Una madre contra el Cóndor

Pagina12-Logo_svgv=0_13La historia de Mafalda Corinaldesi

La Madre que enfrentó al Cóndor

Viajó de Punta Alta a La Paz apenas supo de la detención de su hijo en Bolivia. Se movió hasta que la dictadura de Hugo Banzer le probó que lo habían entregado a la de Jorge Rafael Videla. Al volver a Buenos Aires fue secuestrada y desaparecida

Por Diego Martinez

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Horas antes de ser secuestrada en el centro de Buenos Aires se cubrió la cabeza con un pañuelo para despistar a los hombres que la seguían desde el aeropuerto de Ezeiza. “Voy a luchar hasta el último momento para saber dónde está mi hijo”, advirtió en la última cita, el 19 de noviembre de 1976. Mafalda Corinaldesi, un ama de casa de Punta Alta, en el sur bonaerense, no llegó a marchar en Plaza de Mayo ni en la plaza de su ciudad. Tampoco pudo saber que el pañuelo se convertiría en símbolo de lucha contra el terrorismo de Estado de la mano de mujeres como ella, que el mundo conoció meses después como Madres de Plaza de Mayo.

Nacido en 1935, hijo de un chofer de la base naval de Puerto Belgrano y de una modista, Luis Faustino Stamponi contaba que era militante gracias a su mamá. “Con su tenacidad, sus esfuerzos, sus sacrificios, su trabajo intenso para ayudar a mantener el hogar, lo sensibiliza y lo impulsa a mirar a su alrededor, a ver las diferencias de clase y tomar posición, su lugar dentro de la sociedad”, escribió su primera esposa, Alicia Borgato. Stamponi inicio su militancia en Punta Alta, donde participó de la toma del Colegio Nacional a favor de la educación laica durante la dictadura de Aramburu. A fines de los ‘50 se sumó a Palabra Obrera y en 1962 llegó por primera vez a Cuba para recibir entrenamiento militar. Allí conoció a Ernesto Guevara y asumió como propia la doctrina del internacionalismo y la estrategia continental de lucha a la que dedicó el resto de su vida, que investigó el historiador Gustavo Rodríguez Ostria. Lloró al leer que Guevara lo había mandado a buscar a Buenos Aires (estaba en La Habana) para pelear en Bolivia, donde en 1969 se integró al Ejército de Liberación Nacional (ELN) que en 1975 se convertiría en Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT-B), y fue uno de los promotores de la Junta de Coordinación Revolucionaria con los tupamaros, el PRT-ERP y el MIR chileno.

“Durante el último conflicto, a pesar de la derrota, hemos visto agrandarse hasta lo increíble a simples y modestos hombres y mujeres del Pueblo, conscientes de que los pueden matar pero no esclavizar, y firmes y seguros en su triunfo final”, le escribió a su hija el 20 de agosto de 1976, mientras según su biógrafo “cumplía el rol de ‘responsable de los centros mineros’, el neurálgico centro de la resistencia política a la dictadura, y fungía en los hechos como jefe del PRT-B”.1 “Mi querida niña, espero ansioso noticias tuyas. No se me escapa que pueda sucederte algo, creo que es un riesgo que todos hemos medido, pero jamás se me ocurriría aconsejarte la pasividad, la indolencia y la ceguera frente al dolor y la explotación para asegurar tu integridad física. ¿De qué vale ésta frente a la injusticia y la barbarie de la sociedad capitalista?”, se preguntó Stamponi en momentos en que la dictadura de Hugo Banzer se ensañaba con el PRT-B y su pedido de captura entre “extremistas prófugos” circulaba por Bolivia.

“Gerardo” o “Miseria”, como lo conocían sus compañeros, fue secuestrado junto a Victoria Fernández y su bebé en la casa de un obrero en Llallagua, al norte de Potosí, el 28 de septiembre de 1976 a las tres de la mañana. Del operativo participaron la Dirección de Orden Político (DOP) de Bolivia y militares del regimiento de Tarapacá, aunque ya en los primeros interrogatorios se topó con oficiales con acento argentino, declaró la mujer en el juicio por el Plan Cóndor. Mientras lo torturaban y exponían en cuarteles como un trofeo, la noticia de la detención se publicó en el diario Presencia, de La Paz. Llegó a oídos de su hija adolescente en Buenos Aires por Radio Colonia, de Montevideo, y desde allí a Punta Alta, hábitat natural de los marinos que por esos meses perfeccionaban la “muerte cristiana” en vuelos sobre el Río de la Plata, que en 1977 aplicarían a las Madres fundadoras Azucena Villaflor de De Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco.

