“Perico” en la Memoria

Los derechos de las humanas

Recordando a Luis Pérez Aguirre, “Perico”.

26/01/2018

Ayer jueves se cumplieron 17 años de la desaparición física de Perico en un accidente de tránsito en el balneario Costa Azul. La Red de Amigos de Pérez Aguirre envió a la redacción de Brecha una selección de textos suyos, que hoy compartimos a modo de homenaje. Junto al envío, sus amigos escribieron: “Somos muchos/as en este país –y más allá también– quienes recordamos a este cura jesuita cuya ‘opción entrañable’ estuvo constituida por la defensa de los derechos humanos de los que son despojados de tales derechos. Su vida y su obra son testigos de tal opción llevada a la práctica. Hoy nos detenemos en la situación de las mujeres, repasando algunos aspectos del pensamiento avanzado de Perico para denunciar al patriarcado y promover ‘los derechos de las humanas’.1 La actualidad del tema en nuestra realidad nos exime de justificar esta elección”.

La lista cotidiana de violencias contra la mujer es abismal e interminable: agresiones verbales y físicas por parte de la pareja masculina, trata de mujeres, servidumbre sexual y doméstica, violaciones específicamente sexuales, palizas, mutilaciones de todo tipo y exclusiones de la esfera pública a las lesbianas, acoso sexual en el lugar de trabajo, lapidación de mujeres acusadas de infidelidad, violaciones en la guerra y en tiempos de paz, mujeres desplazadas y refugiadas por conflictos bélicos, analfabetismo forzado, prostitución forzada, esposas golpeadas, circuncisión femenina, hospitalización psiquiátrica, incesto, negación de los derechos femeninos, privación de la dote, aislamiento de viudas y ancianas, abusos contra enfermas mentales, marginación cultural, infanticidio femenino, quema de brujas, sadomasoquismo, mutilaciones genitales… […]

Las estadísticas de agresión doméstica indican a las claras que el hogar se ha convertido en el sitio más peligroso para las mujeres […]. Esta violencia no es fortuita. Aquí el factor de riesgo es el mismo hecho de haber nacido mujer. La violencia contra las mujeres es un factor primordial del patriarcado para mantener un determinado orden político y social. […]

La desigualdad y la opresión que sufren las mujeres en todas partes siguen siendo de raigambre muy profunda, y siguen comprometiendo a toda la humanidad y prácticamente a casi todas las culturas existentes en el planeta. Esto tiene que ver con el funcionamiento general del sistema y con la organización patriarcal de la sociedad. La mujer sigue siendo “invisible” reproductora cotidiana, doméstica y generacional de la mayor fuerza de trabajo en el mundo y de su socialización. Este hecho permite la mayor liberación de la mano de obra masculina para conducir y explotar a la mujer en el aparato productivo mundial.

Cabe entonces preguntarse por qué, con qué fundamento, las desigualdades entre los derechos de los varones y de las mujeres han sido defendidas y justificadas a lo largo de la historia. Parecería que no hay duda de que esto se hizo apelando a las diferencias siempre entendidas como “naturales” entre los sexos. No es difícil rastrear en la historia el argumento “naturalista” que justificó todo tipo de discriminaciones. La capacidad de parir de la mujer ha sido culturalmente interpretada como su función “natural” por excelencia, lo definitorio de lo femenino. Esa concepción luego se extendió al papel social de “ama de casa”. […]

Porque son capaces de parir y amamantar, las mujeres fueron confinadas al ámbito doméstico, privado, a los trabajos del hogar, al cuidado infantil y sometidas a los varones.

La casa familiar terminó por constituirse en el lugar de trabajo “natural” de las mujeres, donde ellas hacen gratis, y de manera “invisible” para el sistema económico y social, la casi totalidad del trabajo de atención y cuidado humano de los hijos y del compañero varón. También el cuidado de los ancianos, los enfermos, los inválidos y los minusválidos pertenece a la esfera doméstica, o sea, es responsabilidad prioritaria de las mujeres. […]

Ante esta situación se vuelve imperioso transformar el concepto de derechos humanos desde una perspectiva de género, de manera que considere realmente las vidas de las mujeres. […] No cabe duda de que hasta hoy día a escala mundial las mujeres, por el mero hecho de serlo, sufren diariamente las consecuencias de la discriminación a su rol femenino y son puestas en un estatus inferior al del varón. Ello se produce por una combinación de elementos sociales y culturales que incluye prácticas discriminatorias sistemáticas apoyadas en leyes y normas sociales que les son adversas a las mujeres, sistemas religiosos y políticas económicas que las dejan en situaciones de desvalorización.

Por supuesto que ello no se impone y mantiene así sin violencia. Para lograr esta situación, a las mujeres se las somete con una violencia inaudita que forma parte de su cotidianidad. Se les pega, se las viola, se abusa de ellas moral y sexualmente, se las mutila. Pero como esas violaciones a sus derechos humanos son generalmente perpetradas en un ámbito doméstico y familiar, no son percibidas como violaciones a los derechos humanos.

