Manini Ríos y el Ejército

  Verde oscuro

Manini Ríos y el Ejército: un liderazgo desafiante que creció a fuego lento

 

Rosario Touriño

27 diciembre, 2019

Guido Manini Ríos asume la jefatura del Ejército en febrero de 2015. De pie, al fondo y a la izquierda, se distingue al futuro ministro de

Salud de la coalición, Daniel Salinas 

Los fallos de los tribunales militares que le dieron la excusa a Tabaré Vázquez para cesar a Guido Manini Ríos fueron la gota que desbordó el vaso, pero también una provocación política final y reveladora de un pensamiento inmutable en el Ejército. Los generales firmaron las resoluciones que exculparon a Maurente, Gavazzo y Silveira por crímenes de lesa humanidad, apenas cinco días después de que el ex comandante fuera arrestado a rigor. Uno de los firmantes fue José González, el general ya designado nuevo jefe del Ejército. Manini siguió desafiando aun después de cesado, y parecen ser varios quienes se lo disputan como cuadro político.

Un funcionario que llegó a ocupar altos cargos en el Ministerio de Defensa (Mdn) cuenta que los comandantes en jefe, cuando son destituidos, suelen preguntar cuánto tiempo tienen para abandonar el despacho. Es de suponer que el comandante del Ejército, ahora retirado, Guido Manini Ríos no hizo esa pregunta y se tomó todo el tiempo del mundo para despedirse con la última provocación. Así, pudo montar su última producción con recursos públicos y filmarse durante nueve minutos para despacharse sin tapujos sobre todos sus conflictos con el presidente de la República y para enarbolarlos como estandarte de lo que será su casi segura entrada a la política partidaria.

Si algo no le faltó a Manini, un militar con un linaje de varias generaciones de políticos que ocuparon importantes cargos en gobiernos del Partido Colorado, pero que también tiene vínculos familiares con el Partido Nacional, fue tiempo para fraguarse como caudillo. El general, que todos vinculan a la famosa logia ultranacionalista de los Tenientes de Artigas, había sido designado como el jefe del Ejército en el último mes de la presidencia de José Mujica, cuando la batuta del cuerpo militar era llevada por el ministro Eleuterio Fernández Huidobro. El ex líder tupamaro fallecido no escondía su predilección por el “trabajo interno” dentro de las Fuerzas Armadas –la logia de los Tenientes no le era para nada ajena–, y ya se sabía que iba a seguir al frente del ministerio en el período de Vázquez. Manini era un hombre conocido tanto por Fernández Huidobro como por Luis Rosadilla, ambos fundadores de la Cap-L, un espacio que promulgaba una visión nacionalista de las Fuerzas Armadas y que el rol de los uniformados para el siglo XXI era soberanista (cuidar los recursos naturales, por ejemplo). Nuevas funciones para viejas fuerzas, podría decirse.

Cuatro años tuvo Manini para erigirse en el vocero más querido de la corporación de la fuerza de tierra y para expresar las opiniones más virulentas sobre la historia reciente o la intención del poder civil de cambiar reglas de funcionamiento anacrónicas y privilegiadas (como las que refleja una ley de funcionamiento que fue aprobada en plena dictadura y que sobredimensionó el tamaño y el estamento superior de las Fuerzas Armadas). Lo que Manini Ríos escribió en los expedientes de los tribunales de honor creados para “juzgar” (las comillas son adrede, porque ninguna justicia entre cofrades puede sustituir la del Poder Judicial) la actuación de José Gavazzo, Jorge Silveira y José Maurente, y luego ratificó de modo crudo y directo en el mentado video, no difiere de lo que los voceros del Centro Militar vienen diciendo desde siempre.1 Lo que le da otra gravedad es desde qué lugar lo dice y el tono con que lo dice. “Nunca se vio algo similar a esto en los gobiernos del Frente Amplio”, admite a Brecha un dirigente muy versado en temas de defensa, “por lo general, el comandante sustituido se llamaba a silencio”. Es muy grave, en el plano formal, pero no parece ser muy distinto de lo que piensan otros generales en actividad, para quienes Manini se ha convertido en líder espiritual. De hecho, el nuevo comandante, el general José González, fue precisamente uno de los integrantes de esos tribunales que entendieron que Gavazzo y Silveira fueron imputados en hechos “que no están lo suficientemente aclarados” y que “no existen pruebas suficientes para condenarlos” (lo mismo dicen para el caso de Maurente). La integración de los tribunales se supo a través de filtraciones de prensa,2 ya que nada de la actuación de estos estamentos, hasta ahora, había sido pública (mucho menos los criterios para decidir la integración, los fundamentos completos o los propios fallos). Las resoluciones del presidente de la República se convirtieron en el primer documento oficial que los refiere y que llegan a la luz pública en el mismo día de la destitución (el martes 12 de marzo).

