El general como objetivo
Seregni fue víctima de espionaje militar y policial desde 1984 hasta mediados de los noventa.
Samuel Blixen
30 agosto, 2019
Liber Seregni junto a su esposa, Lili Lerena, en el balcón de su domicilio el día de su liberación, en 1984
El espionaje militar y policial al general Liber Seregni, instalado cuando fue libertado, en 1984, permitió a los aparatos de inteligencia adelantarse al proceso de recomposición de la dirección del Frente Amplio y visualizar el papel de la coalición en el proceso político hacia las elecciones, pautado por un enfrentamiento entre los partidos tradicionales y las disyuntivas sobre la desproscripción, parcial o total, de dirigentes y organizaciones. El ritmo político parecía girar, en marzo de 1984, en torno al futuro político de Wilson Ferreira Aldunate.
Transcripciones de intervenciones telefónicas ilegales ubicadas en archivos del Ejército revelan que el general Liber Seregni, su familia y su entorno fueron objeto de un sistemático espionaje de la inteligencia militar desde el mismo día en que fue dejado en libertad, después de ocho años de prisión.
Documentos militares y policiales confirman que el espionaje que se montó en marzo de 1984, cuando comenzó a ejecutarse el cronograma que condujo a las elecciones de noviembre de ese año, se mantuvo después de la asunción del presidente Julio María Sanguinetti, el 1 de marzo de 1985, y continuó hasta muy avanzado el proceso de transición democrática, durante las dos siguientes presidencias.
Seregni fue objeto de operativos de escuchas telefónicas, vigilancias, seguimientos e interceptación de su correspondencia, que permitieron a los departamentos I (Analistas) y III (Operaciones) del Servicio de Información de Defensa (Sid) y a la Dirección Nacional de Información e Inteligencia del Ministerio del Interior realizar una evaluación detallada del proceso de recomposición de la dirección del Frente Amplio, del papel protagonista del propio general y del relacionamiento del FA con el Partido Nacional, el Partido Colorado y la Unión Cívica.
Paradójicamente, la información de primer orden obtenida mediante ese espionaje, que facilitó la interpretación de la información de carácter abierto (comunicados, entrevistas, declaraciones de prensa), sedujo a los analistas del Sid, quienes en sus informes secretos calificaron a Seregni de “orientador sagaz”, que “ejerce el liderazgo por su personalidad”, con un “rol aglutinador”. Esas conclusiones, estampadas con el rótulo de “secreto”, eran insumo para los superiores, el director de la inteligencia, el jefe del Estado Mayor del Ejército y el comandante de la fuerza, a estar por la orden de distribución de los documentos elaborados.
LA INFORMACIÓN TELEFÓNICA. Una serie de 29 documentos, firmados por el teniente coronel Tabaré León Pérez, jefe del Departamento III del Sid, y varios partes de la Dnii, firmados por el inspector Máximo Costa Rocha, constituyen una crónica detallada del espionaje a que fue sometido Seregni los tres primeros días de su liberación.
La intervención telefónica de la línea correspondiente al apartamento de Bulevar Artigas y Bulevar España, frente a la Facultad de Arquitectura, quedó operativa aun antes de que Seregni fuera liberado, a las 17.30 del 19 de marzo de 1984. Ese mediodía, Hugo Batalla, quien fuera abogado de Seregni, llamó al apartamento. Según el memorándum 163/84 del Departamento III del Sid, la línea intervenida, identificada como “línea 18” en los partes de información, registra primero una llamada de Luis, en la que pregunta por la salud de Lily (esposa del general), y otra de Bethel (una de sus hijas), que habla con Rosario e inquiere si se mantiene el plan original. “Pregunta si llamó Batalla, que se encuentra en el boliche y que no se olvide de ellas”, consigna el redactor. La intervención registra entonces una llamada entrante de Batalla: “Pregunta por Bethel. Mirta le dice que esta se encuentra esperándolo en el boliche. Batalla le dice a Mirta si no se anima a ir hasta donde está Bethel, pero sin hacer bandera. Luego le pide la matrícula del auto para que una vez que lleguen a jefatura les permitan pasar el cordón de seguridad. Como Mirta no consigue saber la matrícula, acuerdan que ella va a ir a buscarla al bar ubicado en Maldonado o Canelones y Yi, y apenas sepan la matrícula, llaman”.