Mafalda Corinaldesi, que había enviudado, vivía de coser y tejer para afuera y tenía terror de que le robaran a su nieta, no dudó en viajar a Bolivia para averiguar sobre su hijo. “¿Vos si tenés un hijo lo vas a abandonar? –le planteó a una sobrina que le recordó el contexto–. Es lo único que tengo y quiero verlo”. Apenas llegó a La Paz, el 13 de noviembre, notó que la vigilaban. Después descubrió que le habían allanado la habitación del hotel aunque no le robaron nada. En el Ministerio de Gobierno la recibió e interrogó el mayor Jorge Cadima Valdez. Le dijo que a su hijo lo habían expulsado del país y lo habían entregado a fuerzas de seguridad argentinas en la frontera con La Quiaca el 15 de octubre. Como prueba le entregó un radiograma firmado por el subprefecto de Villazón.

En la mañana del 19 de noviembre llegó al aeropuerto de Ezeiza en un vuelo de Lloyd Aéreo Boliviano. Antes de que le sellaran el pasaporte vio que le avisaron a un hombre de civil, que la siguió hasta el hotel. A las cinco de la tarde, con ruleros y un pañuelo para romper el seguimiento, se entrevistó con su nuera, quien le advirtió del peligro y le aconsejó volver a Punta Alta. “Usted no me puede pedir eso. Soy la madre, voy a luchar hasta el último momento para saber dónde está mi hijo”, respondió. “Estaba convencida de que sus trámites iban a dar resultado. Nunca imaginó la bestialidad de lo que estaba pasando. Sólo pensaba en encontrar a su hijo y cuidarnos a nosotras”, recordó Borgato, quien se radicó en Cuba. En los primeros minutos del 20 de noviembre, el día que cumplía 60 años, tres hombres de civil la secuestraron del hotel Esmeralda.

Las desapariciones de madre e hijo formaron parte cuarenta años después del juicio por la Operación Cóndor, como se denominó la coordinación represiva entre dictaduras del Cono Sur. Por el caso Stamponi fue imputado el ex dictador Jorge Rafael Videla; por el de su madre, Jorge Olivera Róvere, dueño de vidas y muertes de la capital argentina en 1976. Ambos murieron durante el proceso. La Corte Penal de Roma que en enero condenó a ocho ex altos mandos de Bolivia, Perú, Chile y Uruguay por víctimas del Cóndor de origen italiano también incluyó sus casos, por los que dieron testimonio Rodríguez Ostria, Fernández y Nila Heredia, militante del PRT-B secuestrada y torturada en abril de 1976 y última compañera de Stamponi.

“Luis siempre se refería a su mamá con mucho cariño, su padre había muerto varios años antes”, recuerda Heredia. “Tengo la impresión de que su madre acompañó y protegió las ideas de Luis. Su presencia en Bolivia para reclamar por él demuestra cuánto lo quería. Con seguridad habría sido una de las luchadoras por la aparición con vida de su hijo”, agrega la ex Ministra de Salud de Evo Morales. “Lastimosamente la desaparecieron de un modo atroz luego de ser engañada, postergada y burlada en la información que el Ministerio de Gobierno le trasmitió respecto de la fecha de la entrega de su hijo a la represión argentina. Con seguridad el retorno a Buenos Aires fue comunicado por el Ministerio de Gobierno boliviano al argentino, de otra manera no se podría entender que la misma noche la detuvieran y desaparecieran”, destaca Heredia, ex presidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional (Asofamd) que reclama la creación de una Comisión de la Verdad, Memoria, Justicia y Reparación por las violaciones a los derechos humanos en Bolivia entre 1964 y 1982.