Y, como puede suponerse, tampoco es muy diferente lo que Manini opina de las condenas a los represores que cometieron homicidios, torturas y violaciones de la visión de quienes podrían ser sus próximos votantes. A modo meramente ilustrativo, no fue para nada forzado lograr la opinión de uno de los asistentes al lanzamiento del llamado partido Cabildo Abierto, el que aparece –por ahora– como posible plataforma de lanzamiento de la candidatura del ahora militar retirado. Un hombre de 89 años, con una boina que recuerda a la de los carlistas, le dijo a Brecha“Yo estuve con Jorge Batlle; a Sanguinetti no lo voy a votar nunca, porque fue el que amnistió a todos estos que están ahora; a estos, mire, la verdad, habría que haberlos matado a todos”. El veterano no parecía un concurrente caído del cielo, ya que se saludó efusivamente con todos los presentes, incluido el presidente “provisorio” del novel partido, el ex director de la Escribanía de Gobierno de Presidencia Guillermo Domenech (véase recuadro). “Yo fui reservista. Soy del tiempo de (Alfredo) Baldomir. Trabajé en la Marina y en el Fusna”, contaba el hombre, seguro de que Manini va a aceptar ser candidato presidencial de este partido que se identifica con el ideario artiguista, mas no (aún) con el de Jair Bolsonaro.

Si escrito por su puño, en un documento oficial destinado nada menos que al presidente, el cuestionamiento a uno de los poderes independientes del sistema democrático es inaceptable, enunciado frente a una cámara, con la investidura militar y en lo que parece ser una oficina pública, a pocas horas de ser cesado, se convierte en un desafío inédito. En formato audiovisual y con algunos efectos de posproducción que dejan a Artigas como una suerte de espíritu aparecido en una puerta, Manini repite que en unos diez casos de procesamientos de represores ha quedado demostrado “en forma incontrastable que la justicia actuó sin pruebas y sin respetar los más elementales principios del derecho”. Y en otro pasaje ya decididamente proselitista, Manini no sólo se despacha nuevamente contra el poder civil, sino que también se da el lujo de difundir un mensaje claramente nacionalista: “He tratado de sacar adelante a nuestro Ejército enfrentando la incomprensión de muchos, las falsedades de burócratas incapaces de ver la realidad enceguecidos en su soberbia o atrapados en sus prejuicios ideológicos y la acción de aquellos que lucran con la confrontación, convertidos en peones bien pagos de los centros de poder mundial, siempre dispuestos a ejecutar un perverso libreto que lleve a la destrucción de nuestras instituciones y deje a los uruguayos en el más absoluto estado de indefensión”. El video de despedida estuvo colgado en la web y en redes sociales del Ejército hasta que el Mdn ordenó levantarlos. Hasta el momento en que se escribían estas líneas, diversas fuentes manejaban la posibilidad de una nueva sanción para Manini (algo que es posible aunque el general ya esté retirado) o para quienes subieron el video, pero también estaban quienes alegaban que volver a sancionar al general podría “hacer crecer más al monstruo” y a sus acólitos “gorilas”.