Batalla y el otro abogado defensor de Seregni, Héctor Clavijo, ingresaron al edificio de la Jefatura de Policía de Montevideo a las 16.30 de aquel lunes. Los aguardaban los miembros del tribunal militar que habían procesado a Seregni. Los oficiales “procedieron a notificar de su libertad a dicho detenido”, dice el memorándum reservado de la Dnii, y también a leerle la disposición por la que estaba inhabilitado para el voto y para ejercer cargos públicos por dos años. Seregni recoge sus pertenencias y “comienza a despedirse de sus compañeros de reclusión, en primer término, de Montañez, luego de Frigerio, al que abraza diciéndole: ‘Cuidate, Huguito’, y por último, en forma muy especial, por su duración y efusividad, de Igorra, dirigiéndose al sótano de la Jpm, donde, en una camioneta marca Brasilia, conducida por su hija Bethel y seguido de un VW color blanco, conducido por el Dr. Hugo Batalla, se retiran del lugar”.
En marzo de 1984 todavía no existía el “ladrillo” de Motorola, el primer celular, que pesaba un kilo, pero igual la noticia de la liberación alcanzó velocidades supersónicas. A las 17.55, el discreto vehículo policial que siguió a Seregni comprobó que al llegar a Bulevar Artigas y Bulevar España “había congregadas frente a dicho lugar entre 80 y 100 personas que obstaculizaban el tránsito”. El teléfono no dejó de sonar y la intervención registró cientos de llamadas durante los tres días que Seregni permaneció en Montevideo, antes de irse para el Interior, “porque hace años que no ve el mar”; tantas eran las llamadas que en el parte se señala, dos veces, que se acaba la cinta.
Las llamadas desde el exterior fueron abrumadoras y, según el registro militar, en la mayoría de los casos Seregni no se puso al aparato, entre otras cosas porque estaba en reunión casi permanente. Entre los más conocidos, llamaron José Díaz, Alberto Suárez, Hugo Villar, Carlos Martínez Moreno, Juan Raúl Ferreira. María Elena Martínez y alguien que se identificó como Wilson, desde España, pero la telefonista internacional no completó la llamada persona a persona, porque Seregni había salido. Bethel, Mirta e Inés fueron las encargadas de recibir los saludos y las felicitaciones. Hubo también llamadas de todo el Interior y de ex militares que habían sido compañeros de Seregni.
LA PRESIÓN DE LA PRENSA INTERNACIONAL. Entre el 19 y el 23 de marzo decenas de medios de comunicación del mundo reclamaron entrevistas telefónicas con el general. Desde El País de Madrid hasta Uno más Uno, de México; desde Canal 13 de Argentina hasta Televisión Española; desde Radio Caracol, de Colombia, hasta Radio Berlín, los principales diarios y todas las agencias de noticias debieron contentarse con un saludo que Seregni grabó. Los periodistas y los corresponsales pudieron acceder a Seregni en una conferencia de prensa que tuvo lugar el miércoles 21. En los documentos de la inteligencia militar aparecen dos notorias excepciones. Una es la conversación telefónica que mantuvo Seregni con el periodista Néber Araújo, en la que anunció que su objetivo personal sería reclamar la amnistía para todos los presos y elecciones totalmente libres, sin personas ni partidos proscriptos. La otra excepción fue resultado de la insistencia del periodista Luis Cabrera, quien desde Managua llamó reiteradamente y pidió un saludo de Seregni para el pueblo nicaragüense, sobre el que pendía una amenaza, supuestamente inminente, de agresión de Estados Unidos. Seregni aceptó, y la referencia de Cabrera al ejemplo de Augusto César Sandino removió viejos recuerdos: “Compañero, antes de cortar, una sola cosa, quiero decirles esto: cuando yo era liceal, alumno de secundaria, cuando tenía 12, mi primera salida a la calle en manifestación estudiantil fue voceando a Sandino en lucha heroica en defensa de su tierra”.