Para salir al paso de esta dramática situación, la Onu llegó a la aprobación de la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer” (1979), que es una suerte de “declaración de los derechos humanos de las mujeres”. […] Se tuvo que llegar a esta convención porque las mujeres en la abrumadora mayoría de los casos no son sometidas a discriminación y abuso en cuanto seres humanos, sino en función precisamente de su sexo. […]

Si cuando decimos derechos humanos nos preguntáramos qué es lo primero que imaginamos, seguramente coincidiríamos en que imaginamos ciertas violaciones a ciertas libertades políticas, como las de reunión y expresión, a las torturas y a las desapariciones forzadas. Más dificultad tendríamos en imaginar como violación a los derechos humanos el acoso sexual de que son víctimas las mujeres de todas las edades y culturas, razas y clases sociales, o el no ser contempladas en sus derechos reproductivos, o ser degradadas a “objeto sexual” en los medios masivos de comunicación, por la deshumanización de su imagen femenina para el interés de los varones. […]

No se trata de “agregar” a los ya establecidos una nueva lista de derechos relativos a la mujer, sino de intentar reconceptualizar la actual teoría y práctica de los derechos humanos desde una perspectiva de género femenina que cuestione la actual, porque esta tiene como parámetro y paradigma a lo masculino. […]

De acuerdo con la actual doctrina internacional de derechos humanos, los derechos reproductivos, los derechos de las mujeres a tomar decisiones acerca de su comportamiento reproductivo, están estrechamente relacionados con unas condiciones que generalmente no se atienden desde la óptica del varón. Porque esas condiciones se vinculan primariamente con el cuerpo de la mujer y su comportamiento. Los métodos y servicios de planificación familiar deben ser de fácil acceso y disponibilidad. Implican instrumentar una verdadera educación de las mujeres para que tomen sus decisiones a conciencia, y articular una buena calidad en la información, adecuando los programas a los valores culturales regionales, a la idiosincrasia de cada mujer, a sus condiciones de vida familiares, tanto económicas como laborales. Es un derecho exigible también el buen trato por parte de los prestadores de esos servicios. […]

Nacer mujer es todavía hoy nacer violada en al menos dos derechos humanos fundamentales: el derecho a la igualdad y el derecho a la libertad respecto del varón. Ellos usan del cuerpo y los afectos de la mujer como propiedad mientras nadie los nombra en el terreno de los derechos humanos.

SOBRE EL FEMINISMO. […] La significación emancipatoria del feminismo en los ámbitos sociopolítico, cultural y ético, además de su capacidad dinamizadora del universo religioso en clave de liberación, posee la cualidad de hacernos descubrir el potencial subversivo (sub-vertere: poner abajo, derribar) que tiene ante una realidad patriarcal que usurpó los derechos de la mujer.

El feminismo ayuda a desentrañar el sentido de la vida que está disfrazado detrás de esa perspectiva patriarcal. Nuestra actual organización de sentido está ubicada en una perspectiva de superioridad del varón, en una sociedad patriarcal. Por eso necesitamos ver las consecuencias históricas de las posturas patriarcales androcéntricas y sexistas en nuestras vidas, nuestras iglesias, las familias, el sistema educacional, la división del trabajo… […]

Aunque no pretendemos abordar ahora la historia del movimiento feminista, sí importa tener presente que la otra historia, la oficial, siempre ha ocultado la lucha, el aporte y la opresión de las mujeres. Porque ha sido una historia narrada por varones y vista desde su óptica. Sin embargo, la diversidad de experiencias y aportes vitales de las mujeres a lo largo de toda la historia y en las diversas culturas, de acuerdo a su identidad racial, cultural y socioeconómica es tan profunda que marca una verdadera invalidación de la historia tal y como se nos ha contado hasta el día de hoy. […]

Pero recién en nuestros días esa historia se irá concretando por la definición de lo que se ha llamado el movimiento feminista, como una alternativa de concepción del mundo y nueva propuesta utópica desde la otra mitad de la humanidad a la que hasta ahora no se le había permitido decir su palabra. Con verdadera autonomía ideológica y organizativa, constituye un aporte clave para la nueva comprensión de la opresión en que se mantuvo y se mantiene a las mujeres. […]

Considero personalmente que es muy importante que sigamos usando el término “feminismo”, aunque no por oposición (al machismo). Porque el feminismo verdadero es un movimiento reivindicador de un nuevo estatus para la mujer en un intento de conquistar su propio destino, que suponga la adquisición de todos los derechos que han sido reservados hasta ahora a los varones. Más aun, el feminismo tiene la virtud de ser ante todo una postura nueva y creadora ante la creación, ante la Tierra, el cosmos, ante el poder, ante el ser humano, como ser humano. […]

El feminismo deberá trabajar la articulación de las cuestiones de género, de clase y de raza. Deberá trabajar en todos los aspectos la cuestión de la justicia social y la cuestión de la diferencia. Porque la diferencia no es sólo una diferencia de género, desde la sexualidad, dado que también hay diferencias de clase y de raza. Hay razas oprimidas como hay clases oprimidas, como hay sexo oprimido. […]

 

  1. Luis Pérez Aguirre, (2003), La condición femenina. Ediciones Trilce, Montevideo, págs 41 y siguientes, 50 y siguientes, 75 y siguientes.

 

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