La memoria avanza a paso lento. En La Paz, la imagen de Stamponi integra desde 2004 un mural del artista Walter Solón Romero en la Plaza del Desaparecido “José Carlos Trujillo”, al pie del mirador Montículo. Los nombres de madre e hijo identifican desde el año pasado una calle del municipio de Ancona, en el centro de Italia, de donde provenían ambas familias. Gracias al Movimiento por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Punta Alta (MoVeJuPA), que da pelea en un territorio hostil a esos fines por la influencia de la Armada y del diario La Nueva Provincia, desde el 24 de marzo de 2012 las fotos enmarcadas de Mafalda Corinaldesi y Luis Stamponi ofician de recordatorio en el Concejo Deliberante de su ciudad, donde pocos reparan haber tenido a una precursora de las Madres de Plaza de Mayo.

1 “Luis Faustino Stamponi. Una vida en la lucha armada, 1962-1976.” Por Gustavo Rodríguez Ostria. Lucha armada en la Argentina. Anuario 2011.

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Se cumplieron 40 años de la primera ronda de las Madres de Plaza de Mayo

 

La organización Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora conmemoró ayer el 40º aniversario de su primera ronda en la plaza, cuando eran 14 mujeres que marchaban exigiendo conocer el paradero de sus hijos desaparecidos. Las referentes del movimiento reclamaron que se haga justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura y criticaron al gobierno de Mauricio Macri.

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“‘Las locas’ seguimos de pie y vamos a seguir. Esa lucha que empezó hace 40 años continúa, y dentro de las fuerzas que nos quedan vamos a seguir”, dijo a la agencia de noticias estatal Télam Taty Almeida, vocera de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Antes, sobre el escenario del teatro ND Ateneo, en Buenos Aires, donde hubo varios espectáculos musicales, Almeida había criticado las políticas del gobierno. “Vivimos tiempos en los que la memoria está nuevamente amenazada. Quieren volver a poner en vigencia la teoría de los dos demonios. A pesar de todos los palos en la rueda que ha puesto este gobierno a la búsqueda de la Justicia, los juicios continúan”, dijo, antes de afirmar que “en Argentina se han vuelto a violar los derechos humanos”, se “reprimen las manifestaciones” y hay “presos políticos”, en referencia a la líder de la organización Túpac Amaru, Milagro Sala.

Por su parte, Nora Cortiñas, líder de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, también reivindicó la lucha que han mantenido y también aseguró que esta continuará hasta que se les acaben las fuerzas. Además, acusó al gobierno de Macri de “banalizar la dictadura” y “el terrorismo de Estado”. “La lucha pasa hoy por conocer el destino de los desaparecidos”, dijo a Télam en una entrevista en la que también pidió que se abran todos los archivos confidenciales y se aporte toda la información para “continuar haciendo justicia”. También destacó la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo para que “los 400 chicos que nacieron en cautiverio conozcan sus identidades”.

Cortiñas repasó la historia de la organización, especialmente sus momentos clave, y recordó que en enero de 1986 se dividió entre la línea fundadora, que ella lidera, y la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, liderada por Hebe de Bonafini. En relación con los gobiernos kirchneristas, Cortiñas consideró que hicieron “muchas cosas buenas” pero también hubo “mucho partidismo y se generaron divisiones” entre los organismos de derechos humanos que, consideró, deberían ser independientes de los gobiernos.

En otro tono, la Asociación Madres de Plaza de Mayo también conmemoró el 40º aniversario de la primera ronda. En su caso, hicieron un acto en la Plaza de Mayo, donde De Bonafini, la principal oradora, reivindicó los gobiernos kirchneristas y dijo que dejaron “un país increíble, lleno de felicidad”. La dirigente fue mucho más dura en sus palabras hacia el actual gobierno: “El pueblo está harto, así que pará la mano, Macri. No te sigas haciendo el pelotudo”. Además, De Bonafini anticipó que se viene un período “muy duro y de mucho trabajo”, en el que van a tener que hacerse “muchas marchas y muchas plazas”.

En la plaza un grupo de madres leyó una carta que les envió el presidente boliviano, Evo Morales, que señala que la de ellas es “una lucha que se entrelaza con las de los pueblos indígenas originarios”, porque son “luchas por la dignidad y la soberanía, contra el capitalismo y su expresión neoliberal”. La carta concluye: “Les pedimos que nunca dejen de luchar”.

Además, la Asociación Madres de Plaza de Mayo inauguró la plazoleta Madres de Plaza de Mayo con una placa en la que se ve el representativo pañuelo blanco. “Pensamos que la plaza tiene que tener un pañuelo de las Madres que no se destruya”, dijo De Bonafini.

 

 

 

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