CAUSA DE OCASIÓN. Manini, pues, tuvo cuatro años para cultivar este perfil público, que ahora decanta en el año electoral, aunque sus audacias comenzaron a encadenarse después de la muerte de Fernández Huidobro y la llegada al Mdn del socialista Jorge Menéndez. Porque, además, fue en estos últimos años cuando el Ejecutivo procuró apretar las clavijas con un par de proyectos destinados a achicar el tamaño de las Fuerzas, en particular el del Ejército, y a reformar un sistema jubilatorio que implicaba una asistencia anual de 400 millones de dólares y que en breve, según el equipo económico, podría llegar a los 700 millones. Tanto los cambios en el sistema de jubilaciones de las Fuerzas Armadas como la ley orgánica militar (planes que los gobiernos frenteamplistas declaraban desde 2005) fueron también mencionados como causas de malestar por el ex comandante. Manini confirma en el video su disgusto por no haber podido concurrir al Parlamento a explicar las discrepancias con estos proyectos. En una entrevista grabada un día antes de su cese, concedida al programa Todo Pasa (Océano FM, lunes 11), el militar vuelve a resistirse a sujetarse al poder civil, al responder que siempre el Parlamento recibe la “opinión de los afectados”, a quienes hay que escuchar “directamente”, en temas que son muy “sensibles”. A pesar de las presiones de blancos y colorados, el ministro Menéndez había negado la concurrencia de los comandantes al Parlamento, por entender que las tres ramas de las Fuerzas Armadas habían sido consultadas para redactar el proyecto (véase “Me negarás tres veces”, Brecha, 1-III-18).

Por eso es en 2017 y 2018, cuando empiezan a discutirse estos proyectos y también cuando se crea una fiscalía especializada en derechos humanos, que Manini empieza a mostrarse en todo su esplendor. Así, en mayo de 2017, se había ganado algunas anotaciones en su legajo por algunas alusiones críticas a la reforma de la caja militar, y en setiembre de 2018, los 30 días de arresto a rigor por sugerir que el ministro de Trabajo, Ernesto Murro, mentía. Hay quienes creen, en el oficialismo, aunque sólo lo expresan en privado, que hubo demasiado tire y afloje entre Vázquez y Manini, y que, antes de aplicarle esa inédita sanción, debió ser cesado. También, se reconoce el peligro de haberlo dejado crecer en contexto electoral y con los cambios de signo en la región. El escrito de Manini con sus opiniones sobre el Poder Judicial (pieza que forma parte de los fallos de los tribunales de honor), que habría llegado a manos del ministro de Defensa el 13 de febrero pasado, entonces, ofició de pistoletazo de Sarajevo, de causa de ocasión, en un largo y tortuoso enfrentamiento.

EL FALLO DE LOS FALLOS. Las resoluciones de los tribunales dejan mucha tela para cortar. Además de las cuestiones de transparencia, los fallos se demoraron por un año (por lo menos, uno de ellos), aunque se referían a autores condenados por, entre otras cosas, 28 homicidios muy especialmente agravados por tres sentencias judiciales (“cosa juzgada”, como dice el Poder Ejecutivo). Llama la atención la decisión del presidente de no homologar el fallo del generalato sobre Maurente (el tribunal militar encontró “falta absoluta de culpabilidad”),pero sí el que evaluó la actuación de Gavazzo y Silveira. Es que ambos represores fueron condenados por los generales, pero no por ningún crimen de lesa humanidad, sino por fisuras relacionadas con la omertà. La “falta gravísima” en los códigos de honor de estos militares no estuvo, para el generalato, en los aberrantes crímenes de los condenados, sino en que “no le comunicaron a la justicia penal ordinaria” que Juan Carlos Gómez, condenado por el “fallecimiento” de Roberto Gomensoro, “era inocente”. Y si bien en la resolución presidencial plantea que hay “una conexión inexorable entre el honor de las Fuerzas Armadas y los delitos por los que fueron condenados penalmente los militares enjuiciados”, Vázquez resolvió homologar la falta colateral (pero gravísima, para la corporación militar) referida a Gómez, y, por lo tanto, todo el fallo en sí.

