Recordando a Juan Gelman

GELMAN VS. SANGUINETTI
Y OTROS

La cerrazón del

encubrimiento y la odisea del poeta

La muerte de Juan Gelman hace evocar su enfrentamiento con la gran aberración de la democracia uruguaya recuperada después de la dictadura: la coraza que mantuvo durante veinte años para encubrir sus crímenes

Por Nicolás Grab
Año 6 Nro 65, miércoles 5 de 
febrero de 2014 

Juan Gelman merece pasar a la historia como un gran poeta argentino. Pero la admiración por su obra chocará, en su biografía, con el protagonismo inevitable de sus vicisitudes: el cuarto de siglo en que le tocó sufrir la tragedia de sus pérdidas y después ‑para encontrar y recuperar una prole arrebatada que no conocía y que no sabía de él‑ emprender un combate incansable, magnífico en sí mismo y horroroso a la vez por lo infame de los motivos que lo hicieron necesario. El combate que libró ‑son sus palabras- “para cumplir con el único legado que me dejó mi hijo: encontrar al suyo.”

Los uruguayos le debemos mucho. Su empeño y su valentía no tuvieron por único fruto el conmovedor encuentro que los premió. También contribuyeron a desnudar la política de pertinaz encubrimiento y connivencia sobre los crímenes de la dictadura que los gobiernos del Uruguay democrático mantuvieron durante veinte años interminables.

* * *

No ha nacido quien pueda leer sin emoción la “Carta a mi nieto” que Gelman le escribió en 1995 publicándola cuando no sabía ni siquiera su sexo.

“… Dentro de seis meses cumplirás 19 años. … Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura… Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con que tuvieras un mundo más habitable. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. … Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.”

Gelman sabía que su nuera, María Claudia García, embarazada cuando la secuestraron en 1976 en Buenos Aires con su esposo (al que asesinaron poco después)[1], había dado a luz estando presa antes de que la mataran también.[2]. Pero en 1999 el asunto tuvo un giro inesperado. Se supo que a los ocho meses y medio de gestación fue trasladada a Montevideo.

Eso instalaba en el Uruguay un drama y un crimen que se creían argentinos. María Claudia era una muchacha argentina que no tenía nada que ver con el Uruguay ni con su política y nunca había estado aquí. Sin embargo, militares uruguayos la trajeron, le robaron su bebé y la asesinaron. El único sentido y el único propósito del traslado era hacerse de la criatura que iba a nacer: nadie ha propuesto nunca otra explicación.[3]

Pero en 1999 regían la Historia Oficial y la ley de impunidad. Gelman pidió audiencia al presidente Julio María Sanguinetti y fue recibido el 7 de mayo por el Secretario de la Presidencia, Elías Bluth, a quien planteó su pedido de ayuda y dejó un memorándum.

Sanguinetti no puso en duda que María Claudia García había sido traída al Uruguay y dio a luz y fue asesinada aquí. Prometió ocuparse del asunto y mantener informado a Gelman.[4] Lo que después ocurrió lo relató él mismo en la carta abierta que dirigió a Sanguinetti el 10 de octubre: esperó inútilmente y fue esquivado sin pudor.[5]

La carta abierta de Gelman a Sanguinetti tuvo una respuesta pública del presidente y una réplica de Gelman. Esa correspondencia merece leerse. Las justificaciones entre patéticas y sublevantes de Sanguinetti y su demolición lapidaria por Gelman son para el libro de nuestras vergüenzas nacionales. Y por muchísimas cosas además de las que se mencionan aquí.

Sanguinetti, después de asumir un compromiso solemne (“Voy a hacer todo lo posible para saber y averiguar esto. De este caso me ocupo yo.”), explica lo que hizo: “requerí se realizara una discreta averiguación“. Y que no obtuvo resultados.

La averiguación fue tan discreta que no se investigó nada.[6] Los criminales señalados por Gelman (muchos de ellos presos hoy, condenados por la Justicia; uno se suicidó antes) ostentaban su impunidad. El Comandante en Jefe del Ejército organizó el 29 de octubre una “comida de desagravio” para 40 oficiales acusados de violar los derechos humanos; y el 3 de noviembre proclamó que para el Ejército el tema de los derechos humanos y de los desaparecidos en el Uruguay “está cerrado”. Bien podía hacerlo bajo el ala protectora del Presidente: como dijo Elías Bluth ‑y poca falta hacía que lo dijera‑ “el Presidente siente un rechazo visceral por las denuncias de costumbre“.[7]

