CARAS Y CARETAS
Marcha del Silencio: Ellos en nosotros
Bajo la consigna ‘Ellos en nosotros, Contra la impunidad de ayer y de hoy, Verdad y Justicia’, se llevó a cabo la multitudinaria Marcha del Silencio. Luisa Cuesta no pudo estar presente.
El tramo que habría de recorrer la Marcha del Silencio es el mismo desde hace 21 años atrás: desde Rivera y Jackson hasta la Plaza Cagancha. Pero esta vez fue distinto. Faltaba un símbolo encabezando a toda esa gente: Luisa Cuesta. Igualmente, alguien alzó el cartel que tantas veces llevó la madre, el que muestra la foto de Nebio Melo Cuesta. A la madera larga de sostén de otro afiche le anexaron la foto de Luisa y un texto: “En tu nombre”. Y en su nombre, y en el de todos los detenidos desaparecidos, a las 19 horas, tal cual lo pautado, la multitud comenzó a andar. No todos. Es que los años pasan, y estas madres que reclaman saber qué pasó con sus hijos, están muy viejitas. Muchas de las que aún logran sostenerse, no pueden hacer la caminata. Tal el caso de Amalia González, que fue trasladada en auto hasta una cuadra antes del destino y desde una ventanilla asomaba el cartel con el viejo retrato de su hijo Luis Eduardo.
La primera parada fue frente a la Universidad, donde otro montón de gente se unió a los miles de caminantes.
En 18 y Magallanes, una mujer emocionada sostenía una vela encendida. Al otro lado de la calzada, la Plenaria Memoria y Justicia esperaba la marcha. Lo hacía como siempre, en la escalinata del Banco República y una pancarta desplegada: “Están con nosotros. Gritan Revolución”, se leía esta vez.
En algún momento, vimos a Rafael Michelini; en otro, a Javier Miranda.
En el teatro El Galpón volvieron a detenerse. Un enorme trozo de tela escrito con la consigna de Madres y Familiares colgaba en lo alto de su fachada. Y en el Mides, otro afiche saludaba: “Los trabajadores por Verdad y Justicia”. La pantalla de la IMPO tampoco estuvo ausente.
Y a esa altura por los parlante comenzaron a salir los nombres de los desaparecidos. La primera fue María Rosa Aguirre. La multitud gritó “¡Presente!” y lo mismo hizo con el resto, hasta que los acordes del himno llenaron la avenida. Hombres y mujeres de todas las edades lo entonaron con entusiasmo, porque como dijo el poeta Tristán Monte: “Por más que quites las vías, hay un tren que obstinado pasa por el andén de los recuerdos”.