Un elemento muy relevante es cuándo se expidieron los tribunales. Precisamente: el 15 de setiembre de 2018. Tan sólo cinco días después de que el jefe del Ejército fuera sancionado por el gobierno (Brecha pudo confirmar que ello ocurrió el 10 de setiembre). Es decir, casos que dormían desde 2017 en los tribunales, curiosamente, se dirimen luego del arresto, lo cual los reviste de un notorio significado político.

Otro factor de preocupación en filas de la izquierda es que el nuevo comandante en jefe del Ejército fue uno de los integrantes titulares de los tribunales, y, por tanto, suscribió los fallos. Las resoluciones fueron firmadas por “unanimidad”, por lo cual debería inferirse que el general González, un infante y paracaidista –al igual que Manini– suscribe filosóficamente los cuestionamientos a la justicia penal y todo lo demás. ¿Cuál es la esperanza depositada en este general que al parecer trabajó en el despacho de la ministra Azucena Berruti? Su perfil bajo.

Nacido en 1962, por lo cual egresó como alférez en los primeros años de los ochenta (aún en dictadura), González es descrito por gente que trabajó en el Mdn como “un general de los más jóvenes”. Aunque los consultados por Brecha no ocultan que siempre las evaluaciones son subjetivas, este general no aspiraría a “estar expuesto o a trabajar para estar expuesto”, tendría un perfil opuesto al de Manini y es considerado “un buen profesional”, dispuesto a acatar las órdenes. Esas características, más allá de la firma de los fallos, serían importantes para este momento de tanta rebeldía política en el Ejército, en un año en el que el oficialismo advierte una gran ofensiva “de la derecha” y en el que aspira a aprobar no más allá de mayo la postergada ley orgánica militar. Si Manini buscó este desenlace o si Vázquez lo esperó, y, silenciosamente, buscó una carta ganadora para destituirlo, es materia opinable entre los consultados. Los dos elementos confirmados son que Vázquez resolvió sobre los fallos el mismo día en que se reunió con Manini (no en el mismo momento en que conoció los expedientes) y que habría sido el ex comandante quien pidió la reunión con el presidente (y no al revés). En medio del tire y afloje, se habían filtrado versiones de retiro voluntario del militar y también la participación del general en un asado servido por el diputado de Florida José Arocena (Todos, Partido Nacional).

LA PROYECCIÓN. Lo que atrapará ahora la escena política será si Manini podría estar habilitado para participar en las próximas elecciones y si aceptaría candidatearse en una plataforma tan singular como la del partido Cabildo Abierto. En Uruguay, a los partidos nuevos se les ha hecho dificultoso poder desplazar a los tradicionales. Por otro lado, a juzgar por las opiniones en el Partido Nacional y por los vínculos de su esposa (Irene Moreira es edila por el sector de Lacalle Pou en Artigas), podrían no faltarle propuestas. Verónica Alonso opinó que el general retirado podría ser un excelente ministro de Defensa en un gobierno blanco y el senador Javier García (Lista 40), que ya tiene a Hebert Fígoli en sus filas, comentó que habían ganado “los sectores radicales” del FA, sin inmutarse por los cuestionamientos de Manini hacia el Poder Judicial.

La gente de Cabildo Abierto espera el sí del general, pero la gran pregunta es dónde Manini podría ser más influyente, ya que hasta el momento tanto blancos como colorados han sido aliados al no haber apoyado las reformas implementadas por el Frente Amplio. Por lo pronto, Julio María Sanguinetti ya hizo saber que “lo peor que podría hacer” es crear “un partido militar”, o dividir al sistema político “a lo Novick”.