Hay que reparar en la explicación de Sanguinetti sobre por qué se limitó a una “discreta averiguación”. Procedió así porque “ninguna investigación formal ‑como la que se hizo en aplicación del Artículo 4º de nuestra Ley de Caducidad‑ arrojó resultados positivos.” Esto requiere traducción. Esa “investigación formal” a que alude fue la única que se hizo porque esa misma ley, prohijada por Sanguinetti, impidió la actuación de la justicia. Y ¿en qué consistió esa “investigación formal” infructuosa? La ley ordenaba esto: “El Poder Ejecutivo dispondrá de inmediato las investigaciones destinadas al esclarecimiento” de las desapariciones de personas detenidas. Sanguinetti, presidente también entonces, dio por cumplido este mandato legal con un acto que debe figurar entre las cosas más sublevantes de su trayectoria, una afrenta absolutamente inverosímil. Escogió para cumplir ese mandato legal a un coronel en actividad, militar sujeto a jerarquía, fiscal de la “Justicia Militar”. Y dio por buena la conclusión de su “investigador”, que fue la que cabía esperar: una conclusión extraterrestre, que sería demencial si no constituyera un vejamen tan abyecto a las víctimas y a todos los seres humanos. A saber: se desconoce qué pasó con los desaparecidos, pero no fue obra de militares ni de policías porque así lo prueban los informes recibidos de esas instituciones.[8]

El encuentro de Gelman con su nieta fue fruto de su empeño indoblegable y de la ayuda de otras víctimas de la represión que le aportaron datos. Jorge Batlle buscó ceñirse laureles a propósito de la identificación de Macarena tan pronto como asumió la Presidencia en 2000, para después abroquelarse contra cualquier pedido de ayuda sobre el paradero de su madre. Pero ha habido, además, toda clase de informaciones, versiones y especulaciones sobre el verdadero papel de los dos mandatarios; y unas cuantas preguntas todavía no tienen respuesta.[9]

Mientras tanto seguían transcurriendo los veinte años de cerrazón (veinte años: lo mismo que Marcelo y María Claudia pudieron vivir…). Cuatro lustros de encubrimiento, de impunidad garantizada, de Historia Oficial a prueba de hechos y de verdades. Y honores para los criminales. Baste citar alguno: el criminal Jorge Silveira, hoy preso y condenado, integraba el Estado Mayor del Ejército mientras Gelman esperaba la respuesta de Sanguinetti; y en setiembre de 2001 ‑gobierno de Batlle‑ recibió del Ejército una medalla de “reconocimiento por los servicios prestados”. Todavía en 2004 José Nino Gavazzo, otro de los asesinos emblemáticos, también preso y condenado hoy, asistía invitado a un acto solemne del Ejército en que el Comandante en Jefe declamaba sus dogmas, que Gavazzo pudo aplaudir como los aplaudieron el presidente Batlle y sus dos predecesores:

“¿Hasta cuándo se seguirá año tras año planteando las mismas cosas, reclamando los mismos imposibles, tensando cada vez más la cuerda y obteniendo siempre las mismas respuestas? … No nos estanquemos en persistentes intentos de revisionismo inconducentes e inconvenientes, ni pretendamos imponer a ultranza puntos de vista que sabemos que nunca serán aceptados y que sólo generarán más angustias, rencor y hasta quizás nuevos conflictos. … Es el momento de los nobles de espíritu, de los que no temen enfrentar la resistencia a ultranza de los obcecados.

Juan Gelman, argentino, encarnó junto con muchos uruguayos la resistencia a ultranza de los obcecados.

Fueron ellos los nobles de espíritu. No los que mantuvieron por veinte años la coraza del encubrimiento y defendieron durante cuatro gobiernos la impunidad indefendible: fueron éstos los que pretendieron imponer a ultranza puntos de vista que nunca serían aceptados; los que se estancaron en persistentes intentos inconducentes e inconvenientes.

Los custodios de la impunidad pueden seguir autoexaltándose como artífices de la convivencia y estadistas denostados por la incomprensión y la malevolencia, salvadores de la paz. No salvaron nada. Lo que hicieron fue preservar después de la dictadura, por veinte años, no solo la infamia: también enormes dolores y terribles injusticias.

* * *

Juan Gelman se equivocó en una cosa. María Claudia no vivió 20 años. Iba a cumplirlos en enero. Pero desde 2005 sabemos qué pasó. Nos lo dijo el Ejército, que lo sabe porque en él se resolvió y se ordenó y sus hombres lo hicieron:

En diciembre de 1976 se la separó de su hija y fue trasladada a los predios del Batallón I de Paracaidistas N° 14 donde se le dio muerte.