En la mayoría de los casos, quien desgrabó el contenido de las cintas hizo una breve síntesis de cada conversación. Pero en otros casos el operador se extendió en detalles. El documento que reproduce las llamadas del día 22 consigna que, a las 11.20, “Bethel llama Cirio al tel. 397078 (según guía inversa pertenece a Cirio E. THOMAS (sic), dir. Gral. Hornos 4327), para pedirle los papeles de las últimas reuniones de la Mesa. Cirio en el día de ayer le entregó al Obj (sic) algunos papeles y le explicó lo sucedido; le hace saber que está medio alejado desde hace una semana y la última reunión fue el martes hace ocho días a la cual él asistió, o sea que la información actual no la tiene”. El “objetivo” era, por cierto, Seregni, y el interlocutor era el mayor retirado Tomás Cirio, al que un tribunal de honor había condenado, pasándolo a reforma, por renunciar al Centro Militar en protesta por el asesinato en la tortura de un detenido cuyo único delito fue ser frenteamplista.
Seguramente, la inteligencia militar sabía de las reuniones casi diarias de la Mesa Política, muchas veces reunida en el domicilio cercano de Francisco Rodríguez Camusso. No debía ser una novedad el pedido de información de Bethel sobre “el problema muy conflictivo” en torno al Pdc y la Convergencia Democrática, una estructura que en el exilio fue integrada por frenteamplistas (principalmente comunistas) y los blancos que respondían a Juan Raúl Ferreira. Los acuerdos en torno a la Convergencia fueron la razón de las discrepancias de Seregni en la cárcel con la dirección del Partido Comunista en el exterior, que en principio había resuelto apoyar, en las elecciones internas de partidos políticos de 1982, la lista que representaba a Ferreira Aldunate, desconociendo la convocatoria a votar en blanco, puesto que el Frente Amplio estaba impedido de participar. “Con respecto a los problemas que podrían ser la Convergencia y las relaciones con el exterior, él (Cirio) dejó un sobrecito” y avisó que “a la noche le llevará al Obj un material para que lo estudie durante su retiro”.
Un análisis del director de la inteligencia policial, Costa Rocha, evaluaba simultáneamente: “La izquierda nucleada en el FA ha comenzado también por su parte el deslindamiento de posiciones con los sectores de los partidos tradicionales, que tendrá como consecuencia futura un desgaste notorio de la Cdu, al que sólo, tal vez, los comunistas con una actitud dubitativa e interesada le dan aliento aún”.
VIGILANCIA Y SEGUIMIENTOS. En la calle, policías y militares registraban cada suceso; señalaban las apariciones de Seregni en el balcón, a veces con su familia, a veces con algunos de los visitantes, como Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo; hacían evaluaciones hora por hora de la cantidad de gente que se apostaba en el cantero central de Bulevar Artigas; reproducían sin censura los cánticos, incluso los más ofensivos; registraban las matrículas (y después identificaban a los conductores) de los vehículos –un Peugeot blanco, una camioneta de Cerro Largo, el ómnibus 68 de Raincoop– que saludaban sonoramente con sus bocinas; fotografiaban a los jóvenes que hacían guardia en el vestíbulo del edificio; tomaban nota de la entrada y la salida de visitantes (monseñor Carlos Parteli; Carlos Julio Pereyra; el embajador de Francia; el ingeniero José Luis Massera; Juan Pivel Devoto; Gonzalo Aguirre; Elisa Dellepiane de Michelini).
Algunas informaciones, como la presencia de visitantes no tan notorios, que igualmente eran identificados, o la realización de reuniones en el interior del apartamento, sugieren que la inteligencia militar contaba con otros medios de espionaje. Por otra parte, las conversaciones grabadas facilitaron la labor de seguimiento del “objetivo”. En los memorandos aparecen las salidas de Seregni a la casa de un amigo, a una consulta médica, a una clínica para hacerse un chequeo.
Una llamada de Antonio Marchesano alertó a la inteligencia sobre la reunión que mantendrían Seregni y Sanguinetti el 22 de marzo en el domicilio de este último. Marchesano no reveló el tema del encuentro, pero el memorando firmado por el teniente coronel Pérez da cuenta de la conversación que Bethel mantuvo ese mediodía con un periodista de la radio El Espectador, quien, en el hall de la planta baja quería saber si Seregni conocía detalles de la gestión que Juan Pivel Devoto había realizado en la Junta de Comandantes. Seregni personalmente conversó con el periodista y pidió detalles, porque no estaba enterado.