A pesar de estos vericuetos electorales, otra cuestión será la discursiva. Manini no sólo ha dejado en claro que, si se larga a la política, luchará contra las “injusticias” contra las Fuerzas Armadas, sino que también combatirá para que la sociedad uruguaya recupere “el respeto por la autoridad” y para que la familia “vuelva a ser la base de la sociedad”. De hecho, otro de sus malestares es que el gobierno nunca le haya respondido sobre su propuesta de rehabilitar jóvenes en los cuarteles, ideas que en el pasado llegaron a ser manejadas por el propio ex presidente Mujica. La extensión de las tareas de los militares es otra polémica cuestión que el oficialismo discute de cara a la reforma de la ley orgánica.

En Brasil, hay quienes analizan que Bolsonaro expresa el poder de las tres “b”: bala, biblia y buey (por los militares, la religión y el agro). Habrá que ver si en Uruguay estos fuertes grupos de interéspodrían llegar a expresarse en algún liderazgo político similar y si Manini, un general católico (que según el semanario Búsqueda llegó a repartir biblias a los soldados), que posee campos y proviene de una larga dinastía política, podría ser su catalizador electoral o si preferirá influir dentro de algún partido tradicional, como ha venido haciendo hasta ahora.

  1.   A propósito, el presidente de esa organización, Carlos Silva, dijo que era el comandante del Ejército “más prestigioso” desde 1985: “nuestro comandante”.
  2.            El tribunal estuvo integrado, además, por Gustavo Fajardo y Alfredo Erramun (hoy al frente del Esmade). Los suplentes fueron José Alcaín, Ricardo Fernández y Claudio Feola.

El partido Cabildo Abierto

Esperando el sí

En la presentación del nuevo partido que podría alojar a Guido Manini, había casi más periodistas que asistentes. No más de cuarenta personas, buena parte de ellas vinculadas a la familia militar, llegaron al hotel Ibis. Guillermo Domenech, el escribano de la Presidencia que se encargaba de pasar el libro de actas de los cambios de mando presidenciales, es por ahora la cara visible. En la conferencia de prensa, aseguró que presentaron 3 mil firmas. Domenech leyó un documento con mucha solemnidad y afirmó que el partido (que antes se iba a llamar Movimiento Social Artiguista) es un “impulso” que brota desde lo profundo “de los barrios y los pueblos”. Luego de afirmar que era inútil definir a la nueva organización como de izquierda o de derecha (categoría “perimida”), llegó lo que todos esperaban. “Se hará el mayor esfuerzo para que Manini acepte ser nuestro candidato” fue la frase que siguió a una sucesión de elogios de la ética del general. Después, llegaron toda una serie de evasivas. “No he visto el video”“no hemos hablado con él” o “no hemos pensado en una alternativa” fueron algunas de las respuestas. Sobre los principios del partido, Domenech se encargó de evocar las frases más recordadas de José Artigas, desde las clases de primaria.

Unidad Popular votaría la reforma orgánica militar

¡Bajen el número de oficiales, por favor!

Los distintos dirigentes del FA consultados por Brecha aseguran que todo este enfrentamiento con el Ejército no cambia “en absoluto” la decisión de aprobar la nueva ley orgánica de las Fuerzas Armadas. Si bien hay algunos aspectos que se negocian en la interna –el más discutido es el número de coroneles a reducir–, el espíritu de la bancada es ser “flexible” y llegar a los acuerdos para que el proyecto sea aprobado antes de las internas de junio. “Hay que modificar esta ley que viene de la dictadura, la realidad lo pide a gritos. Es un proyecto muy importante para reafirmar el poder civil sobre las Fuerzas Armadas”, comentó la senadora y secretaria general del PS, Mónica Xavier. El emepepista Andrés Berterreche aseguró que “hay avances” y enfatizó los dos ejes definidos en el FA: aprobar esta ley en el ejercicio y con el mayor apoyo partidario posible. El diputado Iván Posada se mostró abierto a aprobar una reforma que baje significativamente el número de oficiales. Pero la novedad es que también Unidad Popular podría llegar a acordar. Eduardo Rubio confirmó a Brecha que su partido está dispuesto a votar una reducción del número de oficiales más cuantiosa que la que pretenden algunos sectores del oficialismo, “ya que el proyecto del Ejecutivo se quedó corto”.

 

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