Se le dio muerte.   A los 19 años.

[1] Pusieron su cadáver, con un tiro en la nuca, en un tambor de grasa de 200 litros que rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando. Los restos fueron encontrados 13 años después, y enterrados. 

[2] Recibió esa información en la Secretaría de Estado del Vaticano en febrero de 1978. 

[3] Que todo esto ocurrió así, aunque por tantos años se negara todo, hoy es verdad oficial declarada institucionalmente por el Ejército uruguayo. Cuando en 2005, por fin, el presidente Tabaré Vázquez ordenó que las Fuerzas Armadas investigaran e informaran sobre el destino de los detenidos desaparecidos, el informe del Comandante en Jefe del Ejército dijo esto sobre María Claudia García de Gelman:

Fue trasladada a Montevideo desde Buenos Aires presuntamente por personal del Servicio de Información de Defensa, en el mes de octubre de 1976. Estuvo detenida en la sede del SID ubicado en la Avenida Bulevar Artigas esquina Palmar, separada de los demás detenidos, en avanzado estado de gravidez. Después de dar a luz en el Hospital Militar fue trasladada nuevamente al mismo lugar de detención. En diciembre de 1976 se la separó de su hija y fue trasladada a los predios del Batallón I de Paracaidistas N° 14 donde se le dio muerte.

[4] De todo esto no puede caber duda. Gelman, en la carta abierta que se cita en el texto, relató que Bluth lo llamó a México unos días después de la entrevista para comunicarle lo siguiente (y Sanguinetti, en su respuesta también pública, no cuestionó nada de la versión):

Hablé con el Presidente y le pido que crea cada una de las palabras que le voy a decir. El Presidente siente un rechazo visceral por las denuncias de costumbre, pero nunca lo vi tan sensibilizado por la situación específica. De manera muy sincera dijo: ‘Acá (en el memorándum) no sobra ni falta una palabra. Voy a hacer todo lo posible para saber y averiguar esto. De este caso me ocupo yo.’

[5] “El doctor Bluth finalizó la conversación con esta promesa: ‘No deseo crearle expectativas, pero todo lo que podamos averiguar, o no averiguar, o lo poco que podamos averiguar, se lo comunicaré enseguida’. Han pasado más de cuatro meses y no tengo noticias de lo que resultó de ese interés declarado. El 14 de julio a las 17.30 horas llamé al doctor Bluth a su despacho y me atendió una de sus secretarias. Me dijo que el doctor Bluth no estaba y que lo llamara más tarde. Lo hice una hora después y la respuesta de la secretaria entonces fue: ‘Justo en este momento el doctor recibió un llamado. Deje su teléfono para que él lo llame al terminar’. Han transcurrido tres meses y aún espero ese llamado, señor Presidente.” 

[6] Comenta Gelman en su réplica:

…No encuentro en su carta ninguna alusión a los 23 militares uruguayos del SID y del Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (OCOA) … ¿Se preguntó al entonces mayor Manuel Cordero (hoy de 61 años de edad) y al ex capitán José Arab (59) acerca de cómo trasladaron a mi nuera de Orletti al SID? Hay testigos de ello. ¿Se preguntó al teniente coronel Juan A. Rodríguez Buratti (67 años) y al dicho José Arab adónde llevaron a mi nuera y su bebé a fines de diciembre de 1976 al sacarlos del SID? Hay testigos de ello, también de la terrible frase que se dijeron: “A veces hay que hacer cosas embromadas“. ¿Se preguntó al teniente coronel José Nino Gavazzo (60 de edad hoy), jefe de la dotación del Ejército uruguayo que, en el marco del Plan Cóndor, desde Orletti secuestraba, torturaba, asesinababa a compatriotas suyos, qué sabe al respecto?

[7] Cita de la nota 4. 

[8] El “investigador” designado por Sanguinetti fue el coronel José A. Sambucetti. Se pronunció separadamente sobre cada una de las denuncias y lo hizo en todos los casos en términos idénticos, que son los que siguen. (El caso de María Claudia García de Gelman no figuró porque se desconocía su traslado al Uruguay.)

No ha sido posible determinar fehacientemente qué fue lo ocurrido realmente con el denunciado, ni en cuanto a su persona ni quiénes fueron los responsables directos de tal desaparición. Los indicios que apuntan a integrantes de las Fuerzas Conjuntas quedan desvirtuados con los informes recibidos de esas Instituciones.

[9] Véase, por ejemplo, el artículo. de Federico Gyurkovits en “Caras y Caretas” reproducido en “La Fogata“.

 

 

 

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