UNA JUGADA POLÍTICA DE FERREIRA. Una entrevista pactada con Canal 13 de Argentina fue suspendida y poco después de que Seregni saliera para el encuentro con Sanguinetti, a las 20.30, se recibió la llamada internacional de Wilson, que probablemente fuera Ferreira Aldunate. Un dispositivo de seguimiento de la camioneta Brasilia en la que viajaba Seregni hasta el apartamento de Sanguinetti en Luis P Ponce fue detectado por la custodia del general que viajaba en un Fiat 600.
El trascendido de una gestión reservada de Pivel Devoto, entonces presidente del Directorio del Partido Nacional, generó una crisis política que fue analizada por el mayor Tabaré Acuña, jefe del departamento I del Sid: “Las disputas entre los partidos tradicionales continúan y parece ser que se convertirán desde ya en una lucha política para obtener ventajas ante la opinión pública con miras a las elecciones de noviembre”.
Pivel Devoto, quizás a instancias de los términos de una carta que le enviara Ferreira Aldunate desde España, se entrevistó con los tres comandantes de las Fuerzas Armadas para plantear la modificación del cronograma, realizar sólo elecciones parlamentarias en noviembre y delegar en la nueva Asamblea General legislativa la elección indirecta del futuro presidente. La fórmula –planteada al margen del Directorio– intentaba eludir el problema de las proscripciones y beneficiaba a Wilson Ferreira Aldunate, aunque también a Seregni, ambos posibles candidatos a la presidencia en elecciones enteramente libres. Pero, en contrapartida, prolongaba, por días o semanas, la gestión del presidente ilegítimo, el general Gregorio Álvarez, y dislocaba el objetivo, tanto de blancos como de frenteamplistas, de presionar a la dictadura para levantar todas las proscripciones antes de las elecciones.
La conversación reservada trascendió en la mañana del miércoles 22, por lo que los comandantes pusieron a Sanguinetti en conocimiento de la propuesta. Ello explica la llamada de Marchesano a Seregni y la invitación para una reunión urgente, esa misma noche. En el “Estado de situación” firmado por Costa Rocha el jueves 23 se consigna: “El día 22 en horas de la noche Sanguinetti se reúne con Liber Seregni para tratar este problema político y, según informaciones confidenciales, este se mostró totalmente contrario a la propuesta de Pivel Devoto y dejó entrever la disposición personal de que el FA concurra a las elecciones aún (sic) habiendo hombres y partidos políticos proscritos”.
A fines de marzo, los analistas del Departamento I del Sid estampaban las siguientes conclusiones: “El Frente Amplio como tal y las organizaciones que lo integran han ganado gradualmente un considerable espacio político, el que, en la actual coyuntura, es irreversible, debido a que tanto a nivel de masas como a nivel organizativo se han ido consolidando posiciones, lo que conlleva a afirmar que la opción de la izquierda es una opción real y diferenciada de los partidos tradicionales”.
La inteligencia policial coincidía con la apreciación de sus colegas militares: “A nivel de algunos sectores de los partidos Blanco y Colorado se especula con un proceso similar al de Argentina, donde todo se polarizó en dos grandes corrientes históricas (radical y peronismo), quedando con un escaso volumen electoral las representaciones de izquierda. Pero estimamos que la situación histórica y actual en Uruguay es totalmente distinta. La existencia de un frente único partido de izquierda, con un importante desarrollo histórico, que vuelve, en el estado de semilegalidad, a salir a la luz pública, y la presencia de un líder que los aglutina hacen predecir que si el FA como tal es habilitado, o varias de sus fuerzas lo son, tendrán un importante electorado, sin evaluar que serán más o menos que el de 1971”.
La voluminosa ficha del general Seregni –identificado con el número 27304 en el fichero general del Sid– consigna varias entradas para 1984 y especialmente sintetiza sus discursos en actos previos a las elecciones. Introduce el siguiente juicio: “Ejerce el liderazgo por su personalidad y su rol aglutinador dentro de la coalición frenteamplista. Es considerado por los demás líderes del Frente como un orientador sagaz y sin radicalismos verbales. Es lúcido y firme. Su prestigio se vio acrecentado en el contexto de la Interpartidaria por la posición de firmeza que sustentó frente a los dirigentes del Partido Nacional, en particular con Gonzalo Aguirre y el presbítero Juan Martín de Posadas. En la actualidad el causante se sitúa por sobre la organización y estructura del FA, habiendo dejado en el lugar que le corresponde en la Mesa Ejecutiva a Víctor Licandro”.