar que la consigna de Verdad y Justicia ha pasado, como antorcha de relevos, a las nuevas generaciones. Si bien entre la multitud había ciudadanos de todas las generaciones predominaban los jóvenes, aquellos que no vivieron el origen de la movilización: los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw en 1976. 

Es posible ver la congregación reciente como una prolongación del éxito logrado por el SÍ en el referéndum para anular los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, a pesar del triunfo pírrico del NO. Esta hazaña fue, a su vez, consecuencia de la recolección previa de las firmas, en plena pandemia de Covid-19. Resulta evidente que hay un abajo que se mueve.

En abierto contraste con estas movilizaciones, el herrerismo se limitó a realizar un homenaje a Gutiérrez Ruiz; un acto mezquino que socava el sentir democrático y ético del pueblo uruguayo y que, además, la confiere a la Marcha del Silencio, indirectamente, una intencionalidad política que ella no tiene. Por el contrario, la marcha por los desaparecidos es una cuestión ética de primera magnitud. Nadie en este país cree que se lleven a cabo las investigaciones pertinentes para acabar con la impunidad de los terribles crímenes perpetrados durante la dictadura cívico-miliar. La coalición gobernante no tiene la menor intención de moverse en ese sentido. Todo su accionar se basa en revivir, una y otra vez, la teoría de los dos demonios. A ello apunta la apertura de la llamada cárcel del pueblo y las múltiples salidas de tono de Cabildo Abierto. No es menor recordar la participación del hoy ministro Mieres en la Marcha del Silencio previa a la pandemia, bajo una lluvia intensa, cuando posaba de socialdemócrata.

Debe destacarse, en esta ocasión, el papel de los deportistas, tanto en el fútbol como en el basquétbol, llenando los estadios con ajustadas consignas como el “No estamos todos” de varios equipos y la aparición de pancartas en todos los escenarios.

Un episodio muy llamativo se registró en uno de los partidos que jugó el Club Atlético Peñarol, cuando la policía impidió la entrada de hinchas que portaban camisetas relacionadas con el tema de los desaparecidos. Ante la protesta del Presidente de la institución por el atropello a la libre expresión, el Ministerio del Interior se limitó a disculparse en un comunicado de dos líneas donde no se percibe la real intención de hacerse cargo de sus responsabilidades. Otro hecho que va socavando los pilares de la convivencia democrática en el país.

El Ministro del Interior, Heber, está cumpliendo un papel poco inteligente, incluso para sus propios intereses. Si se quiere, no es algo que pueda sorprender. Heber estuvo 30 años disfrutando del sillón parlamentario, sin que se recuerde alguna iniciativa suya de cierta relevancia. Es evidente que le cuesta mucho adaptarse a la función ejecutiva, lo que explica unas cuantas intervenciones fuera de lugar, además de las ya mencionadas.

En primer lugar, se trasladó a un juzgado donde se acusaba a policías, lo que supone una violación del principio de separación de poderes. En segundo lugar, ha colocado en los altos mandos policiales a oficiales retirados, que no comprenden a cabalidad su función. En tercer lugar, ha emitido declaraciones para la risa -“Volvieron las carteras a los barrios”, por ejemplo-, sin tener en cuenta el incremento sin precedentes de la tasa de homicidios. En cuarto lugar, cada vez que es requerido por los medios de comunicación se muestra vacilante y sin respuestas claras, como al afirmar: “Hay un plan en marcha”; plan que nadie conoce. Un plan que indica, por otra parte que, desde que asumió hasta este momento, carecía de orientación. O cuando, después de dedicarse a clausurar bocas de narcotráfico señala cifras insólitas que demuestran su escaso manejo de la realidad.

Otro hecho sorprendente se verificó cuando una senadora del Frente Amplio pasó a presidir la sesión de la Cámara con una camiseta que aludía a los desaparecidos. El episodio desencadenó una andanada de epítetos y exposiciones sumamente agresivas con el peregrino argumento de que aprovecharse de la transitoria investidura era un acto antidemocrático. Otro síntoma más de una susceptibilidad exagerada en relación al tema de los desaparecidos, a contrapelo del sentir popular